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Héroes del Azul, cielo

Una imagen de la película 'La estrella azul'.

Carlos Alarcón

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Este 23 de febrero llega a todos los cines del país, una película que tiene mucho sello de nuestra ciudad, ya que su director, Javier Macipe, residió en la Fundación Gala y el director de fotografía, Álvaro Medina, es un gran conocido del mundo audiovisual cordobés.  

Desde que, hace más de dieciocho años, la madre del protagonista real de la película, Mauricio Aznar Müller, le encargara a un cuasi teenager, Javier Macipe, el director aragonés ha perseguido, cual estrella de rock, su deseo de subir La Estrella Azul a lo alto de las “cegadoras” del celuloide. Una épica odisea que bien merece una película aparte y, en la cual, se ha encontrado obstáculos como una pandemia mundial y las mil dificultades propias de producir en esta nación un largometraje.  

Macipe, un rockero hecho a sí mismo 

Un rockero que abomina la fama. En horas bajas. Una novia que lo abandona. Una ciudad que es su casa, pero que le es extraña. Una adicción que lo atormenta. Y una nostalgia infinita. Le impulsa a la llamada del Héroe-con-chupa-y-tupé. A indagar en la idealizada esencia de esa América de Atahualpa, Violeta y Jara, que añora sin haberla conocido. Y que está seguro que es la entidad de la música, de la profundidad del alma en la cual. Mauricio no hace pie. 

Allá es que se lanza y de repente se encuentra en el mundo de Don Carlos, en su hacienda, donde el tiempo (y tempo) parecen hallarse sostenidos. Sostén del que Mauricio se sirve para respirar, desprenderse del pegajoso Ego del músico occidental, y vibrar la vida y la música tal cual es. 

Armado de la sabiduría que da el silencio, las leyendas ancestrales de la Argentina profunda y la contemplación. Nuestro Mauricio vuelve a casa, pero este retorno no le favorece a este Héroe de Guitarra y camiseta rallada. Ya que el monstruo de la autodestrucción y la banalidad occidental tiene múltiples e inescrutables cabezas. Con lo cual, solo puedes echarle a la vida, como hacía nuestro Mauricio, ironía y Rock and roll.

El universo de la película se mueve entre lo onírico del mundo de Mauricio y una extensión más allá de su vida que Macipe resuelve desde el meta-lingüismo fílmico con lo que, tal vez, nos quiera crear una suerte de “distanciamiento” para hacernos reflexionar sobre las temáticas que sondea el protagonista y que pueden ser extrapolables a cualquier mortal. Pero que, a la vez, sacrílega al sujeto y lo impregna de una magia casi divina que es capturada por la fotografía de nuestro Álvaro Medina, que sobre paisajes de color heroína, áridos de desiertos de la Argentina profunda, siempre cálidos, nos resalta el blue de nuestro Mauricio, interpretado por Pepe Lorente, que nos brinda una gama de azules, con su natural (odio esta palabra para calificar las interpretaciones), así que permítanme usar: REAL, con un acercamiento muy respetuoso, azulado y tierno a nuestro “cantor” de chacarreras rockanroleras

Y que, con planos secuencias, alterna con otros actores y no actores, llenando el film de brillantes momentos. Sin corte, ni cartón, con mucho trabajo sobre los personajes y una definición que incluso, diría yo, que trasciende lo documental, lo real, para transportarnos a una emoción sin sentimentalismos fútiles, vacuos, y que solo nos quedan las costuras del sutil y delicado acercamiento a la figura del rockero zaragozano, de forma tal, que les recomiendo tener unos pañuelos a mano. 

Los premios en San Sebastián, solo son el principio

La cinta de Macipe ha sido doblemente premiada en San Sebastian, además de recibir muy buenas críticas. Considero que es muy importante apoyar este tipo de iniciativas fílmicas, ya no solo por apoyar los talentos de este país, sino por el proceso que ha llevado la película -diez años de produccióny que Macipe ha sabido muy bien aprovechar y jugar a su favor. En una suerte de “laboratorio de ficción documental” entre dos continentes y dos lustros. Es el tiempo que se merece el estudio de una creación fílmica, cuando rindes homenaje a personas que ya no están y no se pueden pronunciar al respecto.

Por otro lado, la creme de la música nacional ha recibido la película llena de emoción y con ganas de “seguir en el alambre”. También un tal Enrique Bunbury ha apoyado desde el inicio la película, además de reconocer que se sintió muy emocionado, porque también es parte de esta historia. 

Sea como fuere, espero que Mauricio, el poeta y músico, vea sentado desde su estrellita azul, como se llenan las salas. Porque, además de ser una película de arte y ensayo, o de autor, como la queráis llamar, es muy entretenida. Las dos horas se te pasan volada mientras ríes y lloras de las ocurrencias de sus personajes más reales que la vida misma. 

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