Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
La luz
Como estoy perdiendo gradualmente la vista (a golpe de visitas a mi óptico, intuir letras en un cartelito, ver el dibujito de un globo de colores, asomar también por la consulta de la oftalmóloga del Sistema Andaluz de Salud que me dijo “estás bien; bien diagnosticado…”) colegí que ya hay poco remedio en esto. Solo queda la aceptación.
En esto pensaba mientras cruzaba, sin alternativa, bajo el “espectáculo” del alumbrado navideño en el centro de la ciudad.
Cuánta luz; poca para mí, excesiva para el resto. O al revés. Una cuestión de perspectiva.
En estas fechas, las ciudades y sus burgomaestres compiten y presumen de luz, de quién ha puesto más puntos leds o quién ha iluminado el árbol de Navidad más alto, más gordo, en su plaza.
Parece de primero de psicoanálisis, pero así va la cosa.
Pasaba bajo los arcos iluminados hasta la obscenidad y, tratando de abstraerme, pensé en mi luz favorita, si esto fuera posible.
A mis ojos, o a la memoria de mis ojos, acudió la luz de las películas de Spielberg, desde la que asoma por la gatera por la que abducen al niño de Encuentros en la Tercera Fase, hasta la del despacho que en plena guerra fría negocia un intercambio de espías sobre un puente.
También volvió a iluminarme un punto, un punto de luz, una joya en la oreja izquierda de La chica de la perla, de Vermeer. Más que suficiente.
Y otra luz de oro me regaló un amanecer en una playa tras una noche corta de junio y vencida a tiempo…
En fin, no sé. Llegará un momento en que echaré de menos la luz, puede ser. Pero no toda luz.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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