En el salón de belleza donde cuidan no solo mi pelo, hay un acuario precioso lleno de peces de colores intensos. Me relaja mirarlos y me fascina ver cómo se mueven con esa elegancia, como suspendidos en el transparente líquido. Me miran, cruzan y siguen su camino.
Los acuarios siempre me gustaron. Pero son tan bonitos como alejados de la vida real para los peces que habitan en ellos. Sobre todo, si hablamos de grandes acuarios. Al fin y a la postre son parques temáticos, aunque, al menos, silenciosos. Cada vez me gusta más el silencio.
En esta ciudad corremos el riesgo de pasar de ciudad regia, silenciosa y patrimonial a parque temático ruidoso. Últimamente me temo lo peor. Las ciudades arquitectónicamente están condicionadas por la manera de habitar, comunicarse y expresarse sus individuos y es ahí donde me pregunto: ¿qué futuro queremos y cómo estamos condicionando ese futuro con nuestra actuación?
En 2024, Córdoba alcanzó un récord histórico de turismo, con un impacto directo e indirecto fundamental en nuestra economía. No, no nos sobra turismo. Lo que falta es control y calidad de ese turismo. Necesitamos turismo que visite nuestros restaurantes, los lugares de ocio, que compre regalos y busque nuestra artesanía, pero también que respete nuestro patrimonio, que no se apodere de nuestras calles y barrios y que no nos impida el descanso nocturno. Es intolerable que el Casco Histórico se convierta en un parque temático cutre, lleno de ruidos, voces, aglomeraciones y molestias para quienes viven ahí.
Y ahora, por si fuera poco, llega el parque temático cofrade. Ese que corta calles, obliga a cerrar negocios, desvía el tráfico, toma el espacio público e impide hasta la libre circulación de los ciudadanos para salir o entrar a sus casas. Córdoba es cofrade, sí. Y turística, también. Pero somos mucho más que eso y muchos más. Y queremos ser oídos y respetados.
Entre preparar, llegar, pasear y volver del Vía Crucis Magno, no ha habido últimamente día en que las calles del centro y del Casco Histórico no hayan estado tomadas por el mundo cofrade, con una afectación muy negativa de la vida de quienes viven y duermen por donde esa pasión se pasea. No quiero ni imaginar que diríamos si la magna ocupación del espacio público hubiera sido por cualquier otra manifestación cultural, igual de invasiva, pero absolutamente pagana.
El destino de una ciudad no puede estar al socaire del gusto de unos pocos porque tengan el poder momentáneo de cortar calles. Una ciudad y su futuro debe tener más altas y plurales miras y, sobre todo - y ante todo-, poner el acento en valores y derechos más “sagrados”. Ahora entiendo cómo cada vez es más frecuente ver en los balcones del casco histórico y del centro los carteles de “tenemos derecho al descanso”.
Ahora que estamos iniciando el proceso de elaboración del Plan General de Ordenación Municipal, debemos decidir qué ciudad queremos. Una ciudad para todos, no solo unos pocos, sostenible, que apueste con firmeza en combatir el calor. Una ciudad cultural, con turismo de calidad y seguramente con una Semana Santa poderosa, pero en Semana Santa (lo bueno si breve…). Una ciudad que cuide y extreme hasta el infinito su protegido Casco Histórico -solo de boquilla- y que impida se convierta en un parque temático de los chungos. De esos que vulneran el derecho de sus ciudadanos a vivir y a dormir con tranquilidad.
Prefiero la pecera. Al menos es silenciosa.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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