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La recuperación de una silueta histórica de la ciudad

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Marta Jiménez

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Esta es una de las historias del pan nuestro de cada día en Córdoba. O del día de la marmota en idioma de la generación milennial. Patrimonio y memoria perdidos, pasados por la piqueta o muertos por la ruina sin que apenas nadie se despeine. La memoria visual de una de las calles más hermosas de la ciudad amputada porque en Córdoba parece que todo cambia para que todo siga igual. Menos mal que a veces esos fatídicos destinos se quiebran y ofrecen historias con un final medianamente feliz para lo que suele acontecer con el patrimonio en esta tierra de dragones. Como la que nos disponemos a contar.

Recordarán los más maduros del lugar subir por la calle Maese Luis hacia la calle de La Feria, o bien doblar la suave curva de Diario de Córdoba -por la acera de la derecha- que desemboca en dicha calle y encontrarse en las alturas una logia barroca (o lo que es lo mismo, una galería exterior techada formada por una arcada) abriéndose como mirador de nueve arcos hacia el barrio de la Axerquía.

Tal elemento arquitectónico, que forma parte de la memoria visual de la ciudad, perteneció a una casa solariega ubicada en el actual número 11 de la calle Ambrosio de Morales, en el solar que hoy existe entre el Teatro Principal y la Real Academia. Fue un palacio originario del siglo XVI y reformado en el siglo XVIII, al que el historiador Ambrosio de Morales le asigna haber sido anterior morada de la familia Séneca, por eso la plaza que se encuentra justo debajo lleva el nombre del filósofo que nunca vivió en Córdoba.

En el siglo XIX esta casa lo fue de la marquesa de Conde Salazar y, posteriormente, tuvo como último uso hasta los años 80 del siglo XX el de asilo de la asociación benéfica de Jesús Abandonado. Y en eso quedó el edificio, en puro abandono ya no solo físico, sino de protección y de respeto a su memoria.

Años 90

En los años 90 un constructor de la ciudad compró el deteriorado edificio y éste acabó demolido. Existen dos versiones de los hechos: una, que se realizó un derribo del edificio sin permiso para ello, y otra en la que se siguieron las orientaciones de técnicos competentes porque el edificio estaba en ruinas, apuntalado sobre la casa de enfrente y amenazaba con caerse. A esta última teoría se apunta Fernando Gallego, el arquitecto que dirige el actual proyecto que convertirá la casa en apartamentos turísticos, quien nunca la vio levantada sino ya demolida. “El edificio estaba en mal estado y en situación de peligro para la calle. Intervino la propiedad y se procedió a la demolición controlada. La idea de la propiedad no era demolerlo, pero el edificio estaba muerto”.

Sea como fuere, la histórica casa no gozaba en ese momento de ningún expediente en vigor para declararlo protegido de acuerdo a la legislación patrimonial. Carecía de protección declarada de Bien de Interés Cultural (BIC), con un expediente en trámites en aquel momento que aún tardaría la friolera de 18 años en completarse, sin que finalmente hubiese ninguna sanción para los responsables administrativos de una serie de dilaciones injustificadas del expediente. El colmo del surrealismo lo puso el Plan municipal del Casco Histórico, aprobado con posterioridad a su demolición, que le otorgó la máxima calificación -como monumento- pero con una anotación en su ficha que rezaba: “Recientemente demolido”.

Por si todo esto fuera poco, tras una espiral judicial, la Junta de Andalucía perdió toda posibilidad de sancionar la demolición sin licencia con los 15 millones de pesetas que había impuesto. Lo único que se ganó, y gracias al Plan del Casco Histórico precisamente, es que la parcela solo podría dedicarse a servicios y nunca a viviendas, y que su futura construcción obligaba a una reconstrucción: restituir lo más característico de la edificación derribada, cuyos elementos de patios, fachada o la famosa logia habían sido conservados tras la demolición.

Siglo XXI

Han existido varios proyectos desde entonces para volver a levantar este edificio que devolvería a la ciudad una de sus siluetas históricas. El arquitecto Rafael Caballero fue el primero que estuvo tras un proyecto de residencia de ancianos. Después llegaron Gerardo Olivares y Emilio Artacho con la idea de un hotel que tampoco pudo levantarse y, finalmente, una reconstrucción de la casa convertida en apartamentos turísticos es la que se ha llevado aquel gato, el que aun camina por una cornisa del solar gracias a una intervención artística, al agua.

“Estamos reimplantado lo que había”, explica el arquitecto Fernando Gallego, quien ha realizado una importante labor de archivo retomando datos y utilizando los restos de la demolición que se conservaron con una ayuda importante de la tecnología. “Se conservan las columnas y los capiteles, elementos de la logia y del patio principal que se están puliendo, perfilando, ensamblado las piezas rotas y aplicándoles las medidas de seguridad y normativas actuales”.

Esta documentación tiene como clave la excavación arqueológica que la Gerencia de Urbanismo obligó a realizar en el solar para documentar la planta y facilitar la recuperación de los espacios y los elementos arquitectónicos.

El edificio poseía el sabor antiguo de las casas cordobesas con solera, con cuatro hermosos patios (el principal de doble arcada), una fachada que daba a la calle Ambrosio de Morales en dos plantas, en la que destacaba una portada principal con motivos de placas en el dintel, una portada de carruajes y balcones espaciados. La estructura originalmente de muros de carga de fábrica mixta y una logia barroca como balcón sobre la Axerquía de factura similar a la de la Real Academia de Córdoba, a modo de magnífico mirador o torre cubierta que por su parte oriental o calle de la Feria, daba en su costado vista “a gran parte de la ciudad y lo más hermoso del campo y del río”, según crónicas antiguas.

“Es emocionante recuperar un edificio con el máximo respeto”, confiesa el arquitecto. “Se le da nueva vida para comenzar una nueva etapa. No es el mismo, pero permanece la huella del edificio original salvo la tabiquería, pero patios, portada y logia se conservan literalmente”. A final de año estará finalizada la obra y en los primeros meses de 2019 comenzarán a llegar los turistas. Aunque un paseo por la calle La Feria ya devuelve, en obras y con una altísima grúa, la antigua silueta que dibujaba la logia barroca sobre una de las arterías del casco histórico.

Walter Benjamín escribió que la articulación histórica del pasado no significa conocerlo tal y como “verdaderamente fue”, sino adueñarse de un recuerdo, cuyo contenido es diferente según quien lo recuerde. Es por ello que la Historia no puede vivir al margen del conocimiento procedente del recuerdo, de los procesos de rememoración del pasado.

Y eso es justo lo que ocurre en bucle en Córdoba desde hace dos milenios. Con mejor o peor suerte.

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