Hisae Yanase: “Aquí la vida es más jugosa”
Esta es la historia de una japonesa nacida en Imbagun. Una mujer que abandonó a finales de los sesenta un laberinto llamado Tokio para habitar, 40 años después, en otro laberinto llamado San Agustín. Su espacio es mucho más zen que cualquier apartamento japonés, con dos patios, limonero y una perra que responde a un nombre onomatopéyico: El del ruido que hacen al atardecer las cigarras japonesas, KanaKana.
Hisae llegó a Córdoba en el 68 al olor del cuero de los cordobanes y de los guadamecíes. Pero pronto lo suyo fue la cerámica artística, disciplina de la que es una autoridad y sobre la que ha estado enseñando, hasta su jubilación, en la Escuela de Artes y Oficios Dionisio Ortiz. Justo el maestro que le dio trabajo en Córdoba.
Una vez la escuché hablar de su arte en una exposición de pequeñas esculturas hechas con terra sigilata y objetos encontrados, como conchas o flores. Dijo que “no todo debe ser premeditado” y que sus obras pretenden “activar la imaginación”. Nos enamoró a todos.
Como enamoró a su marido cordobés, el pintor Antonio I. González, presente en la conversación que tuvimos en el oasis que han construido en medio del laberinto de La Axerquía, y que tuvo la amabilidad de regar con té japonés y un trozo de bizcocho esta entrevista. Un bizcocho “colaborativo” de ambos, con una gelatina de fresa en el centro, que bien podría servir de maqueta para una escultura de Hisae.
P. Ha conseguido construir un patio-jardín cordojaponés en esta casa
R. Sí, sí,sí. Aunque tengo muchas cosas y los jardines japoneses tienen piedras y son más austeros, lo contrario de mi patio, que tienen muchas cosas diferentes. Pero yo no quiero un jardín diseñado, sino plantas y hierba un poco caóticas. El otro patio sí es más ordenado y limpio, más como un patio japonés. Es como una ida-vuelta, jardín español, jardín japonés (risas)
P. Y esta casa tan cordobesa ¿qué tiene de japonesa?
R. Yo creo que nada. Fue casa de vecinos y me gusta que sea tan laberíntica. Entras y no sabes por donde salir. Yo misma descubro aún nuevos rincones. Me gusta no aburrirme y no repetir, no dar por hecho algo porque crees que lo sabes. Es una sensación que me entristece. Siempre me gusta sorprenderme a mí misma encontrando pequeñas cosas en la casa, en el jardín, en el día a día. Mi emoción siempre está fresca, no quiero estar como muerta en ese sentido. Si tú le das a la vida, recibes un montón de cosas.
Mi emoción siempre está fresca, no quiero estar como muerta en ese sentido
P. ¿Cómo es su nueva vida tras la jubilación?
R. Ooooh, una maravilla (risas). Es un buen regalo de mi vida. Cuando estaba trabajando nunca tenía desgana porque he tenido mucha suerte. Cada uno tiene que buscar una armonía en su vida, entre trabajar, vivir, qué quiere hacer, ocio… es como un cóctel. Yo en la escuela tenía que enseñar algo nuevo cada vez, también para mí. Así que cada año cambiaba lo que enseñaba, porque como he dicho no me gusta repetirme. Esto me obligaba a investigar mucho y ahora siempre estoy investigado, ya no puedo cambiar, también para mis exposiciones. Mis clases tenían mucho dinamismo y había alumnos que volvían, porque siempre estaba enseñando cosas nuevas, y eso me mantenía viva. Ahora, a veces organizo cursos con ese material y tengo interés, pero ya no tengo la responsabilidad de antes. Yo soy muy seria, con un gran sentido de la responsabilidad, de querer hacerlo bien. Venían alumnos del extranjero y yo no podía enseñarles tonterías, era su futuro. Y esa responsabilidad ha desaparecido y ahora todo el tiempo es para mí y eso es gloria. Todo lo que hago es para mí y si me equivoco no pasa nada. Ahora me siento más libre.
