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Manuel Bellido: “Para ser buen periodista hay que atreverse a pensar”

Entrevista N&B al periodista Manuel Bellido

Aristóteles Moreno

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La primera vez que se plantó ante el Festival de Cine de San Sebastián se topó con Anthony Quinn y François Truffaut. Era el año 1981. En esa edición, Josefina Molina sacudió la todavía mojigata sociedad española con Función de noche. En aquella película a cuerpo descubierto, Lola Herrera confesó haber fingido los orgasmos que interpretó en el lecho conyugal y desnudó por primera vez la sexualidad femenina en un país que aún se desperezaba de la larga noche franquista.

Manuel Bellido apenas tenía 22 años. Acababa de licenciarse en Periodismo por la Complutense de Madrid y fue desplazado como enviado especial por Paco Solano, que entonces dirigía La Voz de Córdoba. Ese año despegó su formidable carrera profesional, que el próximo marzo echará la persiana tras más de cuatro décadas. Por su grabadora han desfilado estrellas rutilantes y mitos irrepetibles del cine mundial. Desde Julia Roberts a Pedro Almodóvar, Juliette Binoche, Robert Duval, Víctor Erice y cientos de artistas legendarios que ya forman parte de la constelación cinematográfica.

La suya es la biografía de un panadero de pueblo, que voló a Madrid en plena Transición democrática para labrarse un futuro como reportero. De hecho, la muerte de Franco le pilló repartiendo pan del horno familiar en su Montilla natal. De la panadería solo guarda recuerdos vibrantes. “Yo siempre la he comparado con una redacción periodística. A la panadería llegan las noticias antes que a ningún otro sitio”, asegura frente a una infusión en una terraza sobre el río Guadalquivir.

Con Paco Solano descubrí que el periodismo podía ser entretenido

PREGUNTA. Usted trabajó de niño en la panadería.

RESPUESTA. Entre sus malas costumbres, mi padre nos hacía trabajar desde muy corta edad. No nos ponía de madrugada a hacer pan con diez años, pero sí nos levantaba a las seis de la mañana para repartirlo. Me enteré de la agonía de Franco porque mis padres eran devotos de la radio. También del periódico. En mi casa entraban dos diarios. El Córdoba, al que mi padre se suscribió porque empezaron a salir unos reportajes de Paco Solano Márquez sobre los pueblos de Córdoba.

P. Y que luego se convirtió en libro.

R. Un maravilloso libro, que me regaló. Y también entraba el ABC por costumbre inveterada. Lo recibía mi abuelo Miguel y entonces se compraba el ABC como se tomaba esposa para toda la vida.

P. Su amor al cine viene de entonces.

R. Posiblemente. A mis padres les gustaba mucho. Yo supe de El ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, por mi padre. Él vio la película y salió conmocionado. Tanto que le dijo a mi abuelo que fuera a verla. Y mi abuelo, que era de taberna pero no de cine, fue a regañadientes. Cuando salió, mi padre le preguntó: “¿Qué tal te ha ido?”. Y mi abuelo le contestó: “He estado a punto de salirme del cine, coger tu bicicleta y llevarla para dársela a ese buen hombre”. Mi abuelo decía que la miseria tenía olor. Y es verdad.

P. ¿Y cómo da el salto al periodismo un hijo de panadero?

R. En mi casa entraba la radio y el periódico. Y me acuerdo que en la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, el profesor nos preguntaba tres nombres de ministros del último gabinete de Franco. Yo era de los pocos que alzaban la mano para decirlos. Me sabía a los tecnócratas: López Bravo, López Rodó y otro que no recuerdo.

P. Formación del Espíritu Nacional. Menuda asignatura.

R. Ahí nos enseñaban los Principios Generales del Movimiento, el Fuero de los Españoles, y el sindicato y el ayuntamiento como elementos fundamentales de la estructura de Gobierno.

P. Y usted le dijo a su padre que quería ser periodista.

R. Sí. Yo sabía que no podía dedicarme a las ciencias porque siempre he andado peleado con las matemáticas. Me enteré de que estaba Antonio López Hidalgo estudiando en Madrid y algún otro montillano.

La primera vez que cubrí el Festival de San Sebastián, en 1981, Josefina Molina armó un revuelo tremendo

P. Usted no quería ser panadero.

R. Lo que quería es ser periodista. Ya entonces empezaban a llamarme la atención los festivales de cine y los partidos de fútbol. Sabía quiénes eran los cronistas principales y quién dirigía el diario Pueblo.

