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León Benavente y Arde Bogotá: Una constante generacional

Concierto de León Benavente y Arde Bogotá en el Festival de la guitarra

Marta Jiménez

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“Nuestra fuerza es igual a una constante generacional”, canta Abraham Boba, la voz y teclados de León Benavente, ex banda de Nacho Vegas independizada tras el 15M. La letra pertenece a Nuestro aniversario, el tema que celebra sus diez años de álbumes, carretera y escenarios.

Pero en Córdoba sirve para retratar con exactitud el espíritu de la noche del sábado en La Axerquía. El cierre de esta edición del Festival de la Guitarra con un concierto intergeneracional llamémosle, indie.

Los veteranos Benavente compartieron cartel con los veinteañeros Arde Bogotá. Abrieron los mayores, rebelándose tanto al orden de la lógica festivalera como a lo que rezaba en cada entrada. Y para eso están las normas, para dinamitarlas. 

Cerraron explosivos los cartageneros y ambas bandas unieron en el foso y el graderío a padres y madres con hijos e hijas adolescentes o en su primera juventud, una variopinta familia que disfrutó de dos directos sencillamente impresionantes.

Bandas robustas presididas por guitarras y baterías enérgicas, dueñas de un gran sonido que envuelve a dos personalísimos cantantes a los que se les entendía cada palabra que cantaban o decían. Eso para variar. 

El rugido y la gloria.

Con una puntualidad impensable en los conciertos del pasado, León Benavente subió impoluto al escenario. Su cantante, con americana y pelazo, desenvolvió su adictiva voz con Líbrame del mal. De la electrónica de su último trabajo, Era, el grupo viajó por su discografía en un concierto que fue ganando en poderío y electricidad.

El talento compositivo de la banda arroja unas letras a la altura de su música, por eso y por su gran directo arrebataron a un público que vibró y lo pasó tan bien abajo, bailando, coreando, sudando, como ellos sobre el escenario.

Temazos como Amo, Se mueve, Ser Brigada o Ayer salí recordaron por qué en algunas de sus canciones el oyente-espectador parece que se mete en un corto. Historias bien narradas, contadas y cantadas con persuasión.

Algo que brilló en el homenaje al desaparecido Rafa Berrio (citado también en la primera de la noche) con uno de esos spoken words que borda el cantante, Niño futuro.

Quizás el ánimo de este julio tan politizado lo pusiera un verso de Disparando a los caballos, “no es lo que piensa, es lo que le han enseñado”, un buen mantra para la jornada de reflexión. Con La Axerquía saltando con ese viaje a una resaca que es Ayer salí, no tuvieron fe para dar ánimo a los valientes. Así está el patio.

Los Arde Bogotá salieron desbocados y épicos con la rockerísima Los perros. Con poses y falsete a lo Bunbury, conectando con los veinteañeros de la platea y colando también algún tema “un poco político”, según su cantante, Antonio García. Milennial tira por el optimismo y pide que tengamos fe, que confiemos, “y mañana lo arreglaremos”.

Con sonido diez y bien armados, el grupo viajó del rock, Besos y animales o A lo oscuro, al pop bailable de Qué vida tan dura montando una fiesta que debía estar retumbando en la ardiente madrugada, con algo brisa, de la ciudad.

Presentaban su aplaudido nuevo disco Cowboys de la A3, espina dorsal del concierto, con temas como Clávame tus palabras o Escorpio y Sagitario. Hubo coreos en Exoplaneta, en Virtud y castigo, con ecos y especial dejavú a coros del público en conciertos de Vetusta Morla, lo que son las cosas.

Y muy especial fue La salvación, con todo el teatro coreando “tiene que haber una salida”, en una “sensación indescriptible” para la banda, tal y como confesaron a la mañana siguiente en Twitter.

Cerró la noche una estupenda y extended versión de Cariño en comunión con el público, con la banda haciendo gala de oficio y carretera pese a su frescura, a través de canciones que comienzan directamente por el estribillo o donde se estiran finales que vuelven en bucle. Así, el teatro llevaba un rato siendo suyo.

Bailando el S&M de Rihanna mientras saludaban a tantas gargantas y pies cómplices, con luces encendidas y sin ganas de que acabara la fiesta, quedaron en el ambiente un par de certezas: que el rock patrio indudablemente pasa por aquí, por el arco generacional que representan León Benavente y Arde Bogotá. Un rock y unos directos que seguimos necesitando en vena, da igual la edad que tengas, como una lanza que atraviesa generaciones. 

La segunda, que con esta noche fin de fiesta del Festival de la Guitarra tenemos reservas de energía y electricidad para lo que queda de verano. O eso espero.

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