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REPORTAJE

Se busca jornalera con título universitario: un proyecto para mostrar el olivar cordobés

Carmen, durante la grabación de un proyecto documental con Tomy Rhode en El Rinconcillo

Juan Velasco

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A las 5:00 de la mañana en planta. Y rezando para que no se estropee el tractor y la jornada sea lo más llevadera posible. Así está viviendo estos días Carmen Martín, una joven de Huelva, licenciada en Filología Inglesa, que es la primera jornalera “con papeles” reclutada para un programa piloto por Fernando G. Calvo, más conocido en las redes sociales como Tomy Rhode, uno de los agricultores españoles con más seguidores en internet.

Y un tipo con un punto activista del olivar, que hace que se meta en muchos y variados berenjenales. El último es el rodar un proyecto audiovisual que cuente cómo es realmente la vida en el olivar y lo haga a través de la experiencia de jóvenes que, como él era hace sólo unos años, nunca habían estado vinculados a la agricultura.

El proyecto ha comenzado a rodarse este viernes en El Rinconcillo, en La Carlota. Aunque Carmen ya llevaba algunos días de ventaja, familiarizándose con la vida en el tajo en plena campaña de recogida de la aceituna. Los primeros días, sin cámaras, no han estado exentos de historias. El objetivo de Rhode, de hecho, es precisamente ese: “Quiero que se vea lo que hay detrás del mundo rural, sin trampa ni cartón”, explica a este periódico.

Para el agricultor, esta propuesta no es solo una estrategia mediática, sino un medio con el cambiar percepciones. “Muchos piensan que en el campo todos están cabreados o agobiados, pero aquí terminamos cantando flamenco por la noche, como si estuviéramos en un Rocío auténtico, de verdad”, cuenta sobre lo que ocurrió en una de las primeras jornadas de trabajo de la nueva chica -de hecho, la única chica- en la cuadrilla.

Carmen Martín: de filóloga a jornalera

Ella es Carmen. Tiene 24 años y seguía al agricultor en redes. Le había contactado con anterioridad para un trabajo, y hace unas semanas recibió una llamada del cordobés. Durante gran parte de la charla pensó que le estaba contando el proyecto cuando, en realidad, la estaba invitando a participar.

“Me pareció una locura, pero muy emocionante. Nunca he tenido contacto con el campo, así que pensé que era una oportunidad única para aprender algo completamente nuevo”, cuenta la joven, que ya lleva unas pocas jornadas en la espalda. De momento, la ilusión se mantiene, a pesar de los madrugones y el intenso de trabajo.

“Lo más duro es levantarse temprano. Aquí no paras hasta las 10 de la mañana, pero es que luego sigues. Y hay parones tremendos, en los que la paciencia también se pone a prueba”, relata la joven, que confiesa que no conocía ni el más básico de los términos de su nuevo trabajo. “Yo pensaba que la vara se llamaba palo”, dice medio riéndose, antes de reconocer que se siente “como una niña, aprendiendo todo desde cero”.

Es precisamente esta cuestión lo que le está resultando más estimulante. Eso y mirar a quiénes le están enseñando cómo es realmente la vida en el olivar cordobés. “Es increíble ver la capacidad de la gente aquí para trabajar sin parar y con tanta energía. Además, hay un ambiente de comunidad que te hace sentir como en una familia”, explica.

De hecho, Carmen reconoce que su inmersión en el mundo rural le ha hecho plantearse su futuro laboral. “Me gustaría encontrar un punto en común entre la comunicación, las redes sociales y el campo. Creo que hay mucho potencial para dar visibilidad a lo que ocurre aquí”, reflexiona al respecto.

Una mirada más allá de las cámaras

Mientras Carmen habla con el periódico, el equipo de documentalistas prepara la grabación con la idea de seguirla a ella y al resto de la cuadrilla en su día a día. “Están grabando las 24 horas para mostrar cómo es realmente el trabajo en el campo, desde el amanecer hasta el final de la jornada”, explica Tomy Rohde, que espera que su proyecto sirva para acercar el mundo rural al público urbano y romper estereotipos.

“El campo no es solo esfuerzo físico; es un lugar lleno de vida, tradiciones y gente increíble”, afirma este agricultor, que insiste una y otra vez en que su intención es “mostrar la verdad, sin adornos” de una vida que va más allá del esfuerzo físico, que, muy a menudo, se olvida entre momentos de camaradería y diversión.

Muchos de ellos tienen lugar en el bar, al término de las agotadoras jornadas. Carmen conoció el bar de El Rinconcillo el primer día que llegó. “Me encontré con un amigo y le dije: Si tú te paras, yo me paro. Y nos paramos”, cuenta Tomy Rhode de un primer día en el que Carmen aprendió algo tan básico como abrir una cancela con candado.

Ella, a su vez, cuenta que la experiencia le está cambiando. Y eso que, cuando lo contó, a su entorno le parecía una broma. “Mis amigas se ríen de mí, pero también están sorprendidas y atentas a la experiencia”, cuenta la joven jornalera, que reconoce que, si algo va a cambiar a partir de ahora, es su relación con la comida.

“Ahora entiendo todo el esfuerzo que hay detrás de una botella de aceite. Nunca volveré a mirar el aceite de la misma manera, y seguro que buscaré productos que sé que vienen de aquí, de manos trabajadoras como estas”, explica.

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