Pedro Cordero y el fútbol como un asunto de familia
Jugaba como le daba la gana y eso le funcionaba. Tenía un punto anárquico, pero no demasiado; se buscaba buenos socios sobre el verde. Marcaba goles, aunque no tantos como para que se le considerara un especialista -con toda la presión que conlleva esa etiqueta- ni tan pocos como para que se le señalara como una pieza irrelevante en la vanguardia. A veces le daba por hacer diabluras con la pelota, buscando soluciones enrevesadas a problemas simples. Pero no lo hacía tan a menudo como para que los entrenadores le pusieran la cruz. Sabía -y lo fue puliendo en los años- cuándo convenía un poco de artisteo y cuándo había que tirar por la vía sencilla para resolver un partido. Hacía muchas cosas y todas bien. Y, sobre todo, transmitía un sincero entusiasmo en el trabajo diario. Aquel niño prodigio era el proyecto de un hombre de fútbol.
Fue un centrocampista fino, un mediapunta de alta gama que aterrizó muy pronto en el panorama del profesionalismo y lleva más de 25 años jugando donde sea menester: sobre el césped o en un despacho enmoquetado, en un estadio de renombre o en un recinto de pueblo. Donde haya fútbol, allí está. Es lo que sabe hacer. Es su oficio. Lleva un par de semanas en el Córdoba, un club complejo y marcado por las exigencias. Ésta es su liga ahora. Tiene muchas horas de vuelo y seguramente habrá pocas cosas que puedan sorprenderle, aunque Cordero no pierde la capacidad de asombro. El Arcángel es un buen sitio para que continúe su colección de experiencias al límite.
Pedro Ignacio Cordero Sánchez (Cartagena, 1968) fue un talento precoz, el que más lejos llegó dentro de una familia en la que el fútbol era la religión. Dos hermanos suyos llegaron también a jugar como profesionales. Juan Carlos, nacido en 1974, tocó su techo actuando unos cuantos partidos en Segunda con el Écija Balompié en la 95-96. A Jorge, de la generación del 77, se lo cargaron las lesiones. Salió de Cartagena para irse al filial del Mallorca. Debutó en Primera en el Bernabéu a las órdenes de Fernando Vázquez y al año siguiente Luis Aragonés le sacó de titular en un partido en casa. Después se enroló en el proyecto del Ciudad de Murcia, un club de nueva creación que tuvo una efímera (y onerosa) vida en los primeros años del segundo milenio. A los 27, en Xerez, se terminó su trayectoria. Otro hermano más, José, también fue futbolista. Su abuelo, Pepe Sánchez Llamas, fue jugador y entrenador. Su padre estuvo en equipos modestos y figura como uno de los fundadores del Cartagonova FC como directivo. Su primo, Ángel Albaladejo, estuvo en el FC Barcelona y también tuvo parientes árbitros. Los estímulos le sobraban.
Con 17 años, Felipe Mesones hizo debutar a Pedro en Segunda División con el Cartagena. Jugó 20 partidos y firmó tres goles (ante el Hércules y los filiales del Madrid y el Barcelona, todos ellos para firmar triunfos), además de un puñado de acciones impactantes. Material suficiente como para ser reclutado por el club vecino, el Real Murcia, por entonces pujante en Primera División. Allí aterrizó para ganarse la titularidad desde el principio. Debutó en la élite en El Sadar de Pamplona (1-0). A la semana siguiente, en el estreno en La Condomina, marcó el tanto que decidió el triunfo ante la UD Las Palmas (2-0). Todo le iba fenomenal en el aspecto personal -llegó a la selección española sub 21-, pero el Murcia empezó a hundirse como colectivo.
Con 20 años experimentó la traumática experiencia de un descenso, consumado una triste tarde en La Condomina ante el Cádiz de David Vidal, que ganó por 0-1 con un gol de José González. Aquel Murcia se dinamitó y Pedro Cordero fichó por la Unión Deportiva Salamanca en la campaña 89-90. Y allí la lió: 32 partidos, 3 goles, titular indiscutible a los 21 años. ¿La consecuencia? Retorno a Primera. Fue un campeonato raro, con cambio de entrenador (Espárrago suplió a Julián Rubio) y un acontecimiento que marcó a todo el mundo: la muerte en accidente de tráfico a los 27 años del delantero Rommel Fernández. Cordero era uno de los mejores amigos del panameño.
Cordero alcanzó la madurez en Primera con el Alba, en una época floreciente de la entidad manchega. Con el Queso Mecánico fue protagonista de un trienio para el recuerdo, que finalizó con uno de los episodios más increíbles en la historia del fútbol español. Allí estuvo el mediocampista cartagenero. Fue una eliminatoria de promoción entre el Albacete Balompié y la UD Salamanca, el ex equipo de Cordero, que aspiraba a ascender a Primera en una eliminatoria a doble partido. En la ida, en el Helmántico, el Albacete de Benito Floro se llevó el primer asalto con cierta solvencia: 0-2, tantos de Bjelica y Zalazar. Todo estaba encarrilado. Faltaba la vuelta. Un trámite, decían los amigos del tópico.
Y esto fue lo que ocurrió. Torrecilla marcó el 0-1 en el minuto 40. El conjunto de Juanma Lillo apretaba y el de Floro se defendía. Todo correcto. El cronómetro llegó al minuto 90, con todo el estadio pidiendo al árbitro que pitara el final. Pero Brito Arceo no lo hizo. Expulsó al local Manolo por protestarle ese hecho y alargó el duelo hasta el minuto 95, momento en el que Urzaiz marcaba el 0-2 que conducía a la prórroga. En el tiempo extra, Urzaiz sellaba el 0-3 (110'), Díaz el 0-4 (115') y Vellisca el definitivo 0-5 (120'). El Albacete bajó. Fue el último partido de Pedro Cordero en Primera División.
A partir de ahí, Cordero inició la curva descendente. De los 27 a los 30 estuvo dos cursos en el Badajoz y otros dos en el Toledo, todos ellos en Segunda A. Luego bajó a Segunda B para enrolarse en el histórico Castellón (dos temporadas) y, tras una escala en el Cacereño, terminó volviendo al punto de partida. Del 2000 al 2002 militó en el Cartagonova, el equipo de su ciudad natal, en Segunda B. Un par de meses en el Abarán dieron paso a su etapa como director deportivo en este club y promotor de la Escuela de Fútbol de Santa Ana, uno de sus proyectos más mimados.
Vinculado al empresario futbolístico Quique Pina, al igual que sus hermanos, ha trabajado en el equipo de técnicos del Granada hasta su llegada al Córdoba. Ha sido director deportivo del CD Tenerife, CD Águilas, CD Torrevieja y CD La Unión, del que además fue presidente. También ha desempeñado durante un decenio la función de director de la Escuela de Fútbol Santa Ana y ha sacado tiempo para tocar otros palos. Fue locutor en partidos de un canal de televisión murciano, Canal 7RM, y técnico de la Fundación Social del Real Madrid. El fútbol en la sangre.
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