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Ciudadano Don Ricardo.

Alberto De los Ríos

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Visitaba en los últimos días del curso escolar el Instituto de Secundaria al que me habían destinado. Las clases habían terminado. Había ese silencio que nunca hay en los pasillos de una escuela, sea la que sea.

En ese silencio, observé que en el laboratorio de Ciencias un profesor ordenaba materiales y limpiaba un poco todo para dejarlo listo para el siguiente curso. Ya apenas quedaba nadie. Pero años después me di cuenta de que siempre estaba ahí don Ricardo, que es como a mi me gusta llamarlo, en parte por una chanza entre algunos compañeros y en parte por un profundo respeto, en un trabajo discreto, constante y lleno de amor por su profesión desde los tiempos de la Universidad Laboral.

Cierto día, una alumna se acercó y me dijo, muy respetuosamente, pasadas unas semanas del curso: “ se parece usted a Don Ricardo, que nunca se enfada y siempre escucha”. No recuerdo mejor elogio en los (muchos ya) años de docencia. Y quien ha convivido y compartido aulas, patios, pasillos, paseos de la ciencia, excursiones, actos, concursos... con don Ricardo , durante décadas, sabe de qué y por qué estoy escribiendo estas líneas y por qué me enorgullezco de dicho elogio.

Don Ricardo encarna ese tipo de ciudadanos y ciudadanas que construyen una ciudad y un país. Los antiguos republicanos sabían esto y apoyaron con pasión a sus maestros, que luego fueron depurados y masacrados por el régimen franquista. Calladamente, miles de maestras y maestros, profesorado de todo tipo de nuestros colegios e institutos van armando de razón, ciencia, cultura, y conciencia crítica a generaciones.

Un día, un septiembre como otro cualquiera, don Ricardo no pisa ese laboratorio, ni esas aulas, ni esos pasillos. Toca otra fase en la vida de quien tanto ha dado, discreta y eficazmente, laboriosa y delicadamente, en amor a la ciencia, la educación y el progreso de nuestra comunidad. Nuestra ciudad está llena de ciudadanas y ciudadanos don Ricardo que finalizan cada año su vida escolar. Albergan un profundo poso de saber, no solo de conocimiento, sino de la vida. Una ciudad es también responsable de educar en común a sus ciudadanos. Habría que recuperar ese poso y transmitirlo. Dirigentes y técnicos hay que sabrán cómo. Pero Don Ricardo, como su mujer Conchi ( y su trabajo por la Casa de la Cultura Científica), como Marta, Miguel Ángel, Herminia, y tantos otros y otras que han hecho mella en mi y en tantas generaciones de ciudadanos.

El ciudadano don Ricardo pasea por las calles de Córdoba. Con él pasea lo mejor de nosotros. Una ciudad que está llena de aquellas personas de distintas profesiones que, más allá del ruido, del escándalo, de la polémica volátil, hacen nuestra vida común mejor. Hacen una ciudad culta y vivible. Va por todas ellas, en este final de septiembre.

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