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El legado musical de Morente revivificado por sus hijos

Kiki y Soléa Morente, en el Teatro Góngora | TONI BLANCO

Francisco Martínez Sánchez

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En Dos corazones a un tiempo los dos hijos menores de Enrique Morente asumen con todas las consecuencias artísticas la responsabilidad de mantener y difundir el legado flamenco y musical heredado de su padre. Soleá y Kiki Morente sintetizaron el pasado jueves en el Teatro Góngora los resortes estéticos por los que gravitó el recordado cantaor granadino; desde la obligada referencia al cante clásico hasta desembocar en arriesgadas actitudes musicales en conflicto con momificados e inamovibles conceptos flamencos que solo conducen al hastío.

La incitación del cante por soleá sirvió para que Kiki Morente vivificara los estilos gaditanos que con brillantez prodigó su padre; inflexión de voz apropiada para el desarrollo del cante, en tesitura tonal marca de la casa. Continuó por tarantas sustentando con decoro el juego ágil y ondulante que demanda estos estilos. “Yo vuelvo por mis alas” y el siempre reivindicado Lorca afloró en sugerentes melodías morentianas trazadas con vigor y sensibilidad por Kiki Morente, valiéndose del fandango de Granada para resolver airoso el envite flamenco. El marchamo tradicional de los tientos fue la horma que mejor le definió como cantaor, perfilando indelebles matices paternos subrayados en los tangos, maridaje de diversas tendencias en cómodo fluir... y Leonard Cohen en proyección vital y efusiva, “¿quién te escribirá canciones de amor?”. Kiki Morente concluyó por granaína enlazando con bulerías, dejando patente que es un cantaor en plena forja pero que tiene para sí el metal apropiado.

La presentación de Soleá Morente cantando por granaínas de Chacón solo fue un mero trámite, lo suyo iba por otros derroteros y así lo demostró con solvencia. Acompañada al piano por JJ Machuca la artista canalizó su voz en el cauce lorquiano de La leyenda del tiempo, y de nuevo el recuerdo de Enrique que en 1998 grabó para la posteridad los versos del poeta granadino, “nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño”; Soleá revivificó el poema, asumiéndolo con heredada sutileza musical, acaricia sonora, hilo de voz ensimismada en complicidad con el público expectante desembocando en los íntimos versos de Agustín Goytisolo Palabras para Julia. Pero Soleá Morente también mostró su perfil destrenzado, airoso como en los tangos Ay mi vida, que se me va que son un evidente ejemplo de la capacidad recreadora que tuvo su padre. Acompañada por todos los músicos, entre ellos David Carmona a la guitarra flamenca, el percusionista Pedro Gabarre, el pianista JJ Machuca y su hermano Kiki, Soleá Morente desgranó parte de su primer disco en solitario, Tendrá que haber un camino (El Volcán, 2015). Los temas se sucedieron en alternancia de melodías y contenido, como el detalle de las sevillanas, acompañándose a las castañuelas. Plena y entregada, la artista alcanzó el éxtasis desbrozando aristas en un laberinto de agresivos sonidos con Voy por el mundo y sobrevivo, del disco Encuentro que grabó con Los Evangelistas, un tema con seguiriya incrustada, recordando los pasos del memorable disco Omega.

Soleá y Kiki Morente Dos corazones a un tiempo y el público plenamente satisfecho con lo escuchado y visto en el Teatro Góngora. No faltó el reclamado bis ni el espontáneo fin de fiesta por bulerías a pie de escenario.

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