La primera 'otoñada' deja los embalses cordobeses con el doble de agua que hace un año
El primer tren de borrascas del otoño no suele ser el que más se note en los embalses. El verano tan extremo que sufre una provincia como Córdoba, con temperaturas muy altas y prácticamente sin lluvia, provoca una enorme sequedad en el terreno. Los acuíferos se vacían, la arcilla de la campiña se agrieta y los arroyos y ríos se secan. Por eso, las primeras lluvias suelen quedarse en la tierra, que va recuperando su humedad antes de desbordarse.
Pero el paso de Berenice y el ex huracán Leslie ha dejado unos acumulados tan importantes en algunos puntos de la provincia que sí que han provocado un cambio significativo en los embalses de la provincia. Hay puntos como Hornachuelos en los que han caído durante la última semana 275 litros. La zona norte ha sido, esta vez sí, especialmente agraciada, con acumulados cercanos a los 200 litros. En el Valle del Guadalquivir también se han recogido más de 100. Todo esto ha provocado que haya habido escorrentías, que sin ser muy importantes sí que han aportado agua a algunos embalses muy necesitados.
Según los datos provisionales de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) a las 19:00 de este jueves, los embalses de la provincia tienen el doble de agua que hace justo un año. Entonces, antes de la llegada de la borrasca Bernard, la provincia de Córdoba sufría una notable sequía. En el norte no había agua potable, ya que Sierra Boyera se había secado. Y había restricciones en el suministro en prácticamente toda la provincia.
Ahora, en menos de una semana, Córdoba ha recuperado 90 hectómetros cúbicos de agua, que es prácticamente dos veces y media el consumo de toda la provincia en un año. No obstante, es una cantidad relativamente pequeña. En total, en los embalses de la provincia caben 3.320 hectómetros cúbicos de agua. A las 19:00 del jueves, la reserva total era de 935 hectómetros. Hace un año había 465 hectómetros cúbicos.
Pero la situación es muy irregular. Los embalses que más agua han recibido son, obviamente, los que están en la cuenca donde más ha llovido. Es el caso del Bembézar, un pantano dedicado exclusivamente al regadío, y localizado en Hornachuelos. Este embalse ha crecido en casi 40 hectómetros cúbicos en apenas una semana. Ha pasado de tener 108 a 146 en los últimos siete días. No obstante, está aún al 45% y con capacidad suficiente como para nuevas borrascas sin tener que desembalsar agua al Guadalquivir.
También ha sido interesante la regada en embalses muy castigados, como Sierra Boyera (totalmente seco el año pasado por estas fechas) o Puente Nuevo. Ambos pantanos están construidos sobre el río Guadiato, que aún tiene un tercero, La Breña II, antes de desembocar en el Guadalquivir a la altura de Almodóvar del Río. Sierra Boyera ha crecido apenas dos hectómetros, pero su vaso es muy pequeño. De hecho, está al 56% de su capacidad. Puente Nuevo es un embalse mucho más grande, al que le han entrado 13 hectómetros, pero está al 31% de su capacidad.
Interesante es lo que ha ocurrido en La Colada, un embalse cordobés pero en la cuenca hidrográfica del Guadiana. Este pantano, contaminado, está al 80% de su capacidad y retiene 47 hectómetros cúbicos. Sus dos arroyos que le suministran, el Guadamatilla y el Guadarramilla, han llegado a desbordarse puntualmente en esta semana.
Aparte, han aumentado su reserva los dos grandes embalses de Córdoba capital, el Guadalmellato y San Rafael de Navallana. El segundo ha sido clave para aportar agua al canal del Guadalmellato y riego a miles de hectáreas durante verano. Estas borrascas han aliviado su situación y han vuelto a elevar el Guadalmellato por encima del 81%, con prácticamente 13 hectómetros más. Navallana ronda actualmente el 35%, pero el propio Guadalmellato suele completarlo cuando es necesario.
En el resto de la provincia las lluvias han sido menos intensas y, por tanto, la situación en el resto de embalses apenas ha cambiado, aunque prácticamente todos han ganado agua. No obstante, la tierra ha ganado humedad y, por tanto, se ha preparado para nuevos frentes atlánticos que provoquen grandes escorrentías. En ese caso, la reserva en los embalses crecerá de una forma mucho más rápida a lo que lo ha hecho en la primera otoñada del año.
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