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Pilar Calvo: “La inquietud se confunde muchas veces con la hiperactividad, pero el TDAH es mucho más”

Entrevista N&B a Pilar Calvo, psiquiatra del Hospital Reina Sofía de Córdoba

Alejandra Luque / FOTOS Y VÍDEO: MADERO CUBERO

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Hace una década que Pilar Calvo (Córdoba, 1988) aprobó su plaza de Médico Interno Residente (MIR) en Psiquiatría, que la desarrolló en el Hospital Universitario de Granada, aunque estudió la carrera en su ciudad natal. A esta residencia le siguió su puesto como Facultativo Especialista del Área (FEA) de Psiquiatría en la Unidad de Salud Mental Comunitaria de Peñarroya. Bajo esta especialidad ha pasado también por otros hospitales públicos, como el de Valme, en Sevilla, o el de Ciudad Real, pero en 2019 regresó a la capital como FEA de Psiquiatría en el Hospital Reina Sofía.

En aquellos años, asegura que desconocía para cuánto tiempo sería este nuevo puesto de trabajo, al que decidió optar porque “la tierra tira”. Aún hoy, sigue. Cuando estudió el MIR no había la especialidad de Psiquiatría Infantil, rama a la que ahora se dedica en cuerpo y alma desde la Unidad de Salud Infanto-Juvenil (USMIJ) del Reina Sofía, que se encuentra en el Hospital Los Morales; la atalaya desde donde se tratan los trastornos mentales más graves en ambas etapas de la vida de una persona.

El pasado jueves 13 de julio se conmemoró el Día Internacional del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y conversar con Calvo es eliminar capas y más capas para conocer de manera más cercana y certera esta alteración del neurodesarrollo que se ha convertido en una de los más relevantes en niños y adolescentes.

PREGUNTA (P). Decías en el vídeo que precede a esta entrevista que los diagnósticos se producen cuando el niño tiene entre seis y siete años. ¿Por qué a esa edad?

RESPUESTA (R). Hasta esa franja de edad no consideramos que la persona ha alcanzado determinadas competencias cognitivas, ya que el menor está en desarrollo. Por ejemplo: los tests de inteligencia más válidos se pueden aplicar a partir de los seis años. Por debajo de esa edad, te dan una estimación que puede servir como orientación.

La principal duda que tienen las familias es si el TDAH va a acompañar a su hijo toda su vida

P. ¿Qué deben hacer las familias hasta que llegue ese momento?

R. Lo que comentamos a las familias de los pequeños que vienen a la USMIJ, que son desde los dos años y medio en adelante, es que están en desarrollo y pueden orientarse, o no, hacia un TDAH, un retraso madurativo o un autismo. Si vemos alguna dificultad en el neurodesarrollo, que afecte al lenguaje, la sociabilidad o a cuestiones motores, el niño es derivado desde Atención Primaria a Atención Temprana. Con estos niños hay que trabajar mucho en esta fase porque es cuando están bastante permeables a evolucionar. Una vez que llegan a la edad de seis y siete años, ya entraríamos nosotros con el tratamiento. Hasta esa fecha, todo lo que Atención Temprana pueda trabajar con estos niños es vital. Hay niños que van mejorando esas dificultades que tienen y llegan a un nivel normal de desarrollo, pero hay otros que, a pesar de haber pasado por Atención Temprana, vemos determinados déficits. Son estos los que luego diagnosticamos.

P. ¿Qué es el TDAH?

R. Ahora mismo está incluido dentro de los trastornos del neurodesarrollo, que son entidades en las cuales hay ciertas dificultades en adquirir ciertas competencias o habilidades que necesitamos en nuestro día a día. En el TDAH existe un déficit, sobre todo, en la atención y, en algunos casos, aparecen síntomas de hiperactividad e impulsividad

P. ¿Qué tipos de pacientes vienen a Los Morales?

R. En este hospital está la USMIJ, que es el tercer nivel, es decir, la unidad más especializada. Atendemos a los casos más graves. Las primeras detecciones se suelen hacer en el colegio, que deriva a las familias a los pediatras. Ya se está trabajando para que estos profesionales hagan un diagnóstico y algunos niños puedan ser tratados desde Atención Primaria. Si no, se derivan a los Equipos de Salud Mental Comunitaria. Ya entrarían en un segundo nivel de salud mental. Desde estos equipos nos derivan a la USMIJ a los pacientes más complejos.

