Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Fontanería

La casualidad y la obsolescencia programada han cerrado el círculo y en mi pisito de alquiler han colapsado las dos cisternas (de “pulsación de descarga”) y, además se ha jodido, al parecer por un cambio de presión, la llave que convierte el paso de agua de modelo “ducha” a chorro sin miedo a la bañera que ya lloverá. Un coñazo, en definitiva.
Llamo, pues, a algún profesional del gremio de la fontanería. Alguien que sepa de esas cosas tan chulas que no es más que la domesticación del curso del agua. Del agua limpia que va de la fuente a la boca. Pero también de la gestión de lo sobrante, el agua negra, el lodazar de la cloaca… la metáfora fácil.
Hay gremios muy feminizados: aquellos que, en su mayoría, siempre estuvieron, y están, realizados solo por mujeres. Están ligados a tareas de protección y reproducción como el cuidado de niños o adultos, enfermería, tareas del hogar, secretarias, empleadas domésticas. Esas que nos llamamos kellys, las que limpiamos, mi madre en casa…
Viene a casa un fontanero varón. Muy profesional, haciendo alarde de material tanto en mochila como en cinturón casi militar: destornilladores, cinta adhesiva, llaves de diferente pelaje, tubos de silicona como pasta dentífrica, parches de gel plástico, en fin… maravillas.
Es difícil, creía yo, que hubiera “fontaneras”; según mi experiencia; pero las hay, como Leire Díez, aunque ella dice que no, que es “periodista y socialista”. No es incompatible, creo.
Se puede ser fontanera, periodista, socialista, llamarse Leire y que te echen de “La Oreja de Van Gogh”.
Se puede ser de todo, claro, y chapotear en aguas fecales.
Mi cisterna se llena y gotea un poco después. El “militar” de uniforme y cinturón ya se ha llevado su soldada de 150 dólares. Pero sigue habiendo pérdida.
La Fontanería es cosa inmanente desde los romanos.
Que eran los que más sabían de asambleas, senados, limpieza y mierda.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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