P. Emilio Romero.

R. Emilio Romero. Y seguía a Gilera, que era el que hacía las crónicas deportivas de ABC. También sabía quién era Justo Urrutia, el cronista deportivo del diario Córdoba. Y fue determinante la serie de reportajes de Paco Solano Márquez sobre los pueblos de Córdoba. Yo ahí descubrí que el periodismo podía ser informativo y entretenido.

P. Y se fue a Madrid.

R. Me fui a Madrid detrás de Antonio López Hidalgo. Él estaba en segundo ya de carrera y yo entraba en primero. Era el curso 76-77, un año después de la muerte de Franco. El año de los famosos 7 días de enero. Nuestro curso empezó más tarde porque la Universidad en esa época era una caldera y porque de pronto todo el mundo quería ser periodista. Hubo sobresaturación de matrículas y pusieron turnos hasta casi de madrugada para admitir a todos después de un encierro estudiantil. Había huelgas constantes.

En enero fue el asesinato de los abogados de Atocha y las manifestaciones tenían su origen en la Complutense, donde estaba el núcleo de la revuelta. En la calle Princesa ya empezaban las cargas policiales. Éramos unos insensatos. Para refugiarnos, nos metíamos en cualquier portal.

P. Tocó la historia de España con las manos.

R. Uno no era consciente en ese momento. Yo entré en la Facultad con 17 años. Y no pude votar en las elecciones de junio de este año, porque entonces la mayoría de edad estaba en los 21. Todavía tenías que sacarte el certificado de penales y demostrar que no habías cometido ningún delito.

P. Y terminó la carrera.

R. En la Facultad fue tiempo de aprendizaje y de ensamblar amistades. Ahí está el nudo de mi vida posterior en muchos sentidos. Por Apaolaza entré en el Festival de Cine de San Sebastián cuando todavía no había terminado la carrera.

P. ¿Para quién lo cubría?

R. Para La Voz de Córdoba. Paco Solano estaba de director. Era uno de esos periódicos que venían a renovar España y acompañar a la transición. Había una plantilla excepcional de gente muy joven como Manolo Fernández, Rafael Camacho, Ignacio Cid, Rafael Rodríguez Aparicio, José Luis Blasco o Paco González. Yo admiraba a Blasco, que iba al partido de Pozoblanco a través de aquellas carreteras infernales por el Puerto del Calatraveño.

Paco Solano me dijo que necesitaba un corresponsal en Montilla. Ya había terminado la carrera y me vine. Al poco tiempo me mandó a San Sebastián para cubrir el Festival. Fue inolvidable porque era la primera vez. Ese año estaba allí François Truffaut, Dennis Hopper y Bigas Luna. Pero lo importante de ese año fue que estaba Josefina Molina con Función de noche.

En Cabra transmití hasta novenas. Teníamos un gong y decíamos aquello de "rogar a Dios en caridad por el alma de..."

P. Directora cordobesa, por cierto.

R. Esa película armó un revuelo tremendo porque por primera vez una mujer, Lola Herrera, se atrevió a decir delante de la cámara que había fingido sus orgasmos y que no sabía lo que era tener una completa experiencia sexual con su marido. Eso era una cosa impensable en España.

P. Era un tabú la sexualidad femenina.

R. Sí. Cuando yo le dije a Paco Solano que le había hecho una entrevista a Josefina Molina, me dio una página entera. Yo no sabía quién era Josefina Molina, pero él sí. A la vuelta, me dice Paco Solano: “Vamos a dar página diaria de actualidad de Montilla. ¿Te sientes capaz?”. Y le contesté que sí. Entre Paco Moreno González y yo sacamos durante 9 meses una página diaria de Montilla cuando no había ni ruedas de prensa.

Mi vida profesional ha dependido siempre de la suerte. He caído en el sitio donde tenía que caer. Esa página de Montilla le llamó la atención a la gente de Radio Atalaya, una emisora comarcal perteneciente a los medios de comunicación social del Estado. Tiraron de mí porque había hecho unas prácticas en verano en Cabra. El director era Paco Carmona, una persona mítica allí. La tarde que fuimos a pedir trabajo estaba esperando Carmen Calvo con un grupo de feministas para hacer una entrevista.

