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Antonio García Barbeito: “Solo soy un poeta que le compró un mono de trabajo a la poesía”

Antonio García Barbeito, en El Carpio.

Redacción Cordópolis

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Scarpia 17 recibe al poeta -como él mismo se autodefine- Antonio García Barbeito. Que es, también, articulista de opinión. Volvió Barbeito a las andadas de la palabra. Y lo hizo, por vez primera, en Scarpia, en El Carpio, tras unos días largos, de delicada pero vital ausencia.

De 67 años, nacido por agosto, natural de Aznalcázar, localidad sevillana cercana a Sevilla, ha comentado, como el que está en la casa de campo, su campo, sobre Literatura y artículo periodístico. Eso, que lleva haciendo décadas, desde su particularísima mirada poética. Puñetera, irónica y otras cosas. Sin esa oftalmología, no hay pellizco barbeitiano, que se precie. Ni valga. Y es que, “la palabra es un milagro, y con ese milagro, nos salvamos”, se confesaba. Y en esos milagros, que vienen y van con melodía versiana, “sólo pueden surgir buenas obras, cuánto más sorprende al que escribe. Si, éste, se llena de sorpresa, es obra buena”. Con límites, “los de tu lenguaje, son los de tu conocimiento”. En esas rutinas, tres por semana, “no hay quien me lo libre, hay una necesidad de escribir”. Incluso, varios libros: 'Coplas apenas'; 'Cancionero íntimo'; 'La ruta de la gastronomía';

'Pueblos de cuerpo y alma' o 'Palabras de diario'.

Cercano. Tímido, camuflado en poca vergüenza, que viste y calza con chispa a la sevillana y hábito campero, su cercanía con el pueblo, marca su disposición con sus admirados. Al final, “solo soy un poeta, que le compró un mono de trabajo a la poesía”. Con mucho pico, y más pala, con la que rebusca imágenes, “que están en lo que me rodea, muchas, en el campo, mi gran almacen de imágenes”. Simple, hasta la sensibilidad, “a la que añado un poquito de cosa al asunto”. Normalmente, mirando, sin reojo, a diccionarios varios, apoyados en la curiosidad, “el principio de casi todo”, asegura. Un punto de partida, que tuvo guías: Federico García Lorca; Juan Ramón Jiménez, entre otros, y muchos, clásicos, “que suelo releer con frecuencia”. Eso sí, abierto, “a llenarme de todas las voces”, eso sí, “procuro quedarme con la mía”.

El gentío que llenó el Museo Histórico de El Carpio tenía ganas de Barbeito. Quizás,las ondas herrerianas y el añejo papel a artículos del sevillano, de los de Sevilla de toda la vida, instaban a presumir -por orgullo, más que otra cosa-, que la diecisiete edición de Scarpia,haya contado con uno de los plumillas, a verso, más importantes de la literatura periodística en España.

Canoseando, de la quinta de los 50, se le nota ese campo amado de niñez, que le sirven hoy, para continuar el tránsito de bestias, en lírica, con masa y crítica, verseando, en gerundio único, sembrando. Y cosechó fruto bueno, con porte, que dio y da verso, lírica, prosa, voz, vida, pasión y pasión. Sevilla siempre. Pero ha estado en El Carpio. Encantado, dice que estuvo. Consta. Se agradece. Y apunta, a que se asomará algún ratito que otro.

Suma, casi 40 años, desde su primera participación en el programa 'Cruz de guía', de Radio Sevilla Cadena Ser. Y eso, que venía de trabajar como jornalero, albañil, vendedor de aceite, camarero, y oficinista. Siempre, en modo rural. Y en este entorno se queda, por muchas tintas, ondas y televisiones varias, que ya no quiere ni bendita.

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