P. ¿En qué sentido?

R. Aquellos que, además del TDAH, tengan otra patología comórbida o a los que, a pesar del tratamiento que le hayan puesto, no están evolucionando bien. Los TDAH graves son aquellos asociados a otra patología mental, ya que es raro que estas patologías vayan aisladas. Este trastorno tiene comorbilidad con otros de conducta y los relacionados con el aprendizaje, además de ansiedad o cuadros depresivos. No hay que olvidar que son niños con dificultades en su día a día y luego son conscientes de ello, por lo que pueden desarrollar síntomas depresivos. También hay casos graves en los que el trastorno en sí les genera mucha disfunción a nivel familiar, escolar y en su sociabilidad.

Trabajar con los niños en Atención Temprana es vital

P. ¿En qué casos se aplica tratamiento farmacológico?

R. Se debe individualizar porque no todos los casos lo van a necesitar. Se suele empezar con medidas psicopedagógicas en el colegio que se aplican tras tener el informe de TDAH del niño. Se le pueden adaptar determinada asignaturas, como darle más tiempo en los exámenes o sentarlos delante porque si no, se pierden. A veces tienen profesores en el aula que les van orientando. Luego, también están las adaptaciones curriculares significativas, que son las que directamente le modifican el temario. Esas serían las primeras medidas en los casos leves. Si, a pesar de eso, no mejoran, ya se opta por un tratamiento farmacológico, siempre y cuando el niño lo permita por sus condiciones físicas. También es muy importante entrenar a los padres, hacer con ellos una psicoeducación sobre el TDAH y cómo tratarlo en casa porque, en ocasiones, hay muchos problemas de conducta. Si todo eso no funciona, se recurre a la medicación.

P. Comentabas que los casos más leves se tratan en Atención Primaria. ¿Los pediatras tienen formación suficiente para ello? Se trata al fin y al cabo de Psiquiatría, una especialidad sanitaria.

R. Ahora mismo se está trabajando en ello y todavía no está del todo instaurado. Sí existen nuevos protocolos para que los pediatras se formen mediante cursos y herramientas para poder diagnosticar casos simples y usar medicación de primer nivel.

P. ¿En base a qué se ha tomado esta decisión? ¿Liberar a la USMIJ?

R. Sí. Los centros de salud mental, y sobre todo la USMIJ, estábamos sobrecargados porque el TDAH es un diagnóstico que, como cada vez se conoce más y es más prevalente, cuando se diagnostica y se ofrece un tratamiento adecuado, los casos suelen evolucionar muy bien. Por ello, la mayoría de los TDAH no son complejos y se ha intentado liberar a Salud Mental y dejarnos los casos más graves.

P. ¿Un TDAH leve puede evolucionar hacia uno grave?

R. Puede porque existe la comorbilidad. Se puede dar la circunstancia de que, en un momento de su evolución, se sume algún otro diagnóstico o haya alguna circunstancia ambiental que influya al niño. Por eso, la USMIJ está muy conectada con Atención Primaria, Pediatría y con los equipos de segundo nivel de salud mental. Somos un circuito. Cuando vemos que un caso se está complicando, empieza a subir de nivel. Y si mejora, damos el alta y vuelve al nivel de origen.

En general, los casos de TDHA suelen evolucionar muy bien

P. ¿Es un sitio realmente óptimo que la USMIJ esté aquí, en Los Morales, tan alejado de los servicios centrales hospitalarios?

R. Es algo que llevamos años dándole vueltas porque al ser una unidad de tercer nivel, deberíamos estar donde el resto de especialidades de estas características: en los hospitales. Más que nada porque aquí no hay servicio de Urgencias o plantas médicas que nos puedan ayudar en caso de que algún caso se complique. Estamos luchando por poder estar en el hospital, ya que nos va a permitir estar más conectados con las camas de hospitalización, por ejemplo, ya que la gran parte de los pacientes que ingresa ahí son atendidos en la USMIJ.

P. La entrevista la estamos haciendo en Los Morales, pero tú venías del Hospital Reina Sofía.

R. Claro. Yo doy cobertura abajo para que, los niños que ingresan, puedan ser atendidos por una psiquiatra infantil, pero luego tengo que volver a la USMIJ.

P. ¿Cuántos psiquiatras infantiles hay en todo el complejo hospitalario?

R. No hay muchos. Psiquiatría Infantil está ahora mismo deficitaria y estamos luchando por que haya más profesionales, pero hay poquitos.

