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“Se cae a pedazos, pero es mi casa”

Estado actual del Estadio San Eulogio | ÁLEX GALLEGOS

Paco Merino

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En el mismo sitio y a la misma hora, como dice la conocida letra de la sevillana. Pero aquí, en San Eulogio, nadie tiene ganas de bailar. Juan Motos es el responsable de la estructura deportiva del Club Fray Albino, un histórico del fútbol cordobés. La entidad se fundó en 1951 y vivió épocas de esplendor. Esta última temporada la terminó con un solo equipo, en categoría juvenil, “y pasando muchas calamidades”, dice el que fuera jugador, entrenador “y lo que haga falta”. Motos, acompañado por un puñado de fieles a la causa, pasea por el ruinoso recinto con pesadumbre. Todo se viene abajo. El que fuera hogar del Córdoba CF hace 25 años es hoy un espacio lleno de trampas: hay que llevar cuidado al pisar. En el campo, en la grada o en los vestuarios. O más bien en lo que queda de ellos.

El último curso deportivo lo vivió el Fray Albino en las instalaciones del Guadalquivir. Allí se marcharon “por indicación del Imdeco” cuando les dijeron que, tras unas reuniones con Cajasur -entidad propietaria del vetusto estadio-, el asunto se iba a arreglar. El asunto es, nada más y nada menos, que disponer de un piso de albero sin cráteres -lo del césped, que ya tienen todos los barrios de Córdoba, es una utopía para ellos-, unos vestuarios con agua caliente y unas gradas que no se desmoronen ni sean nido de ratas. La campaña deportiva ha terminado y el Fray Albino está agonizando. Apenas les queda un puñado de chavales, unos entrenadores y un par de románticos -el propio Motos y la presidenta, Rosario Sánchez- que se empeñan en mantener viva una entidad emblemática en la ciudad.

Hace dos años denunciaron a través de CORDÓPOLIS una situación insostenible. “No podemos aguantar más”, dijeron entonces. Han podido. Y no se van a rendir. Al campo del Guadalquivir no piensan regresar más. Vuelven al barrio. “Se cae a pedazos, pero es nuestra casa”, explica Juan Motos, cuya aspiración es mantener al club haciendo un perpetuo homenaje al fútbol del blanco y negro, al de aquella época de polvo en verano y barro en invierno, porteros con rodilleras y familiares y vecinos en las gradas. Celebrarían un regreso al pasado. Así están las cosas en el Fray Albino y en San Eulogio, donde un día se paró el reloj y nadie ha sido capaz de darle cuerda.

“Está peor, mucho peor. Llevamos un año que no lo hemos utilizado prácticamente para nada. Nos dijeron que le iban a meter mano en diciembre y por eso nos fuimos al campo del Guadalquivir. Nos dijeron que estaba todo hecho, bien encaminado, que faltaban unos flecos...”, relata Juan Motos, quien reconoce que “Cajasur todos los años al principio nos adecenta la instalación, el albero y los vestuarios para poder seguir jugando”, pero “como hemos estado esta última temporada en el Guadalquivir”, la situación se paralizó. Ver ahora San Eulogio provoca pena. Su imagen, en el corazón de un barrio como el Campo de la Verdad, encarna la incapacidad institucional para mantener activa una instalación emblemática. En esta zona están habituados. “Mira el Polideportivo de la Juventud cómo está”, apuntan los técnicos del equipo de fútbol.

https://youtu.be/DFEumWcZ05w

Salieron de San Eulogio con la idea de volver para encontrarlo en unas condiciones aceptables de seguridad y salubridad. Esa ilusión les permitía salir adelante en los momentos duros, que fueron muchos. “La idea era arrancar con cinco equipos, pero al final nos quedamos con tres. Dos días antes de empezar la liga, el equipo de mini se nos quedó atrás porque son niños chicos, los padres no quieren llevarlos... Tuvimos que retirarlo. Empezamos con dos juveniles, pero como allí hay dos equipos más, pues uno tira de uno y de otro y, al final, nos quedamos con un equipo nada más y nos costó la misma vida terminar la temporada. Y todo con tal de que no desapareciera, porque ha estado a punto”. Ahora, sin nada que perder, dicen que vuelven a su casa y que de allí no les va a sacar nadie.

