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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Ir a prisión

Prisión provincial

Magdalena Entrenas

29 de noviembre de 2025 20:00 h

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La primera vez que entré en una prisión corría el año 1986 y fue, lógicamente, a la Prisión Provincial de Córdoba, ubicada entonces en el Barrio de Fátima. Llevaba colegiada solo meses (el 22 del próximo mes haré cuarenta años) y había accedido al turno de oficio de manera automática. Entonces no era necesario ningún requisito previo. Y llegó la primera designación con muy poca experiencia y muy pocos años. Un asunto feo de tenencia ilícita de armas que me obligó a visitar al cliente que estaba en prisión. 

Llegué con mi flamante Seat Panda de color rojo que mis padres me habían regalado poco antes, aún en la carrera y lo aparqué en la explanada delante de aquella fachada imponente. Entonces aún se aparcaba en la puerta de donde ibas. 

Entrabas primero por un enorme portón a un frio zaguán con piedras donde, en una garita, te registraban los datos y revisaban el permiso expedido por el colegio y, de ahí, si todo era correcto, al interior. Aún recuerdo el sonido de las puertas de hierro como se iban cerrando a mis espaldas. La primera me heló directamente el corazón y cada una de las siguientes fueron convirtiendo el aire en cada vez más irrespirable. 

Prisión

Cuando me dejaron en la cabina por la que al otro lado del cristal llegaría el interno, estaba ya a punto del desmayo. Nunca había sentido una sensación igual de falta de vida y jamás había estado en mi vida de color de rosa en un lugar tan decadente y sucio. Las heridas del paso del tiempo y el dolor de sus habitantes estaban en cada muesca grabada allí donde miraba. 

No recuerdo lo que hablé con aquel hombre, ni puedo imaginar lo que pensaría al verme con mi cara de “niña bien” completamente demudada. Solo recuerdo que quería salir de allí lo antes posible. Cuando me abrieron de nuevo el portón de entrada y vi el sol, aceleré el paso, crucé la explanada a paso ligero, abrí la puerta del coche tras varios intentos con la llave en mi mano temblona y caí vencida sobre el volante con un llanto incontenible que se apoderó de mi durante mucho rato. 

Aquella prisión, a la que volví muchas veces, siempre haciendo un ejercicio de entereza previo, sabiendo lo que me esperaba, cerró en el año 2000 desde 1941 y lo hizo en cumplimiento del Plan de Amortización y Creación de Centros Penitenciarios que renovó las cárceles españolas en mal estado y que cumplían mal la legalidad. 

La nueva prisión de Córdoba abrió sus puertas en julio de 2000, con 1008 celdas de 10 metros cuadrados cada una y muchas novedades. Un edificio deportivo-cultural con biblioteca, aulas, un polideportivo cubierto, dos gimnasios y hasta una piscina, pero les aseguro que, cada vez que he ido, aún me embarga aquella sensación de presión en el pecho, falta de aire y, casi siempre, tremendas ganas de llorar a la salida. No es el sitio, es lo que supone. 

Nunca he deseado a nadie ir a prisión. Tal vez porque sé de lo que hablo. Y nunca me podré alegrar de ver como alguien enfila a pie el camino hacia ese agujero negro de vida. Pero el sistema es así y, además, creo con firmeza que no podría ser de otra manera. Tampoco que haya un juez que firme una orden de prisión en vano. 

Imagino esas primeras noches de encierro oyendo el sonido de los cerrojos y el murmullo de tantas almas perdidas. Salir indemne de todo eso no está al alcance de cualquiera. Créanme. 

Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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