P. Entiendo que es necesidad obedece a un incremento de los casos.

R. Así es. También se debe a que Psiquiatría Infantil es muy diferente a la de adultos.

P. ¿En qué aspectos?

R. La presentación clínica de los trastornos es muy diferente en los niños y adolescentes que en los adultos. Su manejo farmacológico, también, aunque utilicemos medicamentos similares. La forma de entrevistar y los abordajes terapéuticos son muy distintos. Por ello, creo que sacar una especialidad es muy positivo, pero se le tiene que dedicar más tiempo a la formación. Así que, la necesidad viene por dos cuestiones: el surgimiento de la especialidad y el aumento de los casos, que se han disparado tras la pandemia.

Los adolescentes se están adultizando y la infancia se está acortando

P. ¿El TDAH es el más frecuente?

R. Umm, no. Lo que más está llegando a Urgencias son conductas suicidas, autolesiones y los trastornos de conducta alimentaria. En el TDAH no hemos visto un incremento, sino que, como aparece desde el nacimiento, es permanente. Los otros diagnósticos tienen más que ver con la sociedad en la que estamos y con el ambiente que se está gestando.

P. Y en este incremento, ¿hay una edad predominante?

R. Los adolescentes. Es la población mas vulnerable. La adolescencia es el proceso durante el cual uno empieza a crearse como un individuo independiente. Es el periodo dondeempiezan a surgir los primeros conflictos, las crisis de identidad, adquiere importancia relacionarse con los iguales... Las redes  sociales e internet están influyendo notablemente. Además, otra cosa que estamos viendo es que, antes, el adolescente era a partir de los 15 o 16 años. Ahora vemos que se está adelantando. Antes era muy extraño ver a un niño de diez años con un trastorno de conducta alimentaria. Ahora lo estamos viendo.

P. ¿Eso cómo se explica?

R. Obedece a múltiples causas y creo que, es mi opinión personal, estamos contribuyendo a esa pérdida de la infancia. Antes, era un período que duraba mucho más, se protegía y los niños no tenían acceso a determinadas cosas. Ahora, un niño de diez años es un preadolescente y tiene acceso a información adultizada, por ejemplo. Los adolescentes se están adultizando y la infancia se está acortando.

P. ¿Cómo influye el uso de un móvil a edades tempranas a esta situación?

R. Un niño no está capacitado para manejar una herramienta así porque la desconoce. Parte de lo que está pasando va por ahí, porque los menores acceden a información de todo tipo, sin ningún tipo de filtro. En esas edades en las que hay tanta vulnerabilidad y que todo se lo creen, toda la información que reciben, para ellos es un dogma. Hay niños que me hablan de amigos y les pregunto: “¿Pero dónde está tu amigo?” Y me dice que es de Instagram. Las relaciones son virtuales y no saben quién está al otro lado del teléfono. Te puede decir que tiene 14 años y tal vez tenga 30. Están expuestos a material al que no deberían, ya que no tienen la capacidad de gestionarlo.

Las relaciones de los adolescentes son virtuales

P. Hablábamos antes de la generalización de la hiperactividad. ¿Un niño hiperactivo es síntoma clave de TDAH? ¿Qué debe alertar a las familias?

R. Los primeros síntomas se suelen ver desde muy pequeños, antes de los seis o siete años. Hay que decir que estos síntomas no deben verse solo en el colegio sino, al menos, en dos aspectos de su vida, como pueden ser el colegio y los amigos o el colegio y la familia. En cuanto a la atención, son niños con dificultades para ver una película completa, niños con los que te pones a leer y, o no se enteran, o no atienden; niños que no retienen la información que se les da, que pierden cosas… Eso nos tiene que poner en alerta de que algo está pasando y de que, ante actividades placenteras como pueden ser ver una película o jugar, el niño se pierde y no es capaz de enterarse bien. Con respecto a la hiperactividad, se trata de niños que no pueden estar quietos, que están en continuo movimiento, que sienten la necesidad de levantarse si están en clase o comiendo y que están moviendo las piernas y manos a cada instante. Otro síntoma es la impulsividad, algo que les impide respetar turnos de palabra, por ejemplo. Es muy importante que su comportamiento afecte a varias áreas de su vida. El TDAH es una condición originada por mucha disfuncionalidad y el niño va a tener problemas en casa, en el colegio o con sus compañeros porque se mueve tanto y es tan impulsivo que va a tener dificultades y le van a ir dando de lado. Cuando todo eso genera un cómputo y una afectación en su vida, ahí sí hablamos de TDAH.

