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Juanjo Fernández / JUAN HUERTAS

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Pablo Salinas lidera una formación de nueve guitarristas prodigiosos que abren un recital tocando con sus eléctricas composiciones de los barrocos Bach o Vivaldi, demostrando que, en esa época, eran las autenticas estrellas pop rock del momento. Pero es que también van a ir apareciendo en el set-list obras de Rossini o Chopin. Virtuosismo a raudales que se sigue demostrando en una “suite española” en la que suenan, unidos, Falla, Albéniz y Jerónimo Jiménez.

Demasiada perfección puede esconder al duende o al pellizco; pero no teman, aparecen cuando invitan al escenario a Alfonso Linares, profesor de guitarra flamenca del Conservatorio de Córdoba y, en formato de trío, atacan un homenaje al recientemente fallecido pianista de jazz Chick Corea con su espectacular tema “Spain”. Y el trío se queda para interpretar unas bulerías de Paco de Lucía. Es posiblemente el momento más emocionante del recital.

Pero aún quedan más sorpresas. El líder de la orquesta de guitarras eléctricas presenta a un “miembro” más: un artefacto que podríamos llamar “batería-robot” que manejaba el propio Salinas a cierta distancia con una especie de mando. No era una caja de ritmos, no estaba programada. Con el nuevo cacharro se atreven con Duke Ellington y se convierten en una Big Band.

Nueve guitarras pueden convertirse en 69 instrumentos como nos dice el propio Salinas para presentar una nueva incorporación al repertorio de Sinfonity: una pieza en la que engarzan fragmentos de las bandas sonoras de Star Trek, E.T, Blade Runner y La Guerra de las Galaxias, ya con el público definitivamente entregado.

Y en el primer bis, Queen, y suenan “We are the Champions” y “Bohemian Rapsody”. Y en el segundo, muy demandado por el respetable, terminan con Henry Mancini.

Hay que reconocer que el concierto fue de menos a más, que terminó muy arriba, que escuchar música clásica con cierto punto de Heavy puede eliminar ciertas barreras para acercarse a esas obras, por lo demás muy populares desde hace centurias.

Así que hubo demasiado de todo, porque este cronista llegó a pensar que en una sola noche, entre los nueve intérpretes y los diferentes efectos en sus instrumentos, se reunieron en el escenario de La Axerquía más guitarras en un solo espectáculo del Festival que en más de alguna de sus ediciones completas.

Lástima que también hubo demasiado cemento en el recinto. De las 1.500 plazas de que dispone ahora por las medidas de seguridad sanitaria, sólo se cubrieron unas 400 localidades.

Pero se lo pasaron bien. Entre los bises hasta se llegó a percibir una voz desde la grada que demandaba: ¡Deep Purple!

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