P. ¿Ha encontrado mucho talento en Córdoba, entre sus alumnos?
R. Sí, sí, mucho talento. Los españoles son muy espontáneos... Ha pasado un montón de gente por mis clases y era muy estimulante ver tanto talento. Yo era la maestra pero había gente con más talento que yo. No era una competencia sino un estímulo muy sano que me activaba. Siempre estaba aprendiendo con gente joven, que tenían ideas brillantes. Muchas veces ellos no sabían que tenían tanto talento. Yo lo descubría y les invitaba a recorrer un camino interesante, el más maduro lo entendía pero otros no. Si tú no te sientes así, es muy difícil. Todo el mundo tiene talentos pero están durmiendo. Yo que tengo más experiencia intento despertarlos y después que lo trabajen. Te tiene que gustar mucho mucho tu trabajo de artista para seguir ese camino, igual que cualquier otra profesión, que tienes que trabajar mucho. Pero el arte te exige mucho y tienes que estar creando siempre algo nuevo.
Los españoles son muy espontáneos
P. Tengo entendido que fue el propio Dionisio Ortiz quien descubrió su cerámica y la invitó a ser profesora en la Escuela de Artes y Oficios que después llevaría su nombre…
R. Sí, fue un momento importante. Estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno. Si alguien sabe aprovechar esos momentos, te facilita mucho la vida. Hay quien tiene suerte y quien no, pero hay otro factor y ese es el de aprovechar un buen momento que se presenta. Yo no conocía a nadie en esta ciudad. Hice una exposición de cerámica, y además nueva, en Studio Jiménez en el año 1971. Nadie había visto aquí esa cerámica artística y pictórica. Y justo en ese momento el profesor de cerámica de la Escuela [de Artes y oficios] se iba a jubilar y no había sustituto. Eso es una gran suerte, ¿no?. Dionisio estaba buscando sustituto y él vino a buscarme. La Escuela vino a mí y cuando se lo cuento a los jóvenes de ahora me dicen que eso es imposible (risas)... Era otra época. Me gustaba mucho la escuela en esa época porque había profesores muy importantes como Duarte o Tomás Egea.
Yo era la maestra pero había gente con más talento que yo
P. En aquella Córdoba y en aquella escuela debía ser una especie de extraterrestre para alumnos y profesores ¿Cómo logró hacerse respetar?
R. Era muy divertido. Me exigieron ponerme un kimono. Fue un profesor de cuero, porque a mí me interesaba el cordobán. La escuela quería hacer una revista y se les ocurrió hacerme una foto para la revista haciendo un guadamecí vestida con kimono (risas). Yo llegué a Córdoba en el 68 y la gente tenía muy poca idea del lejano oriente, lo metía todo en el mismo saco. Todos me preguntaban por Madama Butterfly y por las geishas. Y yo les explicaba que eran unas artistas de vida triste y familia pobre, que se vendía a una casa de té y que ella no podía expresar su interior como mercancía que eran. Ese era el único interés que tenían en mi cultura.
P. La cuestión del idioma tampoco debió ser fácil
R. Noooo. Fue muy difícil y aún lo es (risas). En una época en la que estudiaba mucho parece que avanzaba, pero ahora que estoy jubilada estoy más relajada, y quien no me entienda que se aguante (estalla en risas).
Yo llegué a Córdoba en el 68 y (...) todos me preguntaban por Madama Butterfly y por las geishas
P. ¿Cómo acabó una chica como usted en una ciudad como esta?
R. Encontré también el amor. Es que lo encontré todo aquí. Eso decía mi madre, donde estés a gusto en tu vida, con amor y trabajo, quédate. Pero yo vine para volver, ¿eh? A mí me trajo aquí el arte. Yo terminé Diseño en mi país y quería ampliar mi conocimiento y en aquella época hacía diseño de cuero. Los cordobanes tenían mucho interés para mí y una amiga mía se había casado con un veterinario cordobés y se había venido a vivir aquí, otra coincidencia de la vida, y por eso vine. Y al final se mezcló todo.
