Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
Poder cósmico
Y me dije, nena, prueba el morado, que este perfume de Charlotte Tilbury, de su nueva colección de fragancias de emociones, “aviva la sensación de empoderamiento”. Te harán caso al instante, sin necesidad de repetir la petición, la indicación, la orden…, disolverás con la mirada ese micromachismo a punto de ser dicho y vas a lidiar como nadie con los servicios de atención al cliente. Por algo la fragancia púrpura se llama Cosmic Power.
No te convierte en diosa del Olimpo. Ni lo pretende. Ni esa disparatada idea está escrita en la presentación del producto. Aunque la magia de la caricia olfativa sí diría yo que existe. Gestos cotidianos invocan el poder de moldear la vida a nuestro deseo; normalmente la invocación es un placebo infructuoso, pero ahí está la tenaz actitud.
Este poder embotellado en cristal color amatista ha contado con la supervisión del perfumista Dominique Ropion, último en la prestigiosa terna del proyecto, junto a Anne Flipo y Juliette Karagueuzoglou.
Las “notas mágicas” de Cosmic Power, según Tilbury, son: “punzante aceite de pimienta negra, divino aceite de corteza de canela, inspirador aceite de bergamota”, en la salida; “esencia de rosas y empoderador acorde de incienso (olibanum)”, en el corazón, y “místico acorde de ámbar, fascinante extracto de vainilla y almizcles empolvados”, en el fondo.
Respecto al exterior: es púrpura, pues representa “el poder, la creatividad, la ambición”, y lleva también grabados: el ocho en números romanos -que la numerología asocia al “poder y una confianza fresca y tranquila” así como a “una visión penetrante”- junto a los símbolos del unicornio y la luna, representando la fuerza interior y la conexión con el universo.
La zona científico-tecnológica de Cosmic Power y sus cinco hermanas viene de la aplicación al perfume de conocimientos de la neurociencia (ver canal de CT en YouTube) y el manejo de un -se supone- valiosísimo algoritmo que atesora cuatro décadas de experiencia sobre la combinación de notas de fragancias, propiedad de IFF, gigante empresarial del olfato y los sabores.
Hasta aquí lo esperable, más o menos, sobre el perfume morado. Cuestión distinta es que cada cual se empodera según su naturaleza y el pairo del cosmos. Y a mí, de la exquisitamente fragante Cosmic Power me nacieron reflexiones en espiral, exploratorias, profundas, desordenadas, cómicas, paradójicas, aterradoras, apocalípticas y, por fin, algo o bastante esperanzadoras, sobre el poder.
A) El poder, toda clase de poder, tiende a la expansión y a no querer ser compartido ni controlado. Empiezas a educarlo, lo vistes de limpio, le marcas unos límites y unas reglas y como te descuides, se enferma de él mismo, no sabes bien ni dónde está, ni si está haciendo algo útil. B) Corrompe y se corrompe. C) Conoce su devenir histórico y a pesar de ello descuida su estancia en su benéfico resort del ejercicio de la democracia y prefiere cebar poderes paralelos, autocracias y totalitarismos. D) Ha aprendido a encontrar y construirse huecos para hacer su voluntad, inhibirse, disfrazarse, esconderse o decir incluso que no se puede hacer nada, que él mismo es total impotencia. E) Vivimos una grave crisis del poder. Leamos de nuevo a Arendt, a Derrida, a Focault.
No hay una gobernanza real de un mundo globalizado. La sociedad de las nuevas tecnologías y la IA sin código abierto facilitan la manipulación y la colonización acrítica y no consciente de la ciudadanía. Hoy, una persona puede ceder voluntaria e ingenuamente un poder sobre sí misma como jamás antes se había imaginado ni permitido. Hoy, líderes mundiales quizás actúen estúpidamente en temas estratégicos porque desprecian lo razonable y lo evidente. Hoy, la gente más rica del mundo envía cohetes y satélites al espacio en lugar de hacerlo siempre, como antes, los estados. Hoy, se patrocinan ejércitos privados, cunden nuevas inquisiciones e intromisiones en lo íntimo, lo reaccionario y antidemocrático alardea ufano y prolifera un neocolonialismo con los países empobrecidos, todo para un neopoder. Por eso hay que escuchar lo que dicen activistas como el exfinanciero Gary Stevenson, y abrir los ojos. Escuchar los discursos de gente como la escritora y traductora Nuria Barrios y como los de la economista Miren Etxezarreta que alertan de alternativas y realidades silenciadas, de voces ninguneadas, no tenidas en cuenta, que decaen a causa del derrotismo o que no significan alarma, cambio y llamada a una profunda y pacífica revolución porque el daño en la sociedad civil planetaria puede que ya esté hecho.
La cabeza me bulle como una tarjeta gráfica minando bitcoin. Conclusión. Hay que domar permanentemente al poder, y, entre otras cosas, la educación del ser humano es esencial para aprender a controlar esa energía cósmica.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
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