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Piovaccari en el Girona - Córdoba (2-0) en Montilivi | LOF

Paco Merino

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Al Córdoba se le vieron las costuras en Montilivi. Los de Carrión perdieron ante un rival al que, en condiciones normales, se podría considerar como adversario directo. Pero lo que está sucediendo en El Arcángel no es normal. De hecho, la última vez que el equipo blanquiverde compareció en el recinto catalán fue para disputar una semifinal del play off de ascenso a Primera. A día de hoy, puede decirse que el tiempo -y lo que se ha hecho en ese tiempo- ha tratado mejor a los catalanes. Acaban de protagonizar la mejor primera vuelta de su historia en Segunda División y están en puesto de ascenso directo. Un récord similar al que presentaba el Córdoba hace un año por estas fechas. Desde entonces, la entidad ha vivido una etapa convulsa. Lanza un discurso de estabilidad pero su imagen de provisionalidad es inquietante. En Montilivi despachó un partido irregular, con detallitos -pocos-, una aceptable dosis de amor propio y un puñado de errores que le costaron el partido. Con Carrión no habían perdido lejos de casa, pero en esta ocasión se encontraron con obstáculos insalvables: el estado de gracia del rival y la falta de pericia en la defensa se combinaron para ponérselo imposible a un Córdoba inconsistente.

A Carrión le pareció una buena idea remover el once para buscar una nueva dimensión en su equipo. Había zonas en las que, por fuerza, era necesario acometer obras. La retaguardia, por ejemplo, torpedeada por la ausencia de un fijo como Héctor Rodas. El lugar del levantino lo cubrió el multiusos Luso Delgado, que regresó al escenario de sus primeros éxitos en Segunda. El aragones se situó al lado de Jonathan Bijimine, mientras que Caro se acopló al flanco derecho y en la izquierda se quedó un hombre que ya parece atornillado: Domingo Cisma. No fue la única alteración del armazón blanquiverde con respecto a las últimas citas. Salió del once un nombre referencial, Rodri. El máximo goleador del equipo dejó su plaza como pieza más avanzada al italiano Piovaccari, ansioso por reeditar en la Liga sus competentes actuaciones individuales en la Copa. Pedro Ríos y Juli tomaron el mando en las alas, con Edu Ramos y Esteve como pivotes y Borja en el enganche. Llamarlo revolución resulta excesivo. Lo que sí parece claro -y a falta de que entre en la dinámica el recién fichado Javi Lara- es que Carrión va a explotar todas las posibilidades del grupo, en un peculiar uso del factor sorpresa como arma de ataque frente al adversario y estímulo de los propios.

Para sorpresa, con tintes de broma macabra, lo que le sucedió al Córdoba cuando el personal aún no había roto a sudar. En la primera llegada al área, Fran Sandaza remató de cabeza al poste. El balón, rebotado, le volvió a caer en los pies al delantero rojiblanco, que lo pateó con furia y cierto desatino. Lo interceptó Bijimine, que no acertó a alejarlo de allí. Y Sandaza volvió a cogerlo para esta vez remacharlo al fondo de la portería. Tres remates a puerta en el primer minuto para firmar un 1-0 que dejó a los de Carrión en una complicada tesitura. Después de unos días en el diván, buscando argumentos en la inconsistencia anímica para explicar el declive futbolístico, al Córdoba se le volvieron a torcer las circunstancias. El primer testimonio en ataque lo protagonizó Juli, que pegó un zapatazo desde el borde del área que se marchó muy alto.

El prematuro suceso en Montilivi vino a reafirmar convicciones. El Girona, que no pierde en su casa desde finales de 2015, sintió que todo iba como debía ir. Sus futbolistas no hicieron, ni de lejos, un partido brillante, pero se comportaron con la seguridad y el aplomo que proporciona el saber que el viento les sopla a favor. Al Córdoba, que ha coleccionado frustraciones en las últimas semanas, se le aparecieron viejos fantasmas. El experimento salió abortado. La remodelación defensiva provocó desajustes y Bijimine estuvo más desquiciado que nunca. Faltaban comunicación y confianza. Caro tampoco estuvo demasiado inspirado y terminó siendo sustituido por Antoñito. El tembleque atrás contaminó todo el juego cordobesista, que fue descoordinado y fácil de contener para un Girona mucho más armado.

