Nacido en 1971 y de (casi) ocho apellidos cordobeses de familia de taberneros y tenderos, de los de toda la vida, pero al tiempo viajero y cosmopolita (para compensar). Humanista, docente y amante de la historia, la geografía y el arte, al tiempo que supuestamente experto en eso de enseñar a la vez idiomas y cultura. Como no quiero ser un idiota en su etimología griega (el que no se preocupa por los asuntos públicos) ya estuve embarcado en los Consejos de Estudiantes universitarios, activismos varios y en la política y la “escena” pública. Mis amigos más doctos y sabios me llamaron el “concejal imposible” y acertaron. No podía durar, estaba claro. Retornado a la vida sencilla y al trabajo, a ratos leyendo, a ratos escribiendo incluso algunos versos y prosas. No puedo dejar de releer “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino, qué le vamos a hacer … ni de estudiar, ahora se llama “nerd”, antes empollón. Procuro no perder el equilibrio, así que cada vez paseo más entre árboles y cruzó los cursos de agua y los escucho, como a las personas que sostienen el mundo, que suelen ser ellas.
Asaltar el suelo
La política gusta de las metáforas más o menos exitosas, con cierta reminiscencia religiosa. Asaltar el cielo es una de las triunfantes de los últimos años. Y, sin duda, hace referencia a la posibilidad de elevarnos hacia un mundo mejor, que en el universo cultural católico nos transporta al reino de los cielos como lugar donde podremos ver cara a cara y por toda la eternidad, al bien absoluto, al mismo Dios.
Ha sido sin duda una imagen capaz de transmitir una idea potente: hacer posible una vida mejor, alcanzable, tras el ensombrecimiento de las perspectivas vitales y la amenaza de pérdida de derechos y de condiciones de vida digna de millones de personas, sobre todo más jóvenes, después de la crisis de 2008 y sus secuelas. Las fuerzas nacidas tras el 15M fueron capaces de reconducir el impulso vital de transformación y cambio a través de esta idea que es universal y fundamente política: la búsqueda de la felicidad, objetivo de los gobiernos desde la época de las Ilustración, como quedó expresado en la Declaración de Independencia de los EEUU y en muchas Constituciones europeas. Retomaban así el impulso de la idea de progreso tan querida por la tradición progresista desde el mismo liberalismo revolucionario originario, desde un fuerte idealismo que apuntaba a la realización inmediata de un paraíso.
Sin embargo, los paraísos no son tan fáciles de alcanzar, y los cielos, una vez asaltados, pueden no albergar ningún Dios, ningún demiurgo supremo hacedor que resuelva los problemas de inmediato. Se puede alcanzar un gobierno y no tener la capacidad o encontrar demasiadas circunstancias y contextos adversos que impidan que el cielo baje a la tierra. Esta situación hace que el vuelo al cielo pueda parecerse al de Ícaro con sus alas de cera fundiéndose al acercarse al sol.
Quizás la política ha de volverse más mundana y menos celestial. En esta época de problemas complejos y de respuestas políticas simples, es necesario retomar el impulso de transformaciones de fondo, los proyectos de cambio a medio y largo plazo, el planteamiento de los grandes problemas en fases de resolución. Entender el avance y la búsqueda de una vida buena para toda la comunidad como un proceso gradual de acuerdos, de búsqueda colectiva, de ensayo y error en el que el cielo puede esperar, y asegurarse de que, mañana, el ambulatorio tendrá mejores medios, el colegio mejor dotación de personal, las pequeñas empresas ayudas para adaptarse al nuevo tiempo que nos viene, o que la normativa laboral impedirá la brecha salarial y evitará los accidentes laborales.
Vivimos envueltos en problemas complejos que no se resuelven tampoco enarbolando más banderas o añorando pasados míticos. No hay tampoco paraíso al que volver.
Puede que, mientras llega el reino de los cielos, la buena política, que no es nueva ni vieja, deba dedicarse a asaltar el suelo.
Sobre este blog
Nacido en 1971 y de (casi) ocho apellidos cordobeses de familia de taberneros y tenderos, de los de toda la vida, pero al tiempo viajero y cosmopolita (para compensar). Humanista, docente y amante de la historia, la geografía y el arte, al tiempo que supuestamente experto en eso de enseñar a la vez idiomas y cultura. Como no quiero ser un idiota en su etimología griega (el que no se preocupa por los asuntos públicos) ya estuve embarcado en los Consejos de Estudiantes universitarios, activismos varios y en la política y la “escena” pública. Mis amigos más doctos y sabios me llamaron el “concejal imposible” y acertaron. No podía durar, estaba claro. Retornado a la vida sencilla y al trabajo, a ratos leyendo, a ratos escribiendo incluso algunos versos y prosas. No puedo dejar de releer “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino, qué le vamos a hacer … ni de estudiar, ahora se llama “nerd”, antes empollón. Procuro no perder el equilibrio, así que cada vez paseo más entre árboles y cruzó los cursos de agua y los escucho, como a las personas que sostienen el mundo, que suelen ser ellas.
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