P. Y acabó conquistándola la cerámica
R. Aquí había mucho por descubrir y eso me daba libertad. Yo venía de un mundo con mucha cerámica tradicional y con muchas capas de historia [en Japón]. Había muchos expertos y muchas familias importantes, muchas culturas distintas de cerámica. Aquí no hay. Estaba la cerámica popular, la tradicional, el botijo, la cerámica de La Rambla. No era una cerámica de mucho valor, enfocada a la utilidad y muy barata. Hay artistas que descubrieron este mundo como Picasso, Dalí o Miró. Tuvieron una época en la que quisieron hacer otro tipo de arte, con una mezcla de influencias de culturas, como la pintura africana, con la cerámica en auge. En esta época interesaba mucho a los pintores famosos lo murales artísticos de cerámica. Y yo esto no lo había visto en mi país, más interesado en la cerámica tradicional, ligada a la ceremonia de té. Allí no se hacen boles de cerámica cualquiera, sino que valen mucho dinero. A mí me gusta mucho este mundo y al llegar aquí descubrí que no había nada, ni siquiera se sabía lo que estaban haciendo estos artistas con la cerámica. Con la idea artística de un pintor mezclada con la técnica de cerámica puedes hacer maravillas y esta libertad no la sentía en Japón. Córdoba me ha llenado este espacio porque tiene La Rambla al lado, un lugar con el que yo no tenía mucha relación, importante y donde es muy fácil comprar materiales.
Con la idea artística de un pintor mezclada con la técnica de cerámica puedes hacer maravillas y esta libertad no la sentía en Japón
P. Descubrió la cerámica califal de Medina Azahara de una manera muy exótica, a mi juicio: de la mano de un cura de la Fuensanta y montando un taller con personas discapacitadas…
R. Sí. Fue con una cooperativa de minusválidos, Frapa, en 1982. Me buscaron para que colaborara con ellos haciendo un taller de cerámica, tenían mucha inquietud. Y se me ocurrió, porque me gustaba desde hace tiempo, la cerámica califal. Me daba pena porque estaba allí muerta en Medina Azahara, dispuesta de forma caótica. A Santiago [Baena, el cura] le gustó mucho la idea y fuimos a hablar con Nieto Cumplido [hoy canónigo archivero de la Mezquita-Catedral y entonces delegado de Cultura de la Junta de Andalucía], a quien también le gustó mucho la idea. Fue muy interesante y descubrí la cerámica califal, que me gustó muchísimo. Con los colores, verde de cobre y manganeso, esa combinación. En mi país ya hay este tipo de composiciones, que se llama oribe, del siglo XVI, más posterior. Cuando empecé a investigar, descubrí que en el siglo VIII ya había una cerámica con la misma combinación de colores que se utilizaban en azulejos en una placa de tejas. Esta influencia viene de China, donde había una cerámica llamada sansai [tres colores]. Esta técnica viene a Japón desde China y llegó hasta Irán. Los musulmanes la trajeron de China y la expandieron en una época en la que había mucho intercambio comercial. En Irán hay una cerámica similar que no es exactamente lo mismo, pero el verde tira más al turquesa, porque tiene una base de esmalte diferente y es más el turquesa de Egipto, aunque tiene una combinación de color miel y verde muy similar a la que acabó llegando a la España califal.
P. ¿Os dejaron copiar y estudiar la cerámica califal?
R. Claro, pero no la copiamos en la misma calidad. Yo tenía las ideas muy claras: había que coger la esencia en tres colores. No era imitar y lo hicimos en material de ahora, un material opaco con estannífero, a base de plomo y estaño y sílice y caolín, con efecto semiopaco, sin mucho brillo ni mucho mate, una calidad que me gusta mucho. Salió bien. Yo luego me retiré para seguir con mis clases y me sustituyó otra profesora con la que estuvieron 15 años más. Buscaron a un alfarero de Cardeña, muy auténtico, que iba en burro buscando arcilla de cantera y preparaba la suya propia y torneaba con torno rústico.
P. Imagino que Huchu no hako, la caja que suspendieron en el aire de Medina Azahara, una instalación surgida del trabajo colaborativo, debió suponer para usted cerrar un círculo
R. Sí. Bueno, Medina Azahara es para mí una referencia. La dinastía califal viene de Oriente Medio, de Siria, y eso supone una mezcla que me gusta mucho. Su cerámica tiene una connotación oriental, otra estética diferente a la barroca. A mí me dan ganas de acariciarla cuando la veo, para mí tiene un interés muy especial. Huchu no hako no se puede quedar en Medina Azahara. Misión cumplida. Ha pasado mucha gente a verla y ahora habrá un nuevo proyecto de Miguel Ángel Moreno Carretero. El proyecto se basa en el dinamismo del arte. La caja no se podría ir a otro sitio tal y como está, sería muy complicado, pero la cerámica que la compone sí que se puede quedar en algún sitio de la ciudad. En ella colaboró mucha gente y se sentiría orgullosa de su trabajo, de que se convierta en otra cosa pero quede.