La primera parte fue de los de Machín, que generaron con más facilidad oportunidades en el área de Kieszek.  No fue acoso, ni mucho menos. Los locales se limitaron a sacar partido de alguna pifia -Sandaza estuvo a punto de aprovechar un error en el control de Bijimine- y a sacarse disparos lejos. El goleador toledano fue el más activo. Puso a prueba al meta polaco del Córdoba, que apenas se dejó ver arriba. Un latigazo de Juli que detuvo René sin problemas fue la mejor oportunidad para los de Carrión, que se dejaban llevar sin encontrar el modo de tomar protagonismo.

A la vuelta de los vestuarios, Borja García apareció para poner su sello en una acción brillante. Se giró el borde del área para burlar a Edu Ramos y lanzó una vaselina al ver a Kieszek un paso por delante, aunque el globo le salió un poco alto. Los anfitriones buscaron   hacer más daño. Lo hicieron a los siete minutos en otra acción en la que se echó de menos algo más de ardor en los blanquiverdes. A Portu le llegó un balón franco dentro del área y los zagueros le hostigaron de modo muy tibio. Ante la actitud casi contemplativa de los cordobesistas, el punta ex del Albacete pegó un zapatazo que batió a Kieszek. Con el 2-0 y más de media hora aún por delante, Carrión realizó un doble cambio: Antoñito y Javi Galán sustituyeron a Caro y Esteve Monterde.

El Córdoba sacó rabia. René salvó a su equipo en un disparo de Juli, que armó un derechazo que repelió el meta local con el pecho. El rechace llegó a Piovaccari, cuyo esforzado punterazo lo desvió también el guardameta local. Pedro Ríos, que llegaba en carrera, la tocó desviada.  En apenas unos segundos, el conjunto de Carrión remató a portería más veces que en todo lo que se llevaba de partido. Fue en minuto 65. Dos después, Piovaccari lanzó un remate al palo. Cuando ya lo tenía todo negro, el conjunto de Carrión quiso recomponerse por la vía de la prisa. El Girona, con más de medio partido en el botín, se sintió incómodo cuando el Córdoba empezó a exigirle en el tramo final. La salida de Javi Galán aportó más efervescencia. A veinte del final compareció Rodri para abordar, al lado de Piovaccari, un tramo final a la desesperada. Unos cuantos arreones, con disparos de Juli o Borja Domínguez, sirvieron para acallar conciencias y adecentar la imagen final de un Córdoba que no escondíó la cara pese a la derrota. Ya saben. El consuelo que queda cuando uno se cruza con un contrario que, simplemente, es mejor y lo demuestra.

FICHA TÉCNICA

GIRONA, 2: René, Ramalho, Alcalá, Juanpe, Cifuentes, Aday, Pere Pons, Granell, Borja García (Rubén Alcaraz, 68'), Portu (Longo, 77') y Fran Sandaza (Cristian Herrera, 82').

CÓRDOBA, 0: Kieszek, Caro (Antoñito, 55'), Luso, Bijimine, Domingo Cisma, Edu Ramos, Pedro Ríos (Rodri, 70'), Esteve (Javi Galán, 55'), Borja Domínguez, Juli, Esteve y Piovaccari.

ÁRBITRO: Cordero Vega (Comité Cántabro). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Pedro Alcalá, Pere Pons y Jonás Ramalho y a los visitantes Piovaccari, Borja Dominguez y Esteve Monterde.

GOLES: 1-0 (2') Fran Sandaza. 2-0 (52') Portu.

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la vigésimo primera jornada, última de la primera vuelta, en la Liga 123. Se dieron cita 3.826 espectadores en el estadio de Montilivi, con presencia de seguidores cordobesistas y el ánimo de la Peña Sangre Blanquiverde, afincada en Cataluña.

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