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E-baby, para mu´malas madres exigentes

Juana Guerrero

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Tal y como está avanzando la ciencia, y si la bioética lo permite (que lo permitirá si el comité lo conforman personas comprometidas con su descendencia), no les extrañe que para el siglo XXII contemos con plataformas virtuales tipo e-darling pero para  mu´malasmadres exigentes.  Sería malasmadres exigentesuna especie de e-baby, en el que se podría elegir a la criatura más idónea para cada cual. Total, si desde que nacen tratamos de moldearlas a nuestro antojo, ¡pues que vengan ya así de serie y tiempo y algunos disgustillos que nos ahorramos¡. Pero, hasta que esta idea prospere, queridas madres y padres corresponsables, nos tenemos que conformar con lo que nos toque. Yo tengo claro lo que me pediría: una criatura en modo silencioso a partir de las ocho de la tarde (a las seis en invierno, por pedir…). Porque las criaturitas inquietas y charlatanas tienen su gracia, eso es incuestionable, pero cuando la tarde languidece empiezan a ser un poquito jartibles.

¡Lo que se echa de menos el SILENCIO durante el periodo de crianza¡. Es que los primeros meses de existencia de la criatura, la banda sonora doméstica la protagonizan los llantos a discreción y en su defecto, el conjunto de aparatos audiovisuales, encendidos de manera simultánea, que logran a la vez que su calma tu desquiciamiento. En esos comienzos disfrutar del silencio es imposible porque, aunque las siestas proveen de ratitos intermitentes de ausencia de ruido, su sueño es taaaan ligero que provoca una calma tensa que te obliga a minimizar tus movimientos para no despertarle. Así, te desplazas prácticamente a base de movimientos de tai-chi, muy len-ta-men-te…; la tv siempre la ves subtitulada e incluso si aprovechas para retomar la lectura, pasas muy despacito las dos páginas que vas tener tiempo de leer. Pero...¡así no hay quien se relaje¡, sobre todo porque tanto esfuerzo por contener una tos, un estornudo e incluso un gas (con perdón…), no sirve para nada porque acaba despertando a la criatura, de un sobresalto, el butanero, el turronero, el tapicero o el afilador, ¡vamos...¡ que el único que no ha pasado por mi calle ha sido el pregonero con “una orden del Sr. Alcalde…”(Si esas profesiones hubieran sido tradicionalmente de mujeres seguro que habrían tenido otra sensibilidad y compasión a la hora de anunciarse).

Superada esa primera fase en la que piensas continuamente en que cuando la criatura hable todo será más fácil porque te contará qué le sucede: si calor, frío, sueño, hambre, dolor,…No caes en la cuenta de que una vez que arranque a hablar la emboscada está asegurada, porque ahora ya no llorará continuamente, sino que ¡HABLARÁ SIN PARAR¡. Y cuando digo sin parar es que va encadenando todas las palabras que conoce y las suelta una y otra vez en bucle, con más o menos sentido, y con un tono más bien elevado, para llamar bien la atención.  Y yo me pregunto queaquiénlehabrásalidoestacriaturatancharlatanaporqueunahablarhablaperotampocoesquehabletanto,buenolomismounpocoquizá…en fin..., que lo mismo de casta le viene al galgo. No se puede luchar, de momento, contra la carga genética.

Y claro, ante semejante incontinencia verbal, aunque por dentro estás gritando aquello de “cállate, cállate que me desesperas….”, como vas de madre y/o padre corresponsable IN, no puedes ponerle freno a semejante verborrea, no sea que la criatura se te traumatice, pierda autoestima, se meta pa´ dentro y ¡te de la adolescencia¡. Quién sabe si el mudito de los hermanos Marx fue un pequeño parlanchín con unos padres intransigentes…que no tengo yo el sistema nervioso como para que se calle para siempre y le de por expresarse a bocinazos.

Así que, no queda otra, te aguantas y escuchas, una y otra vez cómo va enumerando todo lo que hay a su alrededor en modo interrogante: ¿coche?, si; ¿casa?, si; ¿árbol?, si…(es una tortura china, se lo aseguro…); o cuando están aprendiendo los colores y los tamaños, los describen sin cesar y con un entusiamo…: “¿grande?”, “¿chiquitito?”, “mira mami: rojo”, “mira mami: azul”…, (¡cállate, cállate q…¡, dices por dentro). ¿Y cuando te habla y no entiendes el código?, tú tienes tan presente lo del refuerzo positivo, que en lugar de decirle ¡que no te entiendo¡, a todo contestas sonriente con un “claro que si, cariño”. Y lo mismo te ha dicho que si puede beberse el suavizante, pero tú asientes como hace contigo el dependiente oriental del multiprecios, cuando no tiene ni idea de lo que le estás preguntando.

Un consejo: no trates de pedirle silencio para poder atender una llamada, o para enterarte de una noticia, porque cuando terminas de explicárselo de manera asertiva para no herirle, ya se ha acabado hasta el telediario. Sube el volumen de la tv al máximo e intenta bloquearle. No hay más opción.

La verdad es que debo reconocer que me encanta escuchar su vocecilla explicándome su ingenua percepción del mundo. Aún hay veces que ante un “¡mamá¡” suyo me emociono. Y es francamente divertido escuchar expresiones adultas en su boca de dos años, la otra tarde se la pasó imitándome, repitiendo “¡Es absurdo, absurdo¡”, menos mal que no me escuchó ningún improperio. Pero ya les digo, hasta las ocho de la tarde, las seis en invierno, luego ya va perdiendo gracia…

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