P. ¿Se conoce su origen?

R. Es multifactorial. Se ha visto que existen causas bioquímicas y algunos pacientes tienen unas áreas del cerebro diferentes al del resto de personas. También se debe a factores perinatales o postnatales: el bajo peso al nacimiento o la exposición a determinados tóxicos durante la gestación. Por otro lado, se ha visto que hay ciertos genes más prevalentes en personas con este trastorno. Todo eso conduce a que aparezca un TDAH.

P. ¿Todas estas múltiples causas complican el diagnóstico?

R. Bueno, el diagnóstico es clínico y hacemos pruebas para que nos orienten. Existe una serie de criterios clínicos: si el niño los cumple y afectan a más de dos áreas de su vida, se establece el diagnóstico. Aunque haya pruebas que no sean concluyentes, si clínicamente observamos que el paciente cumple los criterios, se diagnostica de TDAH.

P. ¿Es más frecuente en niños que en niñas?

R. La prevalencia dice que son más frecuente en niños, pero es algo que hay que coger con pinzas. En primer lugar, porque los niños suelen tener más problemas de conducta que las niñas, por lo que los padres de niños con posterior diagnóstico de TDAH suelen acudir más a pedir opinión médica. Las niñas suelen padecer más inatención que problemas conductuales. Por eso, no se sabe si está sobredimensionado que en los niños sea más prevalentes. Es verdad que, luego, los trastornos del neurodesarrollo –que son los que se generan desde la primera infancia- sí son más prevalentes en niños, pero puede ser que las niñas estén más infradiagnosticadas porque acceden menos a los sistemas de salud porque son pacientes que dan menos problemas.

El ojo del maestro es fundamental porque va a repercutir en la vida del niño

P. ¿Qué consecuencias puede tener un diagnóstico tardío?

R. Dentro de las consecuencias, pueden tener más dificultades en el ámbito académico porque si esas niñas tienen un TDAH inatento, van a tener dificultades para ir cumpliendo sus logros. Algunas llegan a tener fracaso escolar, lo que afecta luego a la autoestima y provoca que desarrolle ansiedad o depresión porque observan que, aunque quieran, tienen dificultad para el estudio.

P. Es clave entonces la figura del profesor.

R. Es muy importante y me parece que los maestros cada vez se están formando más en ser capaces de detectar niños con ciertas necesidades especiales. El ojo del maestro en un posible diagnóstico de TDAH es fundamental porque va a repercutir en la vida de esa persona y le va a abrir o cerrar puertas. Hay muchos profesores que se forman en Psicopedagogía y en los colegios se dan charlas sobre estos diagnósticos. Creo que la mayoría de los maestros está muy pendiente de esto y son capaces de detectar a esos niños que están un poco perdido en clase.

P. ¿Cómo influye en el TDAH un entorno familiar desestructurado?

R. La familia estructurada es un ambiente protector y siempre va a ser un factor de buen pronóstico en la evolución de cualquier diagnóstico. Aunque el TDAH aparece desde edades muy tempranas, que el niño tenga un buena ambiente y una familia estructurada que cumpla las indicaciones que se dan desde Salud Mental, va a favorecer su evolución. Un ambiente disfuncional puede ser un factor desprotector y génesis de otros muchos problemas.

P. A nivel general, ¿cómo lo afrontan las familias?

R. Al principios vienen con dudas, miedos y con la incertidumbre de: ¿Ahora qué? ¿Esto por dónde va a ir? Pero es verdad que en la USMIJ estamos muy bien estructurados y a las familias se les acompaña desde primera hora, se les oferta muchísima información, los diagnósticos se explican muy bien y contamos con distintas herramientas como grupos de padres o de psicoeducación en los que se habla de estos trastornos. También existen muchas asociaciones para que los padres puedan tener acceso, algo que les va a facilitar información y arropo para que vean que no son únicos, sino que hay más familias a las que les sucede esto. La impresión que tengo cuando llegan es que tienen miedo e incertidumbre, pero poco a poco adquieren confianza y esperanza.

