Cristina Camacho, arqueóloga: “Córdoba fue la capital del mundo. ¿Qué más queremos?”
A principios del año 2000, la mujer que tienen en la imagen fue contratada como arqueóloga para ejecutar un simple sondeo en la Ronda Oeste de Córdoba. Cristina Camacho apenas tenía 30 años y una discreta trayectoria profesional forjada en pequeñas exploraciones del casco histórico. La joven arqueóloga fue tirando del hilo y lo que a simple vista iba a ser una cata arqueológica rutinaria se convirtió de pronto en uno de los hallazgos más formidables del medievo.
Debajo de sus pies se encontraba el mayor arrabal islámico de Europa. Nada menos. Un conjunto de barrios andalusíes que se levantaron en el siglo X impulsados por la ciudad palatina de Medina Azahara, el gran conglomerado califal de Abderramán III. La extensión del arrabal occidental de Córdoba es incalculable. “Muchas hectáreas”, acierta a decir Cristina Camacho frente a un café cortado.
Aquel yacimiento le cambió la vida. Durante ocho años, diseccionó al frente de un nutrido equipo de expertos más de 60.000 metros cuadrados y catalogó 250 viviendas medievales. Identificó sorprendentes viarios urbanos, mezquitas de barrio, zocos populares y baños públicos. Aquella macroinvestigación científica se encuentra hoy perfectamente inventariada en miles de cajas conservadas en el Silo de Córdoba. Infinitos trozos de cerámicas, vasijas, ollas, hornos y letrinas evocan la vida doméstica de los cordobeses del siglo X.
Han transcurrido 25 años y aún hoy estudia pieza a pieza aquel universo enterrado que guarda innumerables secretos de nuestro pasado. Todo ese inmenso caudal de conocimiento fue recogido en Historia y arqueología de la vida en Al Andalus, firmado por Cristina Camacho y Rafael Valera, y publicado por la editorial Almuzara.
PREGUNTA. ¿Las piedras hablan?
RESPUESTA. Sí. Muchísimo. Y deberían hablar más. Si aprendiéramos un poco de historia no nos iría tan mal.
En el arrabal del oeste perdimos la oportunidad de cerrar una herida con la arqueología
Nuestra entrevistada cultivó su pasión por la historia en el quiosco de prensa de su abuelo. Hablamos de Matías Camacho, un histórico antifranquista que ingresó en las Juventudes Socialistas en 1930 y combatió por la defensa del régimen constitucional republicano hasta que fue detenido en el puerto de Alicante en marzo de 1939. Fue condenado a 12 años de reclusión y puesto en libertad en 1943. Diez años después volvió a ingresar en la prisión provincial acusado de propaganda ilegal.
En 1976, el quiosco que regentaba en Las Tendillas, símbolo de los nuevos aires democráticos que se avecinaban, fue incendiado en un criminal atentado perpetrado por la ultraderecha. Matías Camacho no se arredró. En 1977, fue designado senador en las Cortes constituyentes y en 1979 reinauguró como concejal el Ayuntamiento democrático que Franco había liquidado a cañonazos cuarenta años antes.
En aquel quiosco mítico de Córdoba, Cristina Camacho pasó interminables horas ojeando fascículos. “A mí me han salido los dientes allí leyendo revistas y libros. Estudiaba en la Divina Pastora y venía a diario a echar una mano a mis padres”, recuerda recostada sobre una silla de Capitoné. “Mi idea era ser periodista, pero no tenía ninguna opción de salir de Córdoba para estudiar. Y lo que más se le parecía era Historia”. Se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras, y conectó con el departamento de Historia Antigua, que organizaba algunas excavaciones en verano. “La arqueología me encantó”, proclama. En 1996, arrancó su andadura profesional explorando pequeños yacimientos del centro histórico. Hasta que cuatro años más tarde se enroló en un proyecto que iba a marcar su vida profesional.
Son las diez de la mañana en la Plaza del Museo Arqueológico. Un grupo de escolares escuchan las instrucciones de la profesora junto a la Casa del Judío. Hace una temperatura gélida en medio de un silencio invernal, solo perturbado por las explicaciones de la maestra. Cristina Camacho se somete a la sesión gráfica mientras los niños entran ordenadamente en el Museo.
