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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Dubai y las COP sobre cambio climático

El presidente de la Cumbre del Clima de Dubái, Sultán Al Yaber EFE/EPA/MARTIN DIVISEK

Eduardo Moyano

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Suele ser habitual en Naciones Unidas la aprobación de declaraciones, tratados y convenciones (convenios) sobre temas muy diversos. Tenemos varios ejemplos de ello en asuntos relacionados con los de este artículo (clima, sostenibilidad…) como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (2015) o la Convención Marco sobre Cambio Climático (1994), cuya 28 conferencia (COP) se celebra estos días en Dubai.

A diferencia de las “declaraciones”, las “convenciones” son vinculantes, pero sólo obligan a los Estados que las firman y que son, por ello, denominados “partes contratantes”. Los Estados que se adhieren a cada “convención” suelen reunirse de forma periódica para hacer un seguimiento de lo acordado y avanzar en el desarrollo de protocolos y planes de acción. A esas reuniones periódicas se les denomina “conferencias de las partes” (COP) y se celebran cada vez en una ciudad distinta.

Es verdad que, muchas veces, las convenciones de Naciones Unidas son poco efectivas por falta de voluntad de los gobiernos para ejecutar a escala nacional los acuerdos firmados en ellas. En otras ocasiones, aunque existe voluntad política, los gobiernos de los países firmantes se ven en dificultades para hacer realidad lo acordado al no recibir la posterior ratificación de sus respectivos parlamentos.

Pero hay veces que las convenciones de Naciones Unidas tienen efectos reales y tangibles. Es el caso, por ejemplo, del Convenio de Viena sobre el agujero de la capa de ozono, que dio lugar al Protocolo de Montreal (1987). Este protocolo es considerado por la OMM (Organización Meteorológica Mundial) como el “mayor éxito ambiental de la historia” al haber logrado, mediante la prohibición de determinados productos químicos (en especial los CFC), que la situación de la capa de ozono vaya recuperándose.

La Convención Marco sobre Cambio Climático

La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (conocida como “Cumbre de la Tierra”), celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992, acordó la celebración de tres “convenciones”: una, sobre el tema de la Diversidad Biológica; otra, sobre Desertificación, y otra, sobre Cambio Climático, siguiendo el modelo del citado Protocolo de Montreal. Dada la estrecha interrelación entre esos temas, en la Cumbre de Río se acordó también crear un “comité de enlace” para coordinar las acciones surgidas de esas tres convenciones.

Es en ese contexto en el que surge en julio de 1994 la “Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático” (CMNUCC), firmada por los gobiernos de 197 Estados. Su objetivo era, y sigue siendo treinta años después, emprender acciones para mitigar las causas que provocan el calentamiento global del planeta, identificadas por la comunidad científica en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) (sobre todo, Nitrógeno y CO2).

Los Estados firmantes de la CMNUCC se comprometieron a reunirse cada año para supervisar lo acordado, dando lugar así a la serie de 28 “conferencias de las partes” (COP) sobre cambio climático celebradas hasta la fecha. Desde que en 1995 tuvo lugar en Berlín la primera de esas conferencias (COP-1), se han celebrado de forma ininterrumpida cada año (excepto en 2020 por la pandemia), siendo la última la que acaba de iniciarse en Dubai el pasado 30 de noviembre y que durará hasta el 13 de diciembre de este año 2023.

De esas COP destaca por su relevancia la tercera (COP-3 de Kioto, 1997), que dio lugar al Protocolo de Kioto, donde se acuerda por primera vez reducir las emisiones de GEI, pero sin especificar en qué cuantía, y se crean mecanismos tales como el “comercio de emisiones”. El cumplimiento de ese Protocolo se supervisa anualmente en el marco de cada COP.

Destaca también la COP-21 de París (2015), cuyo Acuerdo es quizá el más ambicioso de los alcanzados hasta ahora en las COP sobre cambio climático. En esa COP-21 se acordó una reducción de las emisiones de gases GEI a fin de mantener por debajo de 2ºC el aumento de la temperatura media del planeta respecto a los valores que existían en la época preindustrial. Para eso, los casi 200 países firmantes del citado Acuerdo se comprometieron a emprender acciones dirigidas, sobre todo, a la eliminación gradual de los combustibles fósiles (por ser los principales causantes del problema) y su sustitución por fuentes de energía renovables. Con ello se pretende alcanzar la neutralidad climática para el año 2050, es decir que la cantidad de gases GEI emitidos por los distintos sectores de actividad económica sea igual a la que el planeta es capaz de absorber por sí mismo de forma natural (a través de la función de sumideros de carbono desempeñada por árboles, suelo y océanos). Asimismo, la COP-21 de París acordó implementar un fondo verde para apoyar la adaptación al cambio climático en países en vías de desarrollo, por ser los más afectados por este problema y los que menos GEI emiten al tener menos desarrollados sus sistemas productivos.