P. ¿Le preguntan si tiene cura?

R. Sí. Eso es lo que siempre preguntan. O cómo va a ser el niño de mayor. Siempre intentamos ser lo más cautos posibles y les decimos que no sabemos cómo van a evolucionar, pero que vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano por que la evolución sea lo más favorable posible. Es un trabajo en equipo y no solo somos nosotros, sino también los colegios, los centros a donde van muchos pacientes, las familias… Les decimos que hay que generar una red de trabajo para ayudar al paciente de la mejor forma posible. Todo esto son papeletas para que evolucionen lo mejor posible.

El ojo del maestro es fundamental porque va a repercutir en la vida del niño

P. ¿Los padres te transmiten ese sentimiento de culpa?

R. Sí, también. Muchas veces hay padres que vienen y no entienden muy bien cómo se ha generado esto y piensan que ha tenido que ver con modelos de crianza, con que no lo hayan hecho bien… Nuestro trabajo también es desculpabilizar y mirar hacia delante. Siempre digo que esto son cosas que a veces aparecen y obedecen a múltiples factores, pero que hay que trabajar en mirar en positivo y hacia adelante. También hay padres que necesitan apoyo y, aunque trabajamos con niños, lo hacemos con familias. Cuando vemos que hay papás que están un poco desbordados, se les oferta la posibilidad de que ellos reciban, de manera individualizada, atención por Salud Mental. También están los Servicios Sociales, que a veces trabajan con familias desde dentro para actuar sobre determinadas dinámicas disfuncionales para corregirlas. En las enfermedades mentales, a veces uno piensa que ha sido él el culpable y es algo importante de detectar.

P. ¿Hay mitos o prejuicios entorno al TDAH?

R. Sí. Y eso pasa porque son las grandes desconocidas. Muchas veces puede existir el mito de que son pacientes vagos, que no quieren estudiar, que son maleducados o incapaces de regularse. Hay veces que en el ojo de la sociedad se ha puesto que estos niños son complicados y ya está. Existe esa visión en una parte de la población. Por suerte, se está dando mucha visibilidad.

P. Resaltabas antes el importante papel de los colegios. Pero, ¿estos centros se convierten también en focos donde los niños con TDAH sufren acoso escolar?

R. Sí. En ocasiones hemos tenido casos porque este trastorno afecta también al área social. Son niños que tienen dificultades para integrarse en los grupos, ya que son muy movidos, no respetan reglas, porque tienden a tener conductas explosivas si participan en un juego y les sale mal… Eso a veces hace que en el grupo no sea muy bien aceptado. Luego, los problemas de atención también influyen porque tienen resultados académicos más bajos. En ocasiones se ha visto que son el punto de mira de algunos compañeros de clase y por desgracia sufren acoso escolar. Por eso, es muy importante la detección y trabajar con ellos desde todas las áreas. Los profesores deben vigilar que estos niños estén bien integrados en la clase porque cuando van creciendo, muchas veces se dan cuenta de sus dificultades y, especialmente, en las relativas a conectar con sus iguales. Eso genera frustración, ansiedad… El tema emocional en estos pacientes es algo que hay que tratar siempre.

P. ¿Es un trastorno que entiende de clase social?

R. No se ha visto que tenga una causa social en ese aspecto.

P. ¿Se diagnostican más casos de los que hay?

R. Eso es algo que se ha hablado durante años. No lo comparto en sí. Quizás antes de dedicarme a Psiquiatría Infantil tenía esa visión, pero una vez dentro, sí que creo que vienen muchas sospechas de TDAH que luego no lo son. Por eso hacemos diagnósticos muy medidos en los que no sólo evaluamos al niño, sino también a la familia y contamos con informes del medio escolar y de centros donde esté el paciente. Creo que no sobredimensionados los diagnósticos, pero sí que hay una cierta alarma en derivarnos pacientes por dimensionar determinadas características de los niños que luego se ven que no son TDAH.

Hemos tenido casos de niños con TDHA que sufren acoso escolar

P. ¿Qué acaban siendo luego esos diagnósticos?

R. Muchas veces son fases mismas del desarrollo. Es verdad que cuando vemos un niño que viene con un problema atencional, algunos van a ser TDAH, pero hay otros que no. Bajo esa dificultad en la atención hay que explorar otras cosas, como ver si hay algo en su vida que le está provocando esa dificultad. A lo mejor ese niño no está motivado, tiene ansiedad, hay problemas en la familia u otras circunstancias.

P. ¿Hay casos que acaban finalmente en diagnósticos de altas capacidades?

R. En ocasiones se han dado. Bajo un problema de atención, que es un motivo muy frecuente de derivación, puede ser que se trate de un niño con unas capacidades cognitivas más elevadas y que el material que se esté dando en clase no le sea atractivo y por eso se aburra.

