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Rosalía viaja a la raíz de su sonido y vuela por encima de las expectativas

Rosalía en Córdoba | ÁLEX GALLEGOS

Juan Velasco

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Ajena a los ríos de tinta y por encima de cualquier prejuicio. Pulverizando expectativas y ejecutando al milímetro su espectáculo. De blanco impoluto, solo roto por el rojo bermellón del velo que le han puesto en Bagdad. Entregada y, en ocasiones, visiblemente emocionada.

Rosalía ha vuelto a Córdoba. Estuvo hace dos años con Los Ángeles, un disco que, visto hoy, parece casi un accidente. Y ha vuelto este sábado convertida en otra cosa. En algo que en la música española casi no se esperaba: una superestrella de ámbito internacional.

No hay más. Se le puede discutir el estilo, el cante, la apropiación de ciertos códigos, su capacidad vocal, su estrella... Todo es discutible en esta época, ¿por qué no? Salvo el triunfo. El triunfo de Rosalía es incontestable visto desde cualquier ángulo. Y este sábado, el ángulo era un anfiteatro para 10.000 personas en una una Plaza de Toros de Córdoba que ya solo puede vivir noches así con iconos internacionales.

Y Rosalía lo es. Más cerca de Rihanna que de cualquiera de las damas de la canción con las que comparte cartel esta noche blanca de luna llena en Córdoba, la cantante catalana ya no es una joven interesada en resucitar un viejo tema -Catalina- de Manuel Vallejo por sugerencia de Pedro G. Romero. Ni siquiera es la artista interesada en reiterpretar los códigos del flamenco por la vía de la música urbana. Rosalía ya es todo eso y algo más. Y ese algo más es lo que ha hecho que su concierto en Córdoba haya sido, desde que se anunció, pues algo más que un concierto. Un acontecimiento.

Para ella también lo era y así lo ha transmitido. “Para mí, actuar hoy en Córdoba es un sueño”, ha dicho la cantante cuando solo habían pasado 15 minutos de concierto. Acababa de confesar el porqué: “La música de Andalucía ha inspirado tanto mis canciones... Aquí están los artistas que más admiro”. La ovación, en cualquier caso, fue mucho mayor cuando confesó el código, cuando dijo su primera palabra del concierto, simple pero rotunda a más no poder: “¡Córdoba!”.

Con artistas de tal envergadura no hace falta mucho más para que la noche vaya como la seda: una puntualidad británica y un show coreografiado y milimetrado. Poco o nada han importado las partes en las que la cantante hacía playback o en las que no se esforzaba ni en ocultarlo. Lo suyo era una cuestión más sinestésica que sonora -si bien el sonido ha sido impoluto en pista-, y la ejecución del derroche de estímulos ha sido sencillamente perfecta.

Desde Pienso en tu mirá, primer tema del concierto, hasta Malamente, con el que ha cerrado algo más de una hora de viaje ininterrumpido, la cantante ha repasado la mayoría de las canciones de El mal querer, así como algunas versiones de clásicos básicos como Te estoy amando locamente, y algún tema prestado, como la vibrante canción que ha hecho con el británico James Blake.

Se guardó un bis. Una versión a capela de Volver que el público ha cantado a viva voz con ella. Dos años después de cantar a la noche en Viana ante 300 personas, Rosalía ha vuelto a cantar a la noche, blanca en este caso, pero ante 10.000. Que vuelva a partir de este sábado será una sorpresa. Que sea la misma Rosalía parece, en estos momentos, imposible.

Pero quien la haya visto sabe que hoy hay por el mundo un interés por un sonido cuya raíz está anclada en esta tierra. Y la tierra ha saludado el gesto.

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