Sangre, sudor y Texas
Una noche tórrida y un teatro de la Axerquía prácticamente lleno dieron la bienvenida a la 44 edición del Festival de la Guitarra de la mano de Texas, la banda escocesa pilotada por Sharleen Spiteri, que mantiene su solvencia escénica casi cuatro décadas después. Durante poco más de hora y media, los británicos descargaron un concierto convincente trufado de los grandes éxitos que han jalonado su longeva carrera.
Los británicos arrancaron la función con el primer hit que los dio a conocer en 1989, I don’t want a lover, y ya Spiteri agarró los mandos de un espectáculo persuasivo, efectista y profesional, propio de una banda muy rodada que ha vendido nada menos que 35 millones de discos en todo el mundo. A sus casi sesenta años, la escocesa mantiene la calidez de una voz que fue desde los inicios el estandarte indiscutible de la banda fundada en 1986 junto a los hermanos MacElhone.
Spiteri se adueñó del escenario con descaro e interaccionó fluidamente con un público entregado que conocía sus discos de memoria. Bajo tres grandes pantallas y un juego de luces sin excesos pero eficaz, Texas logró ajustar un sonido limpio y elegante, que sacó brillo a un repertorio netamente pop. Uno a uno fueron desfilando los éxitos de una biografía musical no demasiado prolífica compuesta por una decena de títulos a lo largo de 36 años.
La sofocante calina monopolizó parte de las intervenciones de Spiteri, que mostró un abanico con las letras sobreimpresionadas de Puto calor y arrancó entre risas la chaqueta del guitarrista en medio del concierto ante la estupefacción general. Tras un junio asfixiante que ha pulverizado todos los récords del termómetro, el mes de julio se estrenó en la Axerquía presagiando nuevos registros poco tranquilizadores.
Texas no se salió del guion previsto y ya a la hora del concierto Spiteri fue preparando al público para la traca final. Con la aclamada Say what you want, que acumula en Spotify casi 149 millones de escuchas, inició la cuenta atrás de un espectáculo que estuvo a la altura de uno de los festivales más señeros del calendario peninsular. Inner smile sonó eléctrica y contundente en plena comunión con la grada antes del emocionante homenaje que Texas tributa cada noche a Elvis Presley y su mítica Suspicious mind.
Texas integra aquella nómina de bandas poperas de finales de los ochenta que facturaban canciones digeribles y pulcramente envasadas. La voz envolvente de Sharleen Spiteri y su más que sugerente fotogenia resultaban un producto redondo apto para el gran público, tal como quedó certificado en el Teatro de la Axerquía. Constituida en 1986, el grupo de Glasgow irrumpió tres años después en el mercado anglosajón con una fuerza arrolladora. Su primer álbum funcionó como una apisonadora, pero fue en su cuarto disco cuando un espléndido Say what you want conquistó las radio fórmulas de medio mundo. La canción presenta una factura perfecta. El timbre cálido de Spiteri, sus giros susurrantes y la bella simplicidad de un estándar convencional de pop catapultaron a la banda escocesa al olimpo de un negocio altamente competitivo.
Su discografía y su volumen de ventas han demostrado que Texas no es un producto de marketing, pese a que muchos subrayan la saturación almibarada de algunas de sus creaciones. Anoche dieron buena cuenta de ello con una actuación energética y concluyente. Su concepción musical, no obstante, no tiene mucho que ver con los efluvios sureños del Estado de Texas ni tampoco con la banda sonora de Ry Cooder en el legendario filme de Wim Wenders, del que tomaron el nombre del grupo.
Aunque los créditos de Texas aluden al blues y el country como ingredientes sustantivos de su trabajo, lo que anoche pudimos escuchar se ubica geográficamente en el universo pop de los noventa. Lo cual no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Es un mérito indiscutible de la banda su capacidad de supervivencia en una industria salvaje que devora proyectos con la voracidad del monstruo de las galletas. Mucho más si, como ha reconocido la propia Spiteri, el proyecto está liderado por una mujer en un océano mayoritariamente masculino.
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