Sueños entre guerras
Un sueño contado por un rey en ruinas, que nos lleva de la mano de flashback en flashback por el maremagnum de los sueños: la realidad hecha al mundo de Morfeo, y Morfeo que es realidad. Así llega al Gran Teatro de Córdoba la gran producción internacional de la popular y mítica compañía Cheek by Jowl, la Compañía Nacional de Teatro Clásico y LaZona.
En escena, unas puertas laberínticas con un verde que llena y vacía la esperanza del anhelo de enfrentarse o entregarse a nuestros destinos, que ya están escritos pero que nuestra mente no acepta, que nuestro corazón combate y que nuestras almas entregan. Todo ello acompañado por un soniquete que recuerda al cabaret alemán de entreguerras.
Declan Donnellan contrasta en esta propuesta un distanciamiento, ya no solo brechtiano, sino entre la forma del verso de los personajes, observando un Segismundo que se reconstruye (lo que lucha, lo que nace) frente a un Basilio que declama el verso desde lo más formal (la norma que no mantiene el personaje).
El escenario se le queda pequeño a Declan y busca esa multidimensionalidad de la que habla Calderón, en el patio de butacas.
Ormerod y Ganecha Gil, por su parte, componen un diseño que alterna la penumbra de una torre baldía (la de Segismundo) con la pomposidad que pueda permitir, cortado en primer término por puertas, que deja las hechuras del teatro del fondo al desnudo, matizando así que esto es un sueño teatral y que los sueños...
Dentro del elenco, cabe destacar el arriesgado trabajo de Alfredo Noval (Segismundo), más cercano a una suerte de Joker contemporáneo que al personaje que ideara Calderón de la Barca, condenado por la locura de la decisión de los astros. Y un Ernesto Arias defendiendo a un Basilio abandonado, anonadado y aplastado por su destino, o tal vez todo fue un sueño, o no (y así infinitamente).
En conclusión, no se esperaba menos de Cheek by Jowl, que deja su impronta en nuestro clásico, llevándolo a zonas particulares, pero que, tal vez porque esta veterana compañía es “creadora de escuela”, son zonas ya demasiadas comunes.
Por su lado, el público agradeció bastante la obra, lo que demuestra que Córdoba necesita de este tipo de propuestas, que fue programada por la corta y (mal despeñada) dirección de Carlos Aladro.
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