P. ¿Y es posible descifrar todo lo que dicen las piedras?
R. Yo creo que todo no. Siempre hay algo que se nos va a escapar. No debemos jugar tampoco al arqueólogo pitoniso. Siempre debemos dejar un margen de error porque lo que interpretamos en una excavación tenemos que incluirlo en un contexto histórico que desconocemos realmente. Las fuentes escritas tampoco nos cuentan todo. Porque, al final, la historia la escriben siempre los vencedores.
P. De eso sabría algo su abuelo.
R. Desde luego.
P. ¿Y qué dicen las piedras de Córdoba?
R. Mucho. Desde la Colina de los Quemados [primer asentamiento urbano identificado en el actual Parque Cruz Conde], Córdoba es una ciudad histórica que tiene muchísimo que aportar. Tuvo una importancia clave en época romana, cuando era capital de la provincia Baética. Y en época medieval islámica fue el centro del mundo.
P. ¿Y qué esconden las piedras de nuestra ciudad?
R. Esconden muchas cosas. Hay todavía mucho que no sabemos, porque los yacimientos arqueológicos aún pueden dar mucho de sí. Yo misma lo he descubierto en la Ronda Oeste. Cuando terminas la excavación, haces el informe final. Pero cuando vuelves a revisar los materiales, como yo estoy haciendo ahora en el Silo, ves muchas cosas que en la excavación a lo mejor se habían pasado desapercibidas.
Hay guardadas miles de cajas de piezas de los arrabales occidentales
P. ¿Cuántas cajas de los arrabales occidentales hay almacenadas en el Silo?
R. ¡Buf! No le podría decir. Miles.
P. ¿Miles de cajas? ¿Y cuántas piezas entonces?
R. Imagine. Miles y miles. Tenga en cuenta que no son solo objetos completos, sino fragmentos.
P. Revisar todo ese material es un trabajo infinito.
R. Todo no tiene por qué volver a revisarse. Los inventarios están ahí y quien quiera estudiar el vidrio, va al inventario, introduce la palabra correspondiente y sabe en qué caja puede localizarlo. Uno de los proyectos con el que estoy ahora trabajando es revisar el material de la Ronda Oeste para ver cuál era el ajuar cerámico que tenía cada unidad doméstica. Un proyecto de la Universidad de Almería pretende estudiar las conexiones comerciales entre la periferia de Córdoba y la capital en época Omeya. Y se estudia si la cerámica de determinados pueblos, como podría ser el caso de Cabra, venía de los hornos que había en Córdoba.
P. Lleva usted 25 años trabajando con los arrabales occidentales.
R. Pues sí. ¡Madre mía! Me acaba de hacer vieja en un momento.
P. No es mi intención. Pero es evidente que ese yacimiento es su vida profesional.
R. En efecto. Es mi vida profesional. Esa es la verdad.
P. Y todo indica que lo va a seguir siendo.
R. No había pensado nunca en que ya han pasado 25 años.
P. Es una cuenta fácil. Empezó en el año 2000 y estamos ya en 2025.
R. Me he quedado fría. Tengo una serie de publicaciones de otras investigaciones, pero es verdad que desde el año 2000 no me he movido de los arrabales. Y fíjese: me decía mi madre que no fuese una arrabalera.
P. En los arrabales occidentales examinó 247 viviendas.
R. Así fue. No sé si al final fueron algunas más. El enganche de los arrabales occidentales es que es un yacimiento que no es un gran templo, ni una mezquita o una ciudad palatina. Sino que son viviendas. Es decir, el día a día de la población. Ahí estudias un viario, un patio, una letrina. Yacimientos importantes en Córdoba hay muchos. Pero, en realidad, el arqueólogo no es el descubridor de grandes hitos arqueológicos. Lo que quiere simplemente es conocer el pasado.