Pedro Caro [arquitecto municipal y codirector de la instalación] tiene un proyecto que a mí me gusta mucho. Medina Azahara tiene la desventaja de no tener una buena comunicación. Mis estudiantes, que no tienen coche, no pueden llegar al conjunto arqueológico. El autobús te deja en el cruce, pero el tramo de carretera, de pocos kilómetros, que llega hasta medina Azahara es muy estrecho e intransitable. Pedro propone limpiar bien los arcenes de hierba de ese tramo, poner una tarima o algo así y que la gente pueda pasear o ir en bici por ahí. En algunas zonas se pueden poner bancos para que la gente se siente y estos bancos se pueden hacer con la cerámica de Huchu no hako. Sería la antesala, el camino al Centro de Recepción de Visitantes. Incluso se puede poner una pérgola con plantas, ¿no?. Se convertiría en un paseo muy agradable. creo que iría mucha gente joven y mayor también. Llegarían en autobús, harían este paseo tan agradable y llegan al museo donde se pueden tomar un café.
Huchu no hako no se puede quedar en Medina Azahara. Misión cumplida
P. El artista Jacinto Lara dice que usted es “la jefa” y también que ha “revolucionado” la cerámica europea
R. Yo soy mandona (risas)
[Antonio] Eso se lo ha ganado a pulso porque está habituada en clase a decir lo que cada uno tiene que hacer y organiza mucho.
[Hisae] Esto lo he aprendido de España ¿eh? Como tenía problemas de comunicación, tenía que decir sí o no muy claramente. Y los japoneses nunca decimos sí o no. Hay que hablar neutro, de forma ambigua, como los gallegos. El no es muy ofensivo por una cuestión de cortesía. Y yo no podía marear a mis alumnos y aprendí a decir sí y no claramente, lo que me convirtió en mandona. Cuando voy a Japón se preguntan, esta es rara ¿de dónde viene?, ya que digo no a lo que no me gusta. Mi mentalidad se ha españolizado. En realidad, yo nunca digo no al cien por cien, pero en el setenta ya entra todo,¿no?. el treinta es más dudoso. Este mecanismo de sintetizar lo he aprendido aquí.
P. Y lo de revolucionaria de la cerámica ¿se siente así?
R. La cerámica artística llega hasta Miró y Picasso y después ya no hay muchos ceramistas que investiguen otros materiales y mezclen. A lo mejor es por eso, porque cada vez que yo hago una exposición Jacinto se sorprende y dice, esta mujer cada vez inventa algo. Entonces, creo que quizás por eso, que en mis exposiciones siempre hay sorpresas, nunca se repiten. Evolucionan y a lo mejor revolucionan por lo que tienen de nuevo. Con lo de Europa ha exagerado un poco. También soy académica
[Antonio] Pertenece a la Academia Internacional de Cerámica, así que no va descaminado, porque en España hay 15.
[Hisae] Hace poco también he sentido el cariño de la gente porque me dieron el premio Patrimonio Humano de Córdoba. Es gracioso porque me sonaba muy raro, lo de patrimonio me sonaba a edificio y yo no sabía al principio lo que tenía que hacer. Mi amigo José Antonio Luque me llamó para hacerme una entrevista en la radio..
[Antonio] y me dijo ¿cómo está el monumento? y le contesté, está en proceso de restauración (risas)
Los japoneses nunca decimos sí o no. Hay que hablar neutro, de forma ambigua, como los gallegos
P. Estéticamente ¿cómo ha evolucionado esta ciudad?
R. Mucho. Cuando estás dentro a lo mejor no te das mucha cuenta, pero cuando yo llegué en el 68 me parecía como una ciudad de África. Llegué en verano, todo era seco, mucho polvo… Lo único verde era el Paseo de la Victoria con las Palmeras, nada más. La estación tan pequeña, mi amiga [ japonesa casada con un veterinario cordobés] vivía en el Sector Sur, en un bloque muy chiquitito y muy pobre, y yo me decía, dónde he venido. Ahora la ciudad ha cambiado muchísimo, toda la zona del Plan Renfe, por ejemplo, y ahora todo se ve más verde. Hay más sensibilización. Si me voy a lo concreto, a mí me gusta mucho el chino en las calles y plazas, es muy bonito, ¿pero por qué no lo hacen más contemporáneo?, utilizando otras técnicas. Por ejemplo, en San Agustín se podría haber hecho una espiral negra o geométrica que se puede hacer con la técnica tradicional del chino pero con una idea más contemporánea, que tenga un lenguaje de ahora.
