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La verdadera historia de la piedra en forma de corazón y pintada de rojo en Córdoba

Piedra en forma de corazón pintada de rojo en la calle Armas

Jesús Ventura

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En el corazón del Casco Histórico de Córdoba, muy cerca de la plaza del Potro y de la plaza de las Cañas, se encuentra una pequeña piedra con una forma curiosa: casi perfecta, con los contornos redondeados que evocan la figura de un corazón. De hecho, muchos conocerán su existencia, pero no se han parado a investigar ni siquiera a saber cuánto lleva ese color rojo que despierta algo de curiosidad. Tanto es así que hay muchas leyendas que, incluso, se han hecho virales en redes sociales en los últimos días, pero ¿qué hay de cierto en las historias que circulan sobre ella? Pues realmente poco.

En los últimos años, especialmente a través de redes sociales, ha ido cobrando fuerza una versión romántica atribuida a la piedra: se dice que una mujer de alrededor de 80 años la pintaba de rojo con regularidad en memoria de su marido fallecido, para que este, “cuando bajase del cielo”, pudiera reconocer el lugar y encontrarla. La historia hablaba de un gesto de amor infinito, repetido mes tras mes, década tras década, convertido en símbolo de devoción con el paso del tiempo. Publicaciones en plataformas como Facebook o TikTok han amplificado la narración, describiéndola como una promesa que se mantiene viva y como una de esas leyendas urbanas que parecen surgir del imaginario colectivo. Sin embargo, la historia que entraña esta piedra va más allá.

Los hechos reales: una niña de seis años y un pintaúñas rojo

Buceando más allá de la viralidad y las versiones emotivas de Internet, la verdadera historia de la piedra es mucho más íntima y humana, lejos de ese dramatismo amoroso. Según recoge la iniciativa cultural LosetArt -que documenta historias y curiosidades del patrimonio local de Córdoba- y ha podido saber este periódico, no fue una mujer octogenaria ni un marido fallecido lo que inspiró la pintura roja en ese corazón de la calle Armas.

La autora fue una niña de apenas 6 años, llamada Carmen, que jugaba traviesa en casa de sus abuelos y decidió colorear la piedra con un pintaúñas rojo que aún conserva su abuela, también Carmen, como recuerdo. Esa primera capa, inocente y espontánea, fue la que dio origen al distintivo corazón rojo que hoy todos ven en la calle Armas.

Junto al corazón hay un código QR habilitado para escanear, que redirige a la página de LosetArt donde puede leerse el testimonio en primera persona de la abuela de Carmen, confirmando esta versión de los hechos -aunque la nieta insiste que no lo hizo por amor en la primera ocasión, sino que fue por diversión-

Este contraste entre lo viral y lo documental revela dos cosas: por un lado, cómo una historia romántica puede tomar fuerza en redes sociales y construir una narrativa que se transmite de boca en boca, y por otro, cómo el valor de un gesto infantil puede convertirse, paradójicamente, en un patrimonio afectivo de la ciudad. La pequeña piedra, que muchos toman como símbolo de amor eterno, es en realidad un testimonio de la inocencia de la infancia, un recuerdo que se ha mantenido con cariño entre generaciones y que ahora se ha insertado en el imaginario colectivo de Córdoba.

Piedra en forma de corazón pintada de rojo
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