Al Andalus es la historia de España
P. ¿Y cómo vivían los cordobeses del siglo X?
R. Esa es la pregunta del millón.
P. Usted debe saberlo. Lo ha estudiado.
R. Tenían su unidad familiar en torno a un patio y sabemos cómo eran las letrinas y cómo cocinaban. Vemos los materiales: el anafre, las cazuelas, las ollas con las que cocinaban. Conocemos en qué podían emplear su tiempo. Por ejemplo, hemos visto algunos mangos de rueca y algunos elementos que pueden informarnos de su vida profesional. Sabemos que iban a la mezquita de barrio, al mercado del arrabal y a los baños públicos, que eran una forma de alternar.
P. ¿Córdoba es el paraíso de los arqueológicos?
R. Según como se mire.
P. ¿Por qué?
R. Evidentemente una profesión como la nuestra en otras ciudades sería muy complicada de ejercer. No es una profesión fácil. Hay mucha arqueología en Córdoba pero hay que repartir.
P. En España hay muy pocas ciudades con un subsuelo tan interesante.
R. Es verdad. También tenemos a Mérida, Cartagena o Murcia, que está moviéndose mucho ahora. La arqueología ha cambiado mucho. Antes el arqueólogo era el que iba con la brochita descubriendo grandes yacimientos, como un templo o un anfiteatro. Y yo creo que se ha dignificado bastante la profesión en los últimos años. El arqueólogo no deja de ser un profesional liberal que lo que estudia es el patrimonio que puede verse afectado por cualquier obra privada o pública. En todas las ciudades hay arqueólogos, aunque hay algunas donde hay menos vestigios sobre los que se pueda actuar.
P. ¿Cuántos mundos duermen bajo nuestros pies?
R. Muchos. Empezando porque en una ciudad como Córdoba tenemos todas las etapas históricas. Y luego hay también un mundo cultural, un mundo religioso, un mundo económico, un mundo social. Las excavaciones dan una información muy global de todas las culturas que han pasado por la ciudad.
P. ¿Qué enigma soterrado le quita el sueño?
R. Todos estamos deseando saber dónde se encuentra Medina Zahira, la ciudad de Almanzor. No es solamente por el deseo de excavarla. Lo que queremos es preservar lo que pueda ir apareciendo y quitarnos la espinita de saber dónde está. Aunque parece que hay algunas pistas ya.
P. El arqueólogo cordobés Antonio Monterroso dijo hace dos años que estaba cerca de Alcolea y presentó públicamente lo que él creía que eran pruebas evidentes.
R. Sí. Antonio Monterroso hace unos estudios maravillosos con georradar. Es uno de los pioneros en la materia. Aunque, en realidad, seguimos sin tener la prueba fehaciente de que esté en aquel lugar y de cómo era Medina Zahira.
Es surrealista subastar una villa romana
P. ¿Por qué no se ha levantado una sola piedra después de dos años de anunciar el enclave donde teóricamente podía estar?
R. Es que no creo que sea necesario.
P. ¿Entonces cómo vamos a saber si es o no es la ciudad de Almanzor?
R. No lo sé. Quizás porque no consideran que sean los datos exactos o porque sería meterse en camisa de once varas.
P. ¿Qué varas?
R. Excavar para al final no conservar lo excavado es un absurdo bajo mi punto de vista.
P. ¿Se trata de una cuestión puramente económica?
R. No sé si es una cuestión económica. No tengo ni idea. Ni sé si esos terrenos requerirían de una expropiación o de determinados condicionantes. Desconozco el tema.
P. ¿Cuál fue su primer descubrimiento bajo tierra?
R. En todas las excavaciones aparecen restos, pero en las más pequeñas en el casco histórico de Córdoba nunca he documentado algo demasiado importante. MI primer trabajo de entidad ha sido la Ronda Oeste. Cuando tú pasas de una excavación en un pequeño solar de tres por cuatro metros a una gran lengua de tierra en la que se ve una calle y viviendas completas la verdad es que impresiona.
P. ¿Qué perdimos en los arrabales del oeste?
R. Perdimos mucho. Córdoba ya está en el mapa de la arqueología, pero perdimos la oportunidad de curar una herida con esta disciplina. La ciudad le debe mucho a la arqueología. Perdimos esa oportunidad y la seguimos perdiendo.