[Antonio] Y el precio es el mismo
P. Volviendo a la cultura japonesa, ¿existen más cosas que nos unen o más que nos diferencian?
R. Hoy es muy difícil. La cultura general está asimilado mucho de oriente gracias a internet. Tengo alumnos que me enseñan dibujos de manga japonés porque les encanta y yo les digo que hagan sus propios dibujos, aunque se dejen influir por el manga. El comportamiento de la gente cambia de forma muy lenta a pesar de la globalización. La estética influirá más con el tiempo. Hay detalles de nuestras diferencias, por ejemplo, en la gente a la que le gustan mucho los animales pero no recogen sus cacas, no me puedo creer que haya parejas jóvenes que mantengan las calles tan sucias. Se ha cortado esta educación cívica que antes sí existía. En las familias se ha roto esta clase de educación que parece que ya solo es responsabilidad de los maestros, que solo se puede aprender en la escuela. En Japón es diferente. Este sentido ciudadano es más estricto. Los vecinos te critican si no cumples las normas y a nadie le gusta que lo critiquen por no ser muy buen ciudadano. Y nadie hace lo que no quiere que le hagan sus vecinos y amigos. Córdoba estaba limpísima cuando llegué en el 68, me sorprendía como las mujeres limpiaban la calle como si fuera sus casa. Hoy día las madres comen pipas y tiran las cáscaras en la calle. Se ha cortado esa educación cívica. Esta cosa pequeña de la concienciación cívica para mí es importante.
Córdoba estaba limpísima cuando llegué en el 68, me sorprendía como las mujeres limpiaban la calle como si fuera sus casa
P. En cuanto a forma de ser, podríamos decir que vosotros los japoneses sois minimalistas y nosotros barrocos
R. Sí, sí, sí. Culturalmente sí. Japoneses hay de todo, pero aquí a la gente le gusta abarcar muchas cosas y es incapaz de centrarse, cuando habla por ejemplo, en una sola cosa. Es una forma de expresarse muy barroca. Los japoneses pueden parecer más pesados, siempre machacando una misma idea. Los españoles sabéis expresar vuestro interior con facilidad y eso es muy bueno. Es como acudir al psicólogo, la gente así se relaja. El japonés se reprime porque está mal educado en ese aspecto. Solo se lo traga dentro. Si una mujer está muy triste porque ha muerto su marido, habla con sus amigas casi sonriendo, sin que se note el dolor. Los extranjeros eso no lo entienden, la ven como si estuviera loca. Ahora lo estoy leyendo en un cuento japonés, escrito por un griego casado con japonesa y gran experto en cuento japonés. Ahí lo cuenta, la mujer no expresa su dolor para no traspasarlo a los demás y que estos se molesten. Hay que aguantar la tristeza como si no hubiera pasado nada.
P. Esas personalidades se demuestran muy bien en nuestras cocinas…
R. Sí. Si aquí la gente come gambas, come un enorme plato de gambas. Los japoneses solo comen una gamba, muy bonita y se come disfrutándola de una forma diferente. De pequeña, mi familia siempre me decía que no hay que comer 100% para no saciarte y ponerte mala. Hay que dejar un 20% vacío. Aquí cuando cuento esto me dicen que es una tontería y que hay que comer hasta que ya no puedes más.
P. ¿Cree que aquí se vive mejor la vida que en Japón?
R. Sí, sí, esto sí. Aquí con poco dinero la gente sabe disfrutar. Hay un carácter muy expresivo, muy hacia fuera. Cuando hace buen tiempo, los bares están llenos, con cervecita y tapa. Hay ruido de ciudad y a mí esto me da mucha alegría.
