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'Chapi' Ferrer, el poeta del utilitarismo

Ferrer, manteado por los jugadores en Las Palmas | MADERO CUBERO

Paco Merino

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El técnico catalán, que nunca había entrenado en España, llevó al Córdoba a Primera en 20 partidos | Exprimió al límite la explosión tardía de un grupo en racha colectiva

Su nombre está grabado en la historia del club blanquiverde. Se lo ganó a pulso tras ser protagonista de uno de los ascensos más asombrosos que jamás se hayan producido en el fútbol español. Albert Ferrer Llopis (Barcelona, 1970) consiguió -o contribuyó de manera decisiva- que al Córdoba de la temporada 13-14 le saliera bien lo que antes le salía mal. Una forma tonta y simple de explicarlo, de acuerdo. Pero así sucedió. Se plantó un día en El Molinón con el equipo agarrotado, cerca de la zona de descenso a Segunda B y un ultimátum o algo así pendiendo sobre su cabeza. Quedaban diez jornadas. El ambiente en Córdoba fluctuaba entre los brotes de indiferencia por una (otra) campaña decepcionante y las algaradas de los más indignados. Y resulta que el equipo, guiado por un tal Pedro -ahora vestido de superhéroe con el Zaragoza en el play off contra Las Palmas-, ganó ese partido ante el Sporting de Gijón. Y, sin explicación aparente, dejó de perder. 'Chapi' se atornilló al banquillo, futbolistas que antes parecían 'zombies' se activaron y, estimulados por su propio éxito contra pronóstico, terminaron metiéndose en Primera División después de vivir en Las Palmas un acontecimiento paranormal. “Espero estar en el Córdoba muchos años”, dijo entonces Ferrer.

Lo de Ferrer es un caso singular en el fútbol, un suceso que convierte el farfolla cualquier teoría sobre los años de experiencia en banquillos, las aclimataciones y todo ese tipo de argumentos que se usan, normalmente, para justificar las cosas cuando éstas no marchan. Leyenda en el FC Barcelona, con el que ganó la primera Copa de Europa, se retiró como jugador en el Chelsea despachando un notable lustro antes de retirarse a los 33 años, en 2003. Desde entonces se le pudo ver como comentarista en Antena 3, La Sexta y Canal+Liga, o colaborando en la emisora Onda Cero. Lo de entrenar lo aparcó hasta más tarde. En 2011, el Vitesse era penúltimo en la Eredivisie holandesa y buscaba un revulsivo para mantener la categoría. Ferrer logró el objetivo, pero desavenencias con la dirección del club impidieron que continuara. Fueron unos meses intensos. Los únicos en su expediente como técnico profesional cuando le llamaron del Córdoba, que había echado a Pablo Villa y manejado algunas opciones antes de decantarse por el exazulgrana. Su llegada no levantó olas de entusiasmo. Sus resultados tampoco. Y así iba todo hasta que sucedió aquello.

Fueron 20 partidos entre liga regular y play off. Solo tres derrotas -ante Las Palmas y Zaragoza en El Arcángel y en Sabadell- y -ahí está la cuestión- únicamente encajando 14 goles. Metió 21, tampoco nada del otro mundo. Pero una cifra más que suficiente para amasar rentables empates que terminaron conduciéndole al histórico salto a Primera. Y el último gol, el de Uli Dávila, le llevó al paroxismo. Sus frenéticas carreras sobre el césped del Gran Canaria, esquivando las patadas de los vándalos amarillos y con lágrimas en los ojos, forman parte del imaginario cordobesista. Ferrer, el tipo que jamás se rindió, terminó llevando al Córdoba a Primera División con un estilo práctico, cuya estética se resumía en el marcador y sus consecuencias. Quizá no le gustó el modo -de hecho, no le gustaba-, pero consiguió ganarse la posibilidad de vivir la aspiración de cualquier técnico. La de 'apagafuegos' es una labor interesante, y bien remunerada -en dinero y prestigio- si se consigue el objetivo, pero lo de construir un equipo desde el principio es un placer del que pocos gozan. Ferrer lo tuvo. Y metió mano a fondo para componer la plantilla del Córdoba que volvía con los más grandes después de más de cuatro décadas de ausencia.

En Primera, tras un estreno centelleante en el Santiago Bernabéu, con miles de cordobesistas en las gradas y una honorable derrota ante el campeón blanco (2-0), comenzaron pronto las penurias. Algunos de los fichajes estelares -el cerebro italiano Fausto Rossi, el talentoso brasileño Ryder Matos, el killer japonés Mike Havenaar- no daban el tono y sólo el centelleo del argentino Fede Cartabia y el argelino Nabil Ghilas, por entonces idolatrados, concedía alguna esperanza de resurrección. A Ferrer lo despidieron tras ocho partidos, con el equipo colista y sin victorias. Después llegó Djukic y, finalmente, José Antonio Romero. Nadie logró enmendar el rumbo del equipo blanquiverde, que después del mercado invernal perpetró la peor segunda vuelta de todos los tiempos en la Liga.

Albert Ferrer no ha vuelto a entrenar desde su salida de El Arcángel. “Espero que la vida me dé una segunda oportunidad”, dijo en su despedida con respecto a un posible retorno a Córdoba, donde nadie le olvidará. Todos le pudieron ver, desde la pantalla de sus televisores, comentando los partidos de la fase final de la Liga de Campeones y enseñando su sonrisa socarrona después de presenciar el triunfo de su Barcelona ante la Juventus. El 'Chapi' da bien en la tele. Como antes de que llegara a Córdoba y consiguiera, en apenas unos meses, lo que otros no llegaron ni a soñar durante décadas de trabajo. Así es el fútbol.

I | ¡Gracias, Uli Dávila! Contigo empezó todo

II | Oda a la sangre blanca y verde de los hermanos Cruz

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