Vicente Amigo toca 'Tierra' allí donde Córdoba se hizo Patrimonio de la Humanidad
No ha sido una elección azarosa. Que, de toda su discografía, el guitarrista Vicente Amigo haya escogido el disco Tierra como eje vertebrador de su primer recital en la Mezquita-Catedral no responde a un capricho, sino a una decisión artística y estética perfectamente planteada.
El paralelismo era evidente. En un escenario que representa como ningún otro la convivencia arquitectónica entre Oriente y Occidente, ha sonado la música mestiza de una tradición andalusí que germinó durante siglos en las calles de Córdoba a donde llegó importada desde África y Asia, con los refinados arreglos de cuerda y vientos que trajeron los pueblos del norte de la Península Ibérica y de Europa.
Y entre unos y otros, la guitarra. El instrumento musical más perfecto que existe cuando está en manos de alguien como Vicente Amigo (Sevilla, 1967), protagonista este jueves de un inédito concierto entre las columnas del que es, según sus propias palabras, “el sitio más bonito del mundo”.
Un concierto que tardó en concretarse. Casi 50 minutos ha tenido que esperar el afortunado público que pudo hacerse con las invitaciones que permitían el acceso gratuito al recital. Es evidente que, de haber sido un concierto de pago, algún que otro silbido hubiera calentado la salida del artista. Pero a casi nadie le duele esperar cuando solo está gastando paciencia y no hay más política de devolución que la de una noche fría. Y la ocasión lo merecía. Eso está fuera de toda duda.
Tanto que el guitarrista y su banda -a la izquierda voces, percusión y guitarra de acompañamiento; y a la derecha bajo eléctrico, cuerdas y vientos- fueron recibidos entre miles de aplausos cuando pusieron un pie en el escenario. Allí, bañado en una luz azul, con los ojos cerrados, Vicente Amigo arrancó con un monólogo de cinco minutos a las seis cuerdas que cuadró como prólogo de Autorretrato, una canción decana en su repertorio, y que no podría haber sido mejor escogida como apertura: “érase una vez un hombre de cartón herío”, cantaban Los Mellis sobre el repiqueteo del maestro.
Tras la confesión, Amigo abrió los labios -hablar ya había hablado- y, mirando a un recinto “sobrecogedor para todo el que sienta” agradeció el cariño. “Vamos a intentar devolverles el gesto con el corazón”, dijo entonces el maestro, antes de comenzar a tocar Tierra, la canción que da título al disco homónimo que grabó en 2013 en los estudios British Grove de Londres rodeado músicos como el flautista Mike McGoldrick y el acordeonista Donald Shaw, presentes este jueves en la Mezquita-Catedral.
A partir de ese momento, con toda la banda sobre el escenario, el recital cogió vuelo como lo que era: una demostración de que el flamenco es el mejor lenguaje que ha dado Córdoba a la humanidad justo cuando se cumplen 25 años del título de Patrimonio Mundial para el Casco Histórico; una muestra de que el flamenco es una fiesta a la que cualquiera está invitado -la sorpresa la ha dado el cantaor Pedro El Granaino esta noche- siempre que venga con respeto; y la (enésima) consagración de Vicente Amigo como el embajador perfecto de un legado milenario en tiempos líquidos.
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