P. ¿Cómo se pudo haber curado esa herida?
R. La Ronda Oeste fue previa a las intervenciones que se hicieron posteriormente. Luego se excavaron los solares aledaños y se podían haber buscado opciones. Por ejemplo, para que el soterramiento de las cocheras fuera diferente. La ciudad le debía a la arqueología una respuesta clave. Y la respuesta a la arqueología se da en pequeños matices en la conservación de edificios muy puntuales. Muy señeros. Porque los grandes solares que se desmontan se acaban olvidando.
P. Estamos hablando del mayor arrabal medieval islámico de Europa.
R. Sí.
La arqueología es mucho más que un recurso turístico
P. ¿Qué pudimos haber salvado del gran arrabal?
R. Esa pregunta es muy difícil de responder. No se trata de qué pudimos haber salvado. Porque, ¿qué eliges? ¿Una vivienda? ¿Dos viviendas? ¿Tres viviendas? Se eligieron cosas. Por ejemplo, se eligió una gran residencia palatina, que es lo que hay encima del Túnel de la Almunia. Eso se conservó. Sigue allí desde el año 2004 y no se ha puesto en valor. Está cubierto con geotextil y grava. Se hizo una labor de restauración previa a la cubrición. No es como en Cercadilla, que se quedó descubierta. De la Ronda Oeste se salvaron algunas cosas que no se ven. La cuestión no es salvar puntualmente determinadas cosas, sino que cuando se toman las decisiones de salvar algo que se ponga en valor y que se haga visible.
P. ¿Cuántas lágrimas se dejó en el arrabal?
R. Me dejé muchas lágrimas pero también muchas risas. Tampoco creo que haya que convertir la pérdida de determinadas cosas en un drama. Una forma de recuperarlo es volver a revisarlo y ahora además tenemos muchas posibilidades con las nuevas tecnologías. Fíjese en estas reconstrucciones virtuales [saca el móvil y busca un pequeño vídeo elaborado con inteligencia artificial, donde se han reconstruido escenas de la vida cotidiana andalusí. Se trata de un trabajo efectuado en el Laboratorio de Humanidades Digitales del IES Hipatia, de Mairena del Aljarafe, en Sevilla]. Con las reconstrucciones virtuales y todo el análisis que se pueda hacer a posteriori tenemos la posibilidad de recuperar parte de lo perdido. No creo que haya que llorar sobre lo que se ha perdido, sino aprovechar lo que se ha excavado para sacar a la luz esos vestigios.
P. ¿Y lo estamos aprovechando?
R. A nivel académico se está aprovechando mucho. Hay estudios de la Universidad de Córdoba, Almería, Leicester, Murcia, Alicante. Se ha estudiado mucho sobre los arrabales de Córdoba y esa información está ahí para el que quiera cogerla. La arqueología no es solamente la excavación sino el proceso posterior de estudio de los restos.
P. ¿Qué nos queda por saber de Al Andalus?
R. Mucho, si no estamos en paro la mitad de los arqueólogos. De forma global se podría decir que lo sabemos todo, pero siempre hay muchas cosas que se pueden volver a analizar o a poner sobre la palestra. Algunas cuestiones sobre Al Andalus están cambiando mucho.
P. ¿Y qué bulo sobre la cultura andalusí se le atraganta?
R. No sabría qué decir.
P. El arabista Serafín Fanjul escribió un libro titulado Al Andalus contra España. ¿A qué le suena?
R. La verdad es que no conozco el libro.
P. ¿Al Andalus forma parte de la historia de España?
R. Por supuesto que forma parte de la historia de este país. Al Andalus es la historia de España. No se puede entender de otra forma.
P. Hay quien la quiere expulsar de nuestra historia.
R. Pues se equivoca. A estas alturas del siglo XXI me parece de locos plantear que Al Andalus no forme parte de la historia de España. Es que Al Andalus es la historia de España. Si tú sumas los años de Al Andalus en Córdoba desde 712 a 1236, que es cuando se produce la conquista de Fernando III, ¿de cuántos años estamos hablando? Ese debate está ya un poco desfasado. Hay un libro muy bueno de Eduardo Manzano que se llama La España diversa. Es muy bueno. Me encanta. Volver a ese tipo de revisionismo sería de locos.
