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Atrévete a soñar y crear el futuro de Córdoba antes que desaparezca
En estos años de incertidumbre social ante nuestro futuro, frente a una Europa sin rumbo, como observadores pasivos, sin opinión, en un nuevo café europeo para todos, descafeinado, tenemos que despertar de nuestro letargo histórico.
Hace unos días el arqueólogo Antonio Monterroso dándonos una lección de historia, escribió un manifiesto geopolítico y sociológico sobre el destino de Córdoba. Utilizó el pasado para legitimar el futuro y lanzar un ataque feroz contra la mentalidad actual de la ciudad. En esta línea, hoy quiero soñar el futuro para legitimar nuestro presente y acreditar que somos legítimos herederos de nuestro pasado. Vamos a ello.
Las ciudades son órganos vivos, una especie de Gaia, cuya esencia en Córdoba se manifiesta en el diálogo constante entre la Sierra y el río Guadalquivir, un todo interconectado que modula su propia existencia, donde lo digital está bordando una nueva epidermis ontológica. La globalización ha urdido un nuevo paradigma de relaciones culturales, económicas, y de toda naturaleza, especialmente medioambientales, de las que no somos ajenos, que requiere su conocimiento y consciencia.
Nuestro actual reto es desafiar nuestro enfoque negativo de la vida que ha sido alimentado por la cultura actual, ampliada por internet, los medios de comunicación, articulado en un postmodernismo relativista. Todos somos dueños de nuestra verdad, existen multitud de verdades, la verdad ya no es única. Pienso que tenemos que resetear nuestro pensamiento y actuar en positivo, en realidades concretas, y urgentes.
Tomo como ejemplo los actuales efectos nocivos que las borrascas en estos últimos años están incidiendo en la ciudad, la última, la Borrasca Claudia. Planteo un nuevo enfoque.
Estamos finalizando la construcción de un tanque de tormentas a nivel del río Guadalquivir. Recordando planteamientos de la mecánica clásica, el agua como elemento está dotada al mismo tiempo de una energía potencial que le permite hacer un uso práctico de ella y de energía cinética que si se utiliza sabiamente es productiva, pero si se ignora es erosiva, dañina.
Para empezar a legitimar nuestra herencia romana y árabe, al igual que hicieron nuestros antepasados gestionaría el agua en la sierra, mi planteamiento es que el agua sea captada y almacenada temporalmente en la zona norte de la ciudad, al pie de la sierra, donde aún conserva su energía potencial. Así, se le pueden dar más usos que el simple bombeo a la EDAR de La Golondrina ya a nivel del río. Este sistema serviría, en un primer momento, para descargar la red de saneamiento de Emacsa de las importantes avenidas de agua, motivadas por fenómenos meteorológicos que últimamente azotan con fuerza, provocando fuertes precipitaciones, las nuevas borrascas.
Parémonos un momento a analizar la naturaleza de estos nuevos fenómenos meteorológicos, para conocer el problema. Este es el nuevo escenario, un océano con fiebre. Tomemos como ejemplo la reciente Borrasca Claudia. Le llamaremos “El Caso Claudia” y hagamos un Análisis Forense del Evento. Para ello nos trasladaremos al pasado 8 de noviembre del presente año 2025.
Esta borrasca dejó calles anegadas, árboles caídos y colectores desbordados. No fue un capricho del tiempo: fue el síntoma de un cambio profundo.
Si analizamos este episodio con las herramientas de reanálisis climático, aparece una huella nítida. El 8 de noviembre, mientras barrios como el Corregidor o la avenida Gran Vía Parque se inundaban, el Golfo de Cádiz presentaba una anomalía de temperatura superficial del agua cercana a +2 ºC respecto a su valor normal. En septiembre era de +0,9 ºC: el océano, lejos de enfriarse como antes, estaba reteniendo el calor del verano como una auténtica batería energética, cargando la atmósfera de humedad. Ese fue el combustible.
Falta el detonador, la chispa: esta fue la interacción de este golfo cálido con una Vaguada Polar profunda (un Jet Stream meridional que traía aire con una temperatura cercana a los -50º C) generando una convección explosiva. Esta dinámica atmosférica propició que los vientos del Suroeste (Ábregos) se canalizaran por el Valle del Guadalquivir, impactando frontalmente contra la Sierra de Córdoba y descargando sobre las cuencas de los arroyos de nuestra ciudad.
El resultado lo conocemos, colectores colapsados y barrios inundados. Pero el diagnóstico nos dice algo más, esto no fue un accidente, es un síntoma de un cambio estructural. El océano seguirá calentándose y las borrascas seguirán siendo explosivas. Por eso, seguir confiando únicamente en infraestructuras grises y centralizadas en la cota baja es una estrategia del siglo XX para problemas del siglo XXI.