P. Una Carmen Calvo muy joven por entonces.

R. Tendría 21 o 22 años. No más. Me vieron capacidad periodística y cuando llegó el PSOE al poder quisieron renovar las emisoras para acabar con todo el pasado franquista. Pusieron en mis manos la programación matinal.

P. Le contrataron de forma estable en Cabra.

R. Me dijo la directora, Pepa Mesa, que era importante que viviera en Cabra para familiarizarme con el ambiente. Le dije que no. Le puse como condición volver a casa porque a mí me gustaba dormir escuchando la maquinaria de la panadería.

P. Ahí empezó su vida periodística.

R. Aprendí muchísimo en Cabra. Entraron dos o tres periodistas nuevos también. Entonces convivíamos en perfecta armonía los antiguos y los nuevos. De hecho, cuando se marchó Pepa Mesa, entregó la dirección a Carmina Alcázar, que terminó siendo directora de Radio Nacional en Córdoba. La emisora de Cabra la cerró Felipe González junto a otras 21 más en toda España. En la Facultad hice amigos pero donde realmente supe lo que era el periodismo fue en Cabra. Allí estábamos permanentemente en la calle. Hacíamos de todo. Desde deportes hasta necrológicas. Hemos transmitido novenas. Teníamos un gong y decíamos aquello de “rogar a Dios en caridad por el alma de…”.

El cine andaluz es una realidad esplendorosa y con futuro

P. ¿También locutábais novenas?

R. Claro. Salí de Cabra cuando llegó Canal Sur en el año 88. Se empezó a hablar de que el Gobierno andaluz iba a crear una emisora pública de radio y televisión. Inicialmente el proyecto era que las emisoras de Radiocadena se reconvirtieran en una emisora regional autonómica. Pero hubo un tira y afloja con Pilar Miró. También había diferencias de fondo entre Felipe González y Rafael Escuredo y pusieron a Pepote [Rodríguez de la Borbolla], que era más afín a Felipe. Al final, se creó una emisora entera nueva y la pusieron en manos de los directivos de Radiocadena.

Las oposiciones las hicimos entre diciembre del 88 y enero del 89. Se convocaron dos vías para entrar como periodista en Canal Sur. Una como redactor titulado y otra para reporteros. Yo entré como reportero en Canal Sur de Jaén. Ángel Abellán me llama un día a mi casa y me dice: “Tienes aprobadas las oposiciones. Te queda la entrevista personal. No la cagues”. A mí me pusieron a hacer televisión. La historia del periodismo andaluz de la Transición la hicieron los periodistas como Paco Solano, que supieron entender el cambio. Muchos han sido discípulos de Antonio Ramos Espejo.

P. Y después se fue a Málaga.

R. Luego se planteó la posibilidad de traslado y yo lo dejé al azar una vez más. Puse Córdoba, Granada y Málaga. Me tocó Málaga. Y al poco de llegar le planteé a mi jefe que me mandara al Festival de San Sebastián.

P. Leo en internet sobre usted: “Periodista de deportes, información de proximidad y cine”. ¿Cómo se pasa de cubrir un partido del Málaga al Festival de San Sebastián?

R. Yo ya había hecho fútbol en Radiocadena Española en Cabra. De hecho, transmitimos en directo el ascenso del Montilla a Tercera División, que es un hito todavía no repetido. Y teníamos un carrusel deportivo que hacíamos a duras penas. Había sido aficionado al fútbol desde pequeño. Mi padre me traía a ver los partidos del Córdoba. En Jaén no había nadie que hiciera deporte y pusimos en marcha Gol a gol, primer informativo diario y semanal de fútbol. Cuando llegué a Málaga estaba predestinado a hacer deportes pero sin abandonar nunca lo demás.

P. ¿Cómo se adaptó?

R. Yo quería hacer un tipo de crónica diferente que huyera de los lugares comunes y todas esas frases hechas de la verborrea de los locutores deportivos. Me propuse un lenguaje nuevo. Y, de hecho, mucha gente todavía, al cabo de tanto tiempo, me lo recuerda.

P. ¿Echa de menos cantar los goles del Málaga o del Montilla?

R. Nunca he sido exactamente un narrador, aunque he transmitido partidos en directo. Iba de apoyo. Lo mío siempre ha sido la crónica. Dedicaba todo mi esfuerzo a hacer una crónica diferente. Una crónica deportiva que se saliera de los márgenes habituales.

