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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Reproducción

Imágenes inspiradas por la novela de Margaret Atwood, de su serie, cómic, ilustración del NYT y jornada de la UMA

Ana Fernández

11 de octubre de 2024 20:15 h

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Una ola a favor de la natalidad recorre Europa, Estados Unidos y allá donde predominan los cabellos grises. No digo yo que sea mala cosa. Solamente que, como las olas en la mar brava, las tendencias a favor de algo, así en bloque lanzadas, revuelcan, aturden y hacen tragar agua, por más que sea un hecho incontestable que nuestras sociedades necesitan que nazcan personitas y que fluya más savia joven autóctona o migrante. Además, ver crecer a lxs hijxs teniendo vivienda asequible y un magnífico estado del bienestar debe ser un gozo al alcance de las gentes que amorosa, libre, alegre y responsablemente han decidido reproducirse.

El invierno demográfico y la ola pro-natalidad existen y rompen con fuerza sobre la conciencia ciudadana. Ya no solo se anima a las mujeres (más de palabra que con apoyo eficaz, pues sabido es cómo la codicia capitalista castiga a las féminas en edad de procrear y a las madres trabajadoras o que quieren trabajar), sino que se alienta, también, a los hombres, padres potenciales, así como a las fuerzas vivas de las patrias con pésimo crecimiento vegetativo. (Y las criminales teorías racistas sobre lo mucho que se reproducen unos y lo poco que se reproducen otros, más el supuesto superpoder que la fuerza demográfica aporta, darían para otra publicación).

Incluso la ciudad de Córdoba plantea un cheque bebé para estar en el tajo y en la onda, a pesar de que 500 euros arriba o abajo no resuelven el dilema de la ciudadanía empobrecida que intuye que, si no llega a fin de mes, lo sensato es pensar que, por desgracia e injustamente, quizás no se llega a más aspiraciones vitales porque se las arrebatan. Se ve que es humano y muy de aquí empezar la cuna por el tejado, a la vista de precariedades laborales, habitacionales… que no se atajan con el malabarismo de un bono, un cheque, una tarjeta-monedero o una mano mendicante de ruta por parroquias y voluntariosas ONG.

Lo curioso es que a la vez que se subraya la necesidad de que la ciudadanía pueda tener hijxs si así lo quiere, se desdibuja quizás la indispensable percepción de la soberanía reproductiva de las mujeres. De hecho, relatos en redes sociales como los de las esposas tradicionales y jóvenes con miles de seguidorxs que paren a sus retoños uno tras otro, cual cuento de hadas retransmitido por Instagram, o la esposa de Trump contando tácticamente en su libro que ella no comparte la cruzada antiabortista de su marido y de los ultras que lo apoyan, deben poner nuestros olfatos e inteligencias alerta.

Tan alerta como para sacar toda la punta al sencillo lema feminista “Nosotras decidimos”, y que los cerebros y las vísceras se abran críticamente con lecturas como la novela de Margaret Atwood El cuento de la criada, distopía de un estado totalitario y teocrático que esclaviza como gestantes a las escasas mujeres fértiles que en él quedan.

Si miramos al mundo occidental parece que la bola ingente de dinero lo quería todo: mujeres que en cada momento histórico hacían lo más rentable para el capital y que a pesar de todo debían seguir dando hijxs al sistema; sin embargo, a través de una lógica cadena de decisiones individuales bajan los nacimientos. En consecuencia, y aupada por corrientes de ultraderecha y cepas letales de totalitarismo, la maquinaria ideológica, propagandística, represiva contra los derechos de las mujeres y a su salud sexual y reproductiva se pone, como vemos, en marcha.

Las distopías no aterrizan delante de nuestros ojos de un día para otro, si bien en la ficción se nos presentan de golpe, como una pesadilla atroz aunque lejana y tan improbable… Sin embargo, mundos como los del Cuento de la criada se construyen cotidianamente sin oposición efectiva y se levantan paso a paso desde la impunidad, como sucedió realmente con los totalitarismos históricos.

No dejemos que nada de aquello ni el cuento de las criadas vestidas de rojo se reproduzca hoy.

 

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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