Hago una propuesta. Frente a la solución inercial de enterrar arroyos y hacer obras faraónicas hormigonadas como tanques de tormentas de 22 millones de euros, propongo desplegar una Infraestructura Verde en la cabecera en la cuenca de los arroyos.
Tomo como ejemplo la del Arroyo San Cristóbal. Podría salir su construcción sobre unos 2 millones de euros ahorrándonos unos 20 millones que es lo que ha costado el tanque de tormentas que se está construyendo.
Este proyecto, se circunscribiría por encima del soterramiento de este arroyo que existe en unos terrenos municipales colindantes con la avenida del Calasancio que se unen espacial y longitudinalmente con el parque de la Asomadilla.
La idea es crear lo que llamo un “Rosario de Humedales” en dirección al parque de la Asomadilla. En concreto tres que actuarían como balsas, articulado en tres fases, que imitan a la naturaleza: el primer humedal frenaría la primera avenida de estas aguas torrenciales de las borrascas, para disipar su energía. En la cota más alta, pequeños azudes de piedra frenarían la velocidad del agua que baja de la Sierra, quitándole su fuerza destructiva antes de que entre en la red de saneamiento. Seguida de un humedal central en forma de lagunas encadenadas capaces de retener entre unos 30.000 metros cúbicos de agua aproximadamente. Esos son 30 millones de litros que no bajarían de golpe a colapsar los colectores de la avenida Gran Vía Parque, y el barrio del Corregidor sino que quedarían almacenados arriba de forma segura y, por último, un tercer humedal a las puertas del lado norte del parque de la Asomadilla.
Se trata de aplicar la inteligencia territorial: crear un sistema de lagunas de laminación que actuarían como un escudo. Retenemos el agua arriba, aprovechando su energía potencial para gestionarla, en lugar de dejar que se convierta en esa energía cinética destructiva que revienta las alcantarillas de la parte baja de la ciudad. Además, limpiamos esa primera agua de lluvia mediante filtros verdes, por gravedad, sin coste energético, antes de que llegue al río.
Lo mejor de esta propuesta es que no es una obra invisible enterrada bajo el asfalto. En época de lluvias, funciona como un escudo hidráulico. Pero el resto del año, sería un nuevo parque fluvial para la ciudadanía, un corredor verde que conectaría físicamente el Parque de la Asomadilla con el entorno natural de la Sierra.
En los humedales podrían plantarse macrófitas como eneas y carrizos, auténticos filtros verdes capaces de atrapar sólidos y parte de los contaminantes que arrastra la primera lluvia. Entre ellos, un bosque de ribera con álamos blancos y fresnos estabilizaría los taludes y levantaría un “techo verde” capaz de dar sombra allí donde hoy solo hay sol y polvo.
En una ciudad que cada verano roza los límites de lo soportable, esa combinación de láminas de agua y arbolado funcionaría como un regulador térmico natural, reduciendo varios grados la temperatura respecto a las calles asfaltadas colindantes. Al mismo tiempo, recuperar la antigua vaguada del arroyo abriría un corredor de ventilación que permitiría respirar mejor al barrio, dejando que las brisas que bajan de la sierra encuentren un cauce libre hacia la ciudad.
Además, esta visión encaja con los propios compromisos de la ciudad. El plan de inversiones de nuestra empresa municipal de aguas ya contempla la necesidad de mejorar el tratamiento de pluviales y fomentar el uso de recursos no convencionales para riego y usos urbanos. La Agenda Córdoba habla de renaturalizar la ciudad, crear corredores verdes y cerrar el Anillo Verde Norte conectando con la sierra. Una red de humedales en San Cristóbal no sería una ocurrencia aislada, sino la traducción hidráulica de esos documentos, menos hormigón enterrado, más territorio vivo al servicio de la ciudadanía.
También el clima a gran escala reclama esta adaptación. La Oscilación del Atlántico Norte (NAO) está modulando nuestras secuencias de años secos y húmedos, alternando periodos de borrascas encadenadas con etapas de sequía prolongada. Un sistema de humedales profundos en cabecera permite precisamente eso, laminar avenidas súbitas en fases húmedas y mantener láminas de agua y biodiversidad en fases secas, actuando como refugio climático urbano.
Seamos dignos de nuestro tiempo e, inspirados por la conciencia que despertó nuestro añorado Carlos Castilla del Pino al advertir sobre la destrucción de nuestras calles, atrevámonos a soñar y a crear nuestro futuro, asegurando hoy la Córdoba que queremos para mañana.
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