Las estrellas de Hollywood me parecieron gente muy sencilla

P. Pisó por primera vez el Festival de San Sebastián en el 81. Tenía 22 años. ¿Le deslumbraron las estrellas?

R. Me pareció gente muy sencilla. En esa época en el Festival de San Sebastián no habían aparecido los agentes de prensa ni se esperaba una gran parafernalia. Tú podías estar muy cerca de las estrellas sin que se molestasen. Y podías dirigirte a los directores sin un intermediario que te arreglara la cita. Así entrevisté a un primerizo Almodóvar o a Costa Gavras, que llegó a San Sebastián con Mising. ¡Fíjese qué película! Jack Lemon no fue a San Sebastián y eso lo tiene grabado el Festival como un déficit irreparable. Costa Gavras resultó ser una persona encantadora y cercana.

P. ¿A quién entrevistó en la primera edición?

R. A Costa Gavras y a Truffaut. En la segunda recuerdo que ya entrevisté a Pedro Almodóvar y a Carmen Maura.

P. ¿Y cómo es sentarse con 22 años frente a directores de esa talla mundial?

R. Con las carencias y el atrevimiento que tiene una persona con 22 años. Tú ignoras muchas cosas en esa época. Algo que me parece básico en periodismo, que yo he llevado siempre a rajatabla, es ir a una entrevista documentado. No puedes hacer una entrevista como si te encuentras a alguien por la calle y le preguntas la hora. Cuando te enfrentas a una persona que está contándote su película, su libro o su historial deportivo, tiene que saber que eres un periodista informado y que sabes con quién estás hablando.

P. ¿Cuántas ediciones ha cubierto en San Sebastián?

R. Desde el 81 en adelante. Yo creo que he faltado a unas cinco ediciones.

P. ¿Pedro Almodóvar lo cambió todo?

R. Cambió muchas cosas. No podemos olvidar que antes que Almodóvar estaba toda la generación de los Saura, los Picazo, los Mario Camus, los Víctor Erice, los Méndez Leite. Todos esos que renovaron el cine. ¿Qué tiene a su favor Almodóvar? Que ha creado un estilo aceptado universalmente. El cine español tenía prestigio y con Almodóvar, sin dejar de ser cine de autor, se convirtió en un gran cine comercial aceptado por Hollywood.

P. Usted ha tocado Hollywood con sus propias manos.

R. Ya me gustaría. He tenido muy cerca a Julia Robert pero no la he tocado con mis propias manos.

Almodóvar ha creado un estilo aceptado universalmente

P. Dice usted que el cara a cara con Julia Robert fue “inigualable”.

R. Es una enorme actriz. Es simpática y no te hace creer que tú eres un mindundi y ella una estrella. Se comporta como una persona normal. Los americanos, en general, tienen muy claro que cuando firman un contrato para una película es tan importante estar a gran altura en el plató como frente a un periodista. Eso es una cosa que aquí en España no termina todavía de comprenderse. Julia Robert es una mujer estupenda. Lo mismo que Isabelle Huppert, Juliette Binoche o Robert Duvall, que seguramente haya sido uno de los actores que más ilusión me ha hecho tener al lado. Se mostraba absolutamente familiar e intentaba hablar en español para que comprendieras mejor sus respuestas. Decía que lo que más le apasionaba en este mundo era el tango argentino. Estaba casado con una argentina.

P. ¿Sintió vértigo delante de todas esas estrellas?

R. No. Me hacía sentirme un afortunado por estar ante gente a la que yo admiraba. Y no lo digo solo por las estrellas de Hollywood, sino también por los españoles. Para mí, estar con Carlos Saura, Juan Antonio Bardem o Benito Zambrano era maravilloso. Yo fui testigo de una imagen muy simbólica cuando reuní por primera vez a Benito Zambrano y a Alberto Rodríguez.

P. Su sueño ha sido entrevistar a Marilyn Monroe y colarse en el rodaje de Con falda y a lo loco.

R. ¿Y de quién no? En esa película está todo. Incluido el mejor final de la historia del cine.

P. “Nobody’s perfect”.

R. Nadie es perfecto. Y todo lo que hay antes de esa frase. Ese diálogo final es insuperable. ¿A quién le puede extrañar después de haber visto esa película que Fernando Trueba dijera que el único dios en el que creía era Billy Wilder? Estaba justificadísimo.