Aquí con poco dinero la gente sabe disfrutar
P. Aunque cada vez dedicamos más tiempo a trabajar, en eso empezamos a parecernos a los japoneses
R. Sí, es verdad. Eso está cambiando. Los españoles deben pensar que tomarse una cerveza es una terapia, charlas con amigos… es algo muy bueno. En España hay muchas cosas así, por eso me gusta y vivo aquí. Cuando vuelvo a Japón me doy cuenta de que aunque critiquemos Córdoba como ciudad provinciana, aquí hay cultura, hay conciertos y todo es alcanzable. Después te puedes tomar copita… yo a estas cosas jugosas de la vida le doy mucha importancia y aquí en un día cabe trabajar, ir a un concierto y luego tomar copita. En un día se pueden hacer muchas cosas. En las ciudades grandes, es muy difícil hacer estas cosas. En Tokio no hay vida cultural en los pequeños barrios. Hay que coger el metro para ir al centro a ver un concierto o una exposición. El tiempo y el precio ya no merecen la pena. La forma de vivir en Córdoba me gusta mucho y es muy fácil moverse a otras ciudades. Es una vida más jugosa que la japonesa.
P. ¿Es cierto que Camarón cantó para usted en Montilla?
R. Sí. Increíble, ¿no? Qué cosas me han pasado aquí. Camarón no era muy famoso entonces, y pensaban que me gustaba el flamenco pero que no sabía nada. Entonces empezó a tocar el guitarrista y yo dije, esto parecen alegrías (risas), y me miraron asombrados, entonces me dedicó un cante jondo. Una oportunidad bonita de la vida. Antes me gustaba mucho cuando me invitaban a un patio, que siempre había gente tocando la guitarra y cantando, había barreños con cerveza fresquita y esto me encantaba, pero ya se está perdiendo.
La forma de vivir en Córdoba me gusta mucho y es muy fácil moverse a otras ciudades. Es una vida más jugosa que la japonesa
P. ¿Se ha sentido extraña en Córdoba y extraña en Japón?, con esa sensación de no pertenecer a ninguno de los dos lugares
R. Sí, sí, sí, sí,sí. Muchas veces. hay gente a la que no conozco mucho pero que me ha tratado diferente. Los artistas siempre me han arropado y me trataban con cariño, les parecía graciosa, eso cuando llegué. Pero estaba bien con ellos si no les hacía la competencia. Un día hice un monumento a Juan Díaz del Moral en Bujalance y descubrí que mis amigos me criticaron porque una japonesa había hecho esa escultura. Antes era amiga y después fui extranjera, cuando me convertí en competencia. Ahora cuando vuelvo a Japón, aunque tenga cara japonesa ya no soy como ellos. Si digo mi punto de vista sobre el arte de un artista, por ejemplo, porque es muy tradicional, y expreso que no tengo interés en esa clase de artistas, se molestan y creen que soy muy creída. Sé que tengo que callarme cuando me piden opinión porque en Japón no se puede decir lo que piensas sinceramente y yo lo olvidé.
P. ¿En el fondo se siente cordobesa?
R. Sí, sí. Aquí está mi casa. Me gusta mucho la cultura de Córdoba pero lo más importante son la familia y los amigos. Donde tengo amigos es donde estoy más a gusto. Y en Japón solo me quedan las amigas de la infancia. Mis amigos son todo españoles. Aquí es donde estoy a gusto.
[La política] es como la cerámica, a veces estoy mezclando algo y no funciona, pero a veces sale. Esto es la vida.
P. Estamos en el año del mono ¿todos somos náufragos y solo el mono se salva?
R. Sí. El mono es muy inteligente. El más sabio de todos los animales. Y así estamos, que no sabemos donde ir, a ver si el mono nos conduce. Eso es bueno. Es que tú dime, yo ya no tengo ganas de ver las noticias por tanta incertidumbre política. Parece que España va otra vez a elecciones, con tanto gasto público como eso supone. No entiendo por qué no prueban a hacer una coalición, por qué no se adapta la situación de ahora. ¿Por qué no prueban durante 4 años? Seguramente será caótico pero es algo. Hay que hacerlo sin miedo, aunque no estén de acuerdo porque a veces la ideología frena, buscando otra forma. Esto es como la cerámica, a veces estoy mezclando algo y no funciona, pero a veces sale. Esto es la vida.
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