Todos los arqueólogos deseamos saber dónde se encuentra la ciudad de Almanzor
P. Ese revisionismo existe y está muy pujante.
R. Se asocia el mundo medieval islámico a todo lo que es islam. Y todo lo que suena a islam hoy día escuece y duele, y desgraciadamente está de moda. Antes lo que se entendía como arqueología en Córdoba era la arqueología clásica. A partir del año 2000 fue cuando empezó a cambiar un poco el tema. Aquí lo que se buscaba era el Templo Romano y el Anfiteatro. Y la arqueología islámica estaba como más escondida. Ahora Al Andalus está en el sitio que le corresponde.
P. ¿Y qué sitio le corresponde?
R. Córdoba fue la capital del mundo. ¿Qué más queremos?
P. Leo en prensa lo siguiente: “Subastan la villa romana mejor conservada de Córdoba para saldar una deuda con un fondo de inversión”. Y no es una broma de El Mundo Today.
R. No conozco exactamente cómo va el tema de la subasta.
P. Por lo visto, la subasta ha quedado desierta. Pero, ¿qué le parece que se subaste una villa romana en el mercado?
R. Me parece surrealista. Aunque yo no tengo los datos. En arqueología seguimos encontrándonos con cosas muy surrealistas. Los vestigios arqueológicos siempre van a tener un componente económico. Por ejemplo, las vigas califales de la Mezquita.
P. Que terminaron subastándose en Londres.
R. El punto surrealista siempre lo va a tener la arqueología.
P. Usted ha dicho que es un error asociar la arqueología con los recursos turísticos. ¿Nos lo explica?
R. Es un error asociarlo exclusivamente con los recursos turísticos. Porque la arqueología es mucho más. Tiene su sitio ya a nivel profesional y académico. Cuando se excava un yacimiento arqueológico la inversión a posteriori que se hace siempre va ligada a si va a tener un beneficio económico. Es decir, si va a ser visitable. Esa es la realidad. Si hablamos de arqueología en Córdoba hablamos del Templo Romano, de Medina Azahara o de los Baños Califales porque son zonas que se visitan. Y solamente se hace una inversión pública fuerte cuando hay un beneficio económico ligado al turismo. Y creo que eso es un error. ¿Qué ha pasado con Cercadilla? Si se llega a poner en valor de forma reglada y cobrando una entrada a lo mejor no estaría como está.
P. ¿El turismo masivo acabará con la gallina de los huevos de oro?
R. ¿Sabe qué pasa? Que yo también hago turismo masivo.
P. Usted también se puede criticar a sí misma.
R. Hace dos años fui a Atenas y me vine con los pelos de punta.
Córdoba le debe mucho a la arqueología
P. ¿Por qué razón?
R. Por las mareas humanas de los cruceros. Yo quería estar allí, desde luego, pero por otro lado decía: “¡Madre mía! ¿Qué estamos haciendo?”. El turismo masivo puede acabar con la gallina de los huevos de oro pero no tiene por qué si somos capaces de reglamentarlo. Podría poner un ejemplo.
P. ¿Qué ejemplo?
R. El cuadro de la Gioconda está con un cristal bien protegido. No se pone a la intemperie para que los turistas pasen echándole el aliento. Ese nivel de protección que tiene la Gioconda, por cuyo museo también pasan millones de personas, tiene que tener su correspondencia con las visitas a determinados sitios arqueológicos. Hay que buscar el término medio. La arqueología no tiene otro sentido que mostrarla al público porque es una forma de que la gente conozca su pasado, pero habría que medir también el número de personas que visitan los yacimientos y diversificar el producto turístico. Porque el producto turístico no tiene por qué ser siempre arqueológico.
P. ¿Qué le pide a 2025?
R. Siempre le pido salud. Y también seguir descubriendo cositas interesantes de los arrabales.
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