P. ¿Cómo ha cambiado el cine español desde aquellos años?

R. Se ha profesionalizado muchísimo. Antes carecía del soporte publicitario y del entramado que rodea la promoción de una película. Existían los agentes artísticos. Todo actor y actriz ha tenido su representante. Pero lo que no había era el aparato promocional desarrollado. Pedro Almodóvar se presentó en el Festival de San Sebastián con su Laberinto de pasiones sin una agencia que lo representase. ¿Y qué hizo? Había una rueda de prensa y al final te acercabas y le pedías la entrevista. A Almodóvar yo se la pedí directamente en el hotel. Esa entrevista todavía la guardo.

P. Y en los temas, los géneros y la técnica cinematográficas, ¿cómo ha evolucionado en los últimos cuarenta años?

R. Ha evolucionado muchísimo. Desde la españolada que englobaba todo el cine folclórico, que se desarrolló en torno al franquismo, hacia esos directores de la Escuela Oficial de Cinematografía de los años cincuenta y sesenta que lo cambiaron todo. Dentro del franquismo también hubo excelentes ejemplos de cine de autor y de rebeldía. José Antonio Nieves Conde y su famosísima Surcos, que es una película fundamental y crítica dentro del régimen. Hay algunas perlas diseminadas dentro del cine del régimen. ¿Qué decir de Viridiana?

Julia Robert es muy simpática y no te hace creer que tú eres un mindundi y ella una estrella

P. De Luis Buñuel.

R. Es una película que se hizo aquí en España, en principio, con las bendiciones del régimen. Fue tal el escándalo que se formó cuando ganó en Cannes que, por las presiones del Vaticano, tuvo que recular y fue cesado el director general de Cinematografía. Ese aperturismo fue el que dio lugar a que surgiera la generación del cine español de los años cincuenta.

P. Buñuel fue un transgresor.

R. Buñuel es todo. Es la esencia del cine. Un transgresor. Un surrealista. Un tipo que, incluso en sus películas para alimentar a su familia, siempre tienen algo que las diferencia. Fue el primer director español aceptado por la élite de Hollywood. Hay una famosa fotografía que dio lugar a un ciclo de cine importantísimo en el Festival de San Sebastián en los años ochenta. En esa foto están Alfred Hichtcock, Billy Wilder, George Cukor y otros directores rodeando a Buñuel. Lo admiraban.

P. ¿Ha sido nuestro mejor embajador cinematográfico?

R. Sí, pero también Victor Erice, Carlos Saura, Mario Camus, José Luis García Sánchez, Bardem, Berlanga.

P. ¿Las españoladas han pasado a la historia?

R. Sí. Y además, al cabo del tiempo, han conseguido que se les trate bien. Durante un tiempo fueron menospreciadas. Y ahora se ve en ellas una forma de conocer mejor al país sociológicamente hablando. Incluso las peores películas tienen una utilidad.

P. ¿Víctor Erice es un misterio indescifrable o lo parece?

R. No. Es una persona accesible y cercana a pesar del aura que le rodea de inabordable y de huraño. Sí es verdad que ha restringido muchísimo su trato con el mundo artístico. Nunca ha estado dentro del artisteo. Pero no ha rehuido sus contactos con la prensa, aunque los ha limitado muchísimo.

P. Firmó apenas cuatro o cinco películas en cuarenta años.

R. Largometrajes cuatro. No más. ¡Pero qué películas! Luego tiene otras cosas de cine experimental. En Cerrar los ojos nos dejó entrar en el rodaje. Cosa rarísima en él.

Viridiana fue un escándalo en Cannnes y, por las presiones del Vaticano, fue cesado el director general de Cinematografía

P. Usted puede decir: “Yo entrevisté a Victor Erice”.

R. Fue una experiencia maravillosa. He tenido la oportunidad de entrevistar también a Anthony Perkins. el de Psicosis. Y no solamente entrevistarlo sino dirigirlo. El Tívoli lo contrató para que viniera a hacer una promoción a Benalmádena de El pasaje del terror. Estuvo con nosotros toda una tarde y nos atendió, nos obedeció y no puso ningún reparo a todo lo que le indicamos. Algo así pasó con Víctor Erice en Mollina con ocasión del Centro Eurolatinoamericano de la Juventud. Él fue allí a hablar de su cine. Para él, el cine y la vida son dos cosas que están en el mismo saco.