La COP-28 de Dubai

Después de la COP-21 de París (2015) han tenido lugar seis conferencias más (Marrakech, Bonn, Katowice, Madrid, Glasgow y Sharm el-Sheikh) sin resultados significativos. Ahora, en estos días de diciembre de 2023 se celebra en Dubai la COP-28, que ha despertado bastante expectativas debido a la situación de emergencia climática y sus efectos en los ecosistemas y en la salud de la población humana (este año se están batiendo todos los niveles de altas temperaturas desde que hay registros).

Además, la conferencia ha estado rodeada de algunas polémicas, como la de haber elegido como país anfitrión a los Emiratos Árabes Unidos (EAU), uno de los más importantes países productores de petróleo. Unos lo han visto como una contradicción, ya que, si son los combustibles fósiles la causa principal de las emisiones de GEI, es incoherente designar Dubai como sede de la COP-28. Otros, sin embargo, lo ven de un modo más pragmático al considerar como positivo que los países productores de petróleo se impliquen en los debates y acuerdos sobre cambio climático.

Más allá de esta controversia, lo cierto es que el día de apertura de la COP se constituyó el fondo verde acordado en París y tantas veces aparcado. Ese mismo día hubo ya países que comprometieron sus aportaciones (EAU 100 millones de dólares, Reino Unido 60, España 25, la UE 200…), encargándose al Banco Mundial la gestión del mismo. Además de la importancia de este fondo, la gran cuestión a debatir en la COP-28 es el tema de la reducción de combustibles fósiles, tema éste que marcará los debates y de cuyo compromiso final dependerá los resultados de la conferencia, que, como suele ocurrir, dejará insatisfechos a los más ambiciosos en estos temas y contentará a los pragmáticos.

En definitiva, estamos ante la 28 COP sobre cambio climático, a la que asisten, además de los representantes de los países firmantes, numerosos activistas por el clima, miembros de ONGs, comunidad científica, profesionales, directivos de empresas… hasta alcanzar la cifra de más de 50.000 participantes. Dubai es estos días el centro de los debates sobre el calentamiento global y sobre las causas que lo provocan.

Asimismo, se discutirá sobre el modo de seguir avanzando en lo acordado en París hace ocho años, es decir, el objetivo de reducir el consumo de combustibles fósiles para evitar que siga aumentando la temperatura del planeta, haciendo todo ello compatible con el objetivo de mantener los niveles de desarrollo. Puede parecer una quimera, pero también lo era reducir el agujero de la capa de ozono cuando se firmó el citado Protocolo de Montreal y, sin embargo, se han obtenido, como he señalado, importantes resultados casi 40 años después.

Mitigación y adaptación

No obstante, sería ingenuo ignorar las dificultades que existen para ejecutar lo acordado en las COP respecto al tema de la “mitigación” del cambio climático (reducción de emisiones de GEI y eliminación del uso de combustibles fósiles), dada las divergencias entre países y los intereses implicados. Además, el tema de las emisiones de GEI es mucho más complejo que el del agujero de la capa de ozono, dado que afecta al núcleo central de nuestro modelo económico (los combustibles fósiles), por lo que es más difícil alcanzar acuerdos sobre este tema, y más aún ejecutarlos.

Puede que tales dificultades y la lentitud con que se ejecutan los acuerdos, alimenten el escepticismo de la población respecto a la efectividad de este tipo de conferencias internacionales. Pero cabe preguntarse si el problema del calentamiento global no habría empeorado aún más sin estos grandes foros, que contribuyen, al menos, a tomar conciencia sobre este problema, difundir los informes científicos (como los del panel IPCC) y legitimar el discurso favorable a las políticas de acción sobre el clima frente a los negacionistas.

Mientras tanto, y a la vista de la complejidad de avanzar en el principio de “mitigación” de las emisiones GEI, hay que seguir adelante con el de “adaptación”. Este principio consiste en adoptar políticas en los distintos ámbitos territoriales (nacional, regional, local) para impulsar la adaptación de las empresas, las entidades públicas y los ciudadanos a un contexto marcado por el aumento de las temperaturas y el cambio en la pluviometría (con inesperados periodos de lluvia torrencial y largos periodos de sequía).

Ambos principios son necesarios para afrontar el gran desafío del cambio climático: uno (mitigación), asociado a los grandes acuerdos internacionales sobre emisiones GEI y a su puesta en marcha por los gobiernos nacionales, y el otro (adaptación) más vinculado al ámbito empresarial y a los comportamientos individuales y colectivos de la ciudadanía.

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Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

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