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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Patios de luces

Patio interior.

Juan José Fernández Palomo

31 de mayo de 2025 20:02 h

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Subieron las temperaturas, diurnas y nocturnas, y los vecinos abrimos las ventanas que dan al patio de luz buscando algo de ventilación a las distintas estancias de los pisos-celdillas que habitamos. Las ventanas que dan a esos, por lo general, pequeños patios suelen ser las de los cuartos de baño, cocina o lavaderos; pero según el delirio de la promotora o constructora del edificio, desde la ventana de tu dormitorio también puedes disfrutar de unas magníficas vistas a la pared de enfrente a cuya espalda ronca tu vecino.

A mí me inquietan los patios de luz, debo decirlo. Gracias a su forma de tubo, y dependiendo del número de plantas de la comunidad, los sonidos que se vierten o se generan en el patio reverberan de una manera especial, más ahora, ya con las ventanas abiertas. Y eso me asusta mucho.

Se oyen el centrifugado de la lavadora, el zumbido de la batidora mezclando el gazpacho, la descarga de una cisterna, las salpicaduras de una ducha, el crepitar de una freidora…

También ruidos orgánicos producidos por el ser humano: toses matutinas, expulsión de flemas, ventosidades, evacuaciones… en fin, esos sonidos que cualquier persona pudorosa no debería escuchar jamás.

Además de conversaciones que no nos importan y discusiones que podrían preocuparnos.

Otro sonido que podemos escuchar es el de algo que se precipita y golpea el suelo del patio: un vaso, una maceta, la cestita de las pinzas de la ropa… un cuerpo humano. En este último caso, el sonido que se produce en el impacto mezcla el chasquido óseo con el ruido viscoso de partes blandas. Si ese ruido está precedido por un alarido helador, lo más probable es que se trate de un homicidio. Es un sonido que nos sitúa instintivamente en los patios interiores de siniestras direcciones generales de seguridad o comisarías.

Si no hay alarido previo, puede que se trate de un suicidio que, como dejó escrito Albert Camus, “es el único problema filosófico verdaderamente serio”.

Solo me gusta un sonido que al caer la tarde de domingo nace en algunas cocinas que tienen la ventana abierta: el que produce el golpeo metálico de un tenedor sobre un plato de loza mientras bate un huevo. Un niño o una niña cenará tortilla francesa y se irá a la cama temprano porque mañana hay cole.

Ese tintineo nervioso es el sonido de la esperanza.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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