P. ¿Y para usted?

R. No. Hay que saber diferenciar una cosa de otra. Lo que pasa es que en el cine está la vida.

P. Y en la vida está el teatro.

R. No lo digo como una frase hecha, sino que realmente cuando estás viendo una película ves cosas que te pasan a ti. El cine tiene un sentido psicoanalítico. En la peripecia de la ficción que estás contemplando hay cosas en las que te sientes reflejado. Y tiene, como todas las artes, un sentido pedagógico donde aprendes. Yo entiendo el periodismo como Rosa Montero, que además lo lleva como una frase tatuada en su piel: Atrévete a saber. Y esa es la guía por la que yo me he conducido. Atrévete a saber, atrévete a preguntar, atrévete a conocer.

P. La curiosidad es la madre del periodismo.

R. Por completo. Y si no nunca serás un buen periodista.

P. Dígame un director internacional de cabecera.

R. Es muy complicado. Billy Wilder, desde luego. Y Mankiewicz. Los clásicos. A mí me gustan también muchísimo los directores franceses. El primer año que llegué a San Sebastián vi a François Truffaut y a Éric Rohmer. Uno llevaba La mujer de al lado y otro La mujer del aviador. Eran dos personas enamoradas de las mujeres. Yo también lo soy. Delante de mí estaba la demostración de que el cine en su sencillez contiene todo lo que necesitas para pasar por este mundo siendo feliz.

P. El cine andaluz ya no es una quimera.

R. En absoluto. Es una realidad esplendorosa y con un futuro que irá creciendo. Es verdad que los productores se quejan de que no tienen las suficientes ayudas públicas y eso los impulsa muchas veces a buscar descuentos fiscales y mejores condiciones de rodaje en sitios que no son Andalucía. Eso está en contrasentido con lo que vende el Gobierno andaluz: Andalucía como un gran plató. Para que sea un gran plató hace falta que las productoras andaluzas quieran rodar aquí porque encuentran todo lo que necesitan. Que no se vean impulsadas a rodar en Canarias o el País Vasco donde hay mejores condiciones fiscales.

Un periodista tiene que tener un sueldo digno y no estar esclavizado

P. Andalucía copa el 12% de la producción audiovisual nacional con un 18% de la población española. ¿Progresamos adecuadamente?

R. En Andalucía siempre se ha dicho que hay un porcentaje de artistas difícil de encontrar en otras latitudes. Tenemos que tener en cuenta que la comunidad andaluza es muy grande. Se ha demostrado que lo que ha salido de aquí ha tenido una repercusión enorme por encima de lo que ocurre en otras comunidades.

P. Talento individual, por supuesto. Pero, ¿y la industria?

R. La industria también. Aquí no existía industria y ahora en Sevilla hay un tejido en torno a lo audiovisual con una solidez y una vitalidad enorme. Ha surgido en torno a la autonomía andaluza y especialmente a Canal Sur. La Radio y Televisión de Andalucía ha generado una industria auxiliar.

P. Un círculo virtuoso.

R. Claro. Canal Sur necesita para alimentarse producciones audiovisuales constantemente. Así se ha creado toda una industria audiovisual en torno a Canal Sur. Sin la existencia de Canal Sur sería imposible tener el nivel que ha alcanzado el cine andaluz. Hay que tener en cuenta todos los cineastas y técnicos que han salido en los últimos 25 años de las facultades de Periodismo y Comunicación Audiovisual de Sevilla y Málaga. Y también de las escuelas de formación profesional. Hay una escuela en Tomares, la de Néstor Almendros, de donde han salido algunos de los mejores y más importantes técnicos cinematográficos que tenemos.

P. Se cumplen 25 años de Solas. ¿Qué encendió Benito Zambrano?

R. Encendió la luz del cine andaluz. Antes solamente había habido hechos aislados de francotiradores. Por ejemplo, Fernando Ruiz, que ahora se ha vuelto a resucitar con el documental Caja de resistencia, en el plano del cine experimental. Alrededor de la autonomía andaluza surgió un equipo de cineastas jóvenes que empezaron a hacer sus propias películas en Málaga, en Sevilla, en Huelva, en Cádiz. Pero eran esfuerzos dispersos porque les faltó ayuda. Estaba también Luis Mamerto López Tapia que desde Málaga creó un protocine andaluz. Luego había cosas como lo que hacía Miguel Alcobendas, en Málaga también. Y estaban los Bollaín. Eran gente que hacía un cine de autor experimental que todavía no habían logrado entender que se necesita un componente comercial importante.