“Esperábamos que las obras se hicieran, pero ahora nos encontramos con esto. No han hecho nada. El campo nos lo han destrozado con actos vandálicos. Han roto las puertas, han quemado los vestuarios... Esto es como el que desahucian de su casa. Si no tienes otro sitio donde ir, pues aunque sea a un chozo. Pero nosotros volvemos a nuestra casa. Y cuando entre una máquina por la puerta y nos diga que nos tenemos que ir, pues nos iremos. Estamos hartos de mentiras”, explica Motos. Sus compañeros en la diezmada tropa de gestores del club le secundan. “Mi niño lleva aquí desde los cuatro años y ya es juvenil. Seguiremos hasta el final”, dicen con orgullo.

Motos recuerda cómo empezó todo aquello. “Desde el 2005, cuando estuvo aquí la señora Rosa Aguilar, todo ha sido una cadena de engaños. Ha pasado todo el mundo y nadie hace nada. No nos creemos a nadie”, manifesta con amargor. Hay un convenio firmado aquel año que no se cumplió y del que “nadie se quiere hacer cargo”. Aquel acuerdo incluía la mejora de los campos de fútbol municipales a cambio de publicidad para Cajasur por parte del Ayuntamiento, mientras que la entidad financiera se comprometía a la instalación de césped artificial en el campo de fútbol. “Iba a ser el primer campo con césped y ahora nos conformamos con tener albero”, confiesa Motos, que lamenta el escaso apoyo recibido por parte de los distintos grupos políticos.

“El último que vino fue Ciudadanos, que lo llevó al pleno, pero al final no se ha concretado nada. Estuvo Reina, Rojas... Todos lo ven pero nadie hace nada. En los últimos cuatro años hemos pedido reuniones pero no nos escuchan. Cuando falten semanas para las elecciones seguro que vienen todos a enseñarnos maquetas, proyectos... Y así estamos. Son muchos años esperando a que se haga lo que se dijo en su día”, apunta el directivo del Fray Albino, quien asegura disponer de documentos firmados en los que se adquirieron compromisos que no se cumplieron.

“Tengo papeles en los que consta que el presidente de la Asociación de Vecinos nos instaba en 2008 a salir del campo porque se iba arreglar. Poco después nos dijeron que no era el momento. Y se ve que no ha habido ningún momento en diez años. Por todas partes nos han engañado. Aquí quien sale perdiendo es la gente del barrio porque no puede practicar deporte aquí. En este barrio no tenemos nada. De ser el barrio pionero en instalaciones deportivas hemos pasado a la miseria total”, relata, al tiempo que insiste en que tienen muy claro lo que demandan. Un hogar digno para vivir. Sin lujos, pero sin carencias.

“Nos vienen con maquetas, centros de ocio, aparcamientos... Que no. Que lo único que queremos es un vestuario decente para ducharnos, unos servicios y un campo de fútbol. Ya te cansas. Lo que queremos es que no se pierda un club y que los jóvenes del barrio puedan tener un equipo. No queremos medallas. Esto te cuesta los dineros y este año ha sido un desastre total, que no hay por donde cogerlo. Sin publicidad, sin bar, sin taquillas... ¿De dónde sacas el dinero para mantener esto? Así estamos”, dicen los componentes de una entidad deportiva que se resiste a desaparecer.

En las últimas tardes, bajo un sol inmisericorde, los últimos supervivientes del Fray Albino se citan en San Eulogio para parchear lo que pueden. Como mínimo, evitar todo lo que pueda suponer un peligro para la integridad de los que acuden allí. Y eso no es poca cosa. En uno de los fondos, el muro se derrumba y está apuntalado en varios sitios. A cualquier viandante le puede caer un cascote. Y, a día de hoy, acercarse a las vallas e incluso a las porterías no resulta muy recomendable. Sentarse en el banquillo es, directamente, una práctica de alto riesgo. Y en medio de ese ambiente hostil, el Fray Albino quiere recuperar su hogar. “Volvemos a San Eulogio. Si tenemos una caseta, una bombilla y un chorro de agua, pues con eso nos apañaremos. Pero ya no nos vamos de aquí porque desapareceríamos”, dicen. Y hay que creerles.

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