P. ¿ En qué porcentaje persisten estos síntomas en la fase adulta?

R. Hace años se decía que el TDAH del adulto no existía, pero se está viendo cada vez más que existen muchas personas en su vida adulta que realmente son pacientes que se podrían diagnosticar de este trastorno. Adultos con dificultades en sus trabajos y en su organización y, realmente, si investigas y haces un estudio, son pacientes con TDAH. Actualmente se está viendo que entre el 30% y el 60% de los niños tendrán este trastorno en su edad adulta. Y en esta franja población, un 4% tiene TDAH.

P. ¿Qué consecuencias tiene para un adulto que en su niñez no se le haya diagnosticado TDAH?

R. Puede tener repercusiones negativas. Luego, es verdad que el ser humano es increíble. Hay gente a la que yo he diagnosticado siendo adulta y le pregunto cómo ha podido terminar tus estudios, hacer una carrera y estar trabajando en un buen puesto. Son personas que, dentro de sus dificultades, van adquiriendo herramientas. Luego, nos encontramos otros pacientes en la vida adulta que tienen serias dificultades en la organización del tiempo porque gran parte del día están despistados. Puede haber una evolución negativa si no se diagnostica pronto. Este trastorno sí que puede generar una discapacidad porque puede afectar tanto a la vida que puede generar dificultades serias.

Acompañar en el sufrimiento es muy difícil en la sociedad actual

P. ¿Los casos graves de TDAH son incompatibles con llevar una vida normal, aún contando con apoyo familiar y tratamiento farmacológico si lo hubiera?

R. Cada caso es un mundo, pero creo que con un apoyo suficiente en todas las áreas, a pesar de que sean personas con graves afectaciones a la atención, si articulamos todas las herramientas de ayuda, pueden hacer vida normal. Lo importante es la detección precoz y tener esas herramientas. Hemos visto evoluciones muy variables. A nivel personal, estar en la USMIJ me ha cambiado. Venía de trabajar con adultos y la parte de los niños siempre me había gustado. Una vez que empecé a trabajar con niños, adolescentes y familias, me ha maravillado. Creo que es una parte muy humana y trabajar con la infancia y la adolescencia, especialmente desde la salud mental, es tocar cuestiones decisivas que van a influir en cómo va a ser la persona cuando sea adulta. Creo que nuestra función es muy importante y tengo la sensación de que estoy influyendo en vidas que, probablemente, si no pasaran por nosotros, los adultos en los que se van a convertir serían totalmente diferentes. Cualquier frase que tú le digas a un niño, se la lleva consigo y con una sola puedes salvarlo de mil cosas. Hay días que me voy a mi casa realmente angustiada porque vemos casos muy difíciles pero, muchas veces, el bienestar que me genera trabajar con estos niños es enorme.

P. Y, ¿cómo se gestionan esos casos en los que ves que poco más se puede hacer?

R. Siempre intento ser optimista ante casos que ves que, aún cambiando intervenciones o medicación, el niño no avanza. Hay veces que te da la sensación de que no estás haciendo mucho, pero analizándolo luego en retrospectiva, ves la evolución. Aunque sean pocos, hay cambios. Te gustaría que hubiera más, pero creo que hay momentos en los que pequeños cambios son suficientes y los grandes serían destructivos. Hay pacientes a los que modificarle determinadas cosas les generaría más daño que beneficio. Muchas veces hacemos una labor de acompañamiento en su sufrimiento.

P. ¿Es lo más duro?

R. Bueno, para mí no es duro. Cuando estudiamos Medicina pensamos que vamos a salvar muchas vidas, pero cuando te metes en Psiquiatría, te vas dando cuenta de que el acompañar es mucho y bajas tus expectativas. Mis pacientes se van sabiendo que yo estoy aquí y eso para mí es suficiente. Que podemos hacer cambios, estupendo. Que no, acompañamos en el sufrimiento. También te digo: es difícil porque estamos en una sociedad en la que, muchas veces, el sufrimiento lo vives solo porque vamos todos muy rápidos, a ver si nos vamos a contagiar de ese sufrimiento. Ponerte delante de alguien que está sufriendo y decirle “oye, estoy aquí para lo que necesites”, me parece la parte más humana de la Medicina y de la Psiquiatría.

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