La riqueza arqueológica de Córdoba que puede verse al recorrer la ciudad, a simple vista en superficie, en sus museos o yacimientos, tiene también una cara oculta más desconocida, por hallarse en sótanos de edificios, oculta a la vista del público por lo general. Un patrimonio que se ha conservado a varios metros bajo tierra, como testigo privilegiado de la importancia de Córdoba a lo largo de la Historia.
Entre esos restos arqueológicos de gran valor destacan -por poco conocidas por cordobeses y visitantes-, las termas romanas que se encuentran en el sótano de una tienda de la firma Bershka, en pleno centro de Córdoba. En el primer sótano de lo que hoy es un edificio comercial de esta firma de ropa en la calle Concepción, se pueden ver parte de lo que fueron las termas públicas de la época Corduba romana.
Su conservación a lo largo de los siglos ha sido posible porque allí se edificaba el patio del antiguo Convento de la Concepción, construcción que no dañó lo que el subsuelo atesoraba. La natatio –el vaso de mayor tamaño para el baño en las termas- se conserva perfectamente junto a restos de otras piezas que componían este conjunto, como los lugares para descansar entre baño y baño.
Fechados en siglo I, estas termas públicas de acceso libre en su época se erigían en pleno centro del núcleo de la ciudad, dando cuenta así de su importancia, justo en el cardo principal de la urbe. Y es el único ejemplo conservado en Córdoba de una natatio.
Otros ejemplos de este patrimonio arqueológico de Córdoba que no está fácilmente a la vista se encuentra en dos hoteles. En el hotel Conquistador, frente a la Mezquita, su subsuelo guarda una sala de abluciones de la época de Almanzor. Los restos se han integrado en el hotel, bajo una superficie de metacrilato que deja ver desde dentro de estas instalaciones los restos que se encuentran debajo.
Estos restos arqueológicos fueron descubiertos en 1998, cuando se realizaban las tareas de excavación para la construcción del hotel. Los restos, pertenecientes a uno de los tres salones de abluciones de la Mezquita de Córdoba, constituyen un edificio de planta rectangular, construido mediante grandes sillares de piedra y dotado de una compleja infraestructura hidráulica.
Por su parte, el hotel Palacio del Bailío conserva en su sótano la planta y parte de los habitáculos de una domus, una casa de dueños de alto estatus en la Corduba romana. Visible a los ojos del visitante desde el suelo de cristal del restaurante del hotel, el acceso se encuentra junto al spa subterráneo del establecimiento.
En esta domus romana con peristilo del siglo I se conserva la estructura de dos habitáculos, el mosaico de los suelos, el estucado pintado que revestía a los muros y las columnas que sostenían el acceso al patio. Todos ellos son materiales y detalles nobles usados solo en la construcción de viviendas de la clase alta.
Ocultas también a los ojos de la mayoría, en el garaje de un edificio de viviendas en la calle Secretario Carretero, se encuentran unas impresionantes cloacas romanas. Datan del siglo I y pertenecían a un barrio en la parte occidental de la Córdoba romana, extramuros del núcleo amurallado.
Perfectamente conservado, vallado e iluminado, su importancia radica en que se conserva una sección con tres tipos de cloacas que dan cuenta de lo avanzado de la ingeniería hidráulica romana. Aquí se recogían las aguas procedentes del anfiteatro de la Córdoba romana, que fue el anfiteatro más grande construido en su época en todo el imperio y solo superado después por el Coliseo de Roma y el anfiteatro de Cartago.
A estas joyas del patrimonio arqueológico 'desconocido', como la que se encuentra en el segundo sótano del aparcamiento público de la calle Cairuán, retranqueado sobre la muralla de la casco histórico, y donde se conservan los restos de la primitiva muralla romana fechada en la época alto imperial tras la declaración de Córdoba como colonia patricia (Siglo I).
Además de estar visibles y perfectamente conservados los elementos primigenios de la época romana, también se observa parte de la muralla reutilizada en fechas posteriores, en la era islámica, en época de Almanzor (siglo X), con todo un lienzo de sillares adosados a la muralla primigenia. Y posteriormente, la misma edificación pasó a ser parte de la muralla del Alcázar de los Reyes Cristianos –que se encuentra a unas decenas de metros- y de la que se conserva la base de un torreón de defensa del recinto amurallado.
O el lienzo de la muralla del siglo II que se halla en el garaje de un edificio de viviendas en Ronda de los Tejares, en pleno centro de Córdoba. Cuenta con parte del lienzo norte de la muralla de la ciudad, otros tramos de la cual se pueden ver también en edificios de la misma avenida como la sede central de Cajasur.
En este caso, entre las plazas de aparcamiento del edificio, se puede observar la muralla conservada -que tenía entre 2 y 3 metros de anchura- junto a la marca del foso anterior de 18 metros para impedir el acceso a la muralla y, en la parte posterior, los refuerzos que sostenían desde el interior la muralla. En este tramo, además, se observa la presencia de una torre defensiva de planta rectangular.
Muestras, todas ellas, de la Córdoba bajo tierra, historia perfectamente conservada y reveladora, que pasa desapercibida en el día a día en la superficie de la ciudad.
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