¿Cómo se consigue eso? Con Antonio Pérez y con lo que se crea alrededor de Canal Sur. Antonio Pérez proviene del mundo de la distribución cinematográfica, porque su padre tenía cines, y se empeña en hacer películas por su cuenta. Y llega Solas, que se mete en el Festival de Berlín como gran producto. A partir de ahí comienza todo. Antes había cine en Andalucía, generalmente folclórico, de entretenimiento, ligero, humorístico, como el que le dio tantísimo dinero a Pancho Bautista, Pepe Da Rosa y Josele con Se acabó el petróleo. Pero eso no es cine con hechuras y con ideología. No lo es.

P. ¿Alberto Rodríguez es la cumbre de nuestro cine?

R. Por ahora sí. Y le queda todavía. No hay nadie que haya conseguido con una película diez Goyas como él logró con La isla mínima.

P. Marisol Membrillo, Fernando Tejero, Juan Carlos Villanueva, Macarena Gómez, Guillermo Rojas, Juan Carlos Rubio y muchos más. ¿Córdoba está en el mapa cinematográfico?

R. Sí. Fue lugar de rodaje cada vez más consolidado y, aunque no tiene propiamente una escuela de cinematografía, sí tiene una Escuela de Arte Dramático de donde ha salido mucha gente. Lo que pasa es que gran parte se han marchado a Sevilla o a Madrid. Esta experiencia de Edgar Burgos, con Cinema 24, va a tener lo necesario para llamar la atención. Aunque el calendario de festivales en Andalucía está muy saturado, puedes tener aquí tu propia personalidad. ¿Y qué cosas tienes a tu favor? Que la industria audiovisual no para de generar cosas nuevas y cada año se multiplican las producciones. Todo eso va a hacer que el Festival de Córdoba tenga un lugar importante.

Las fake news se desmontan con la verdad y el rigor

P. ¿Cómo se combaten las fake news?

R. Desmontándolas con la verdad y el rigor. Y, sobre todo, haciéndole ver a quien se las traga que se está tragando una mentira. No consiste solo en que hagas buen periodismo, sino que también haya buenos lectores.

P. Necesitamos mejores ciudadanos y ciudadanas.

R. Necesitamos ciudadanos informados y que no se dejen engatusar. Que no se traguen lo que ellos quieren oír. Que vayan más allá. Un periodista es importante cuando se ha ganado la credibilidad a base de demostrar que estaba diciendo la verdad.

P. Leo en internet: “Manuel Bellido es el mejor conocedor del cine y sus artífices en Andalucía”.

R. Me parece un poco excesivo. Hay gente que lo conoce mejor que yo.

P. También leo en las redes: “Es un periodista muy querido en su profesión”.

R. Seguramente porque siempre que me han pedido algo he respondido. Eso lo he aprendido en casa. Una panadería te enseña muchas cosas. No solamente te da alimento. Es refugio para noctívagos. Un sitio donde se encuentra el calor que cada uno necesita y donde tus peticiones son escuchadas. Los periodistas debemos ser reflejos del mundo que habitamos. Y si viene alguien pidiéndote algo, tienes que responder.

P. Lleva la panadería dentro.

R. No salgo de ella.

P. ¿Es usted el fin de una era?

R. Soy el fin de mi era. Pensaba que mi hija Isabel iba a seguir por este camino y es periodista, de hecho. Pero, desengañada de este mundo, se ha metido a trabajar en archivos y bibliotecas.

P. ¿Hay razones para desengañarse del periodismo?

R. Sí. Un periodista no puede estar mal pagado. No puede estar en la calle veinticuatro horas tirado. Esa imagen romántica del periodismo le ha perjudicado muchísimo. Un periodista tiene que tener un sueldo digno. Tiene que ser bien tratado por su empresa. No puedes esclavizarlo.

P. ¿Soñará con Una de cine?

R. Claro. Es irremediable. Yo he vivido ocho años en ese programa al que he llegado casi por casualidad. Es un sitio en el que he aprendido muchísimo y, en la etapa final de mi vida profesional, viene a demostrarme lo que siempre he pensado: que nunca conoces tu oficio a fondo. Se trata de aprender a diario. Y hablando con unos y con otros se aprende muchísimo. Atrévete a pensar. Atrévete a mirar el mundo. Pero, sobre todo, escúchalo.

Sin Canal Sur sería imposible el nivel que ha alcanzado el cine andaluz

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