Desde que era pequeña he tenido muy asociada la felicidad al correcto funcionamiento de mi intestino. Es decir, visitar al señor roca cada día y hacerlo, a ser posible, a la misma hora, ha sido siempre para mí una fuente de equilibrio emocional y de felicidad. Sí, así es. Así que cuando la cosa se tuerce, es como si una voz interior me susurrara “uf, esto no va bien, aquí hay algo que sobra”. Y créanme que entonces me embarga una ansiedad malhumorada insoportable, hasta para mí misma.
Siempre nos hemos reído de esta “manía” mía, porque, además, ha sido un rasgo familiar muy matriarcal, de generación en generación. A mi abuela le pasaba, también a mi madre y desde luego a mí. La ventaja es que también hemos tenido una gran habilidad - y hasta facilidad- para visitar a Roca en los sitios más insospechados y en los momentos más inoportunos. La urgencia no tiene espera. Si hay que ir, se va donde sea.
Bueno, pues resulta que este verano, en ese tiempo de lectura insustancial que procuro no huela en absoluto a derecho, he transitado por lo que dan en llamar lectura de crecimiento personal, e incluso de salud y calidad de vida - que, a cierta edad, se convierte en casi lo único importante- y, hete aquí, que cayó en mis manos un libro sobre microbiota.
Si, microbiota. Aunque sospechaba lo que podía ser, lo que no podía ni imaginar es que cuando ni sabía de su existencia, la microbiota había sido la clave de mi felicidad. 39 billones de microorganismos, sobre todo bacterias, que viven en mi intestino grueso y que procuro mantener a raya, con mucho yogur, para la regularidad escatológica.
Pero lo que no podía ni imaginar es lo que descubrí. Que los estudios más avanzados relacionan la microbiota con la salud mental y con nuestro estado de ánimo. O sea, que yo llevaba razón. Que no es solo cuestión de escatología y que la conexión intestino-cerebro es tan tremenda que los desequilibrios en la microbiota provocan trastornos como ansiedad y hasta depresión. La microbiota influye de tal manera en el cerebro, a través de la producción de serotonina, que mantener una microbiota saludable mejora el estado de ánimo y el bienestar emocional. Señores, ¡lo que llevo sintiendo toda la vida!
Y es que aquello de “este tío tiene cara de estreñido”, cuando vemos a alguien áspero, desabrido y poco feliz, tiene una explicación totalmente científica ¡la microbiota la tiene fatal! Sepan, también, que la palabra escatología tiene otro significado. Y es la escatología religiosa y teológica. Sí, como lo oyen. El estudio de las creencias sobre el destino final del hombre… la muerte, el más allá, el juicio final, el cielo o el infierno. Todo, como ven, bastante oscuro.
En fin, ahora entiendo que se me haya ocurrido estos días escribir sobre algo tan escatológico, en cualquiera de sus acepciones. Y es que, todo lo que veo y todo lo que leo, me huele a lo mismo. Puro estiércol, suciedad, excremento, indecencia, oscuridad, más allá, destino final, mierda. Mucha mierda.
Cuídense la microbiota. Que nos hará falta una gran dosis de salud mental para soportar lo que se viene.
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