La selva del río
Como diría Groucho Marx, “estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros”. Empecé la entrevista con Pedro García del Barrio pensando de una manera sobre la vegetación del Guadalquivir y salí convencido de la contraria. No sé si ahora, volveré a cambiar de opinión, cuando algunos amigos ecologistas (y no exclusivamente ecologistas) de Twitter y de la vida real me den argumentos de lo contrario. No lo sé. Es posible.
Sentados bajo el Puente de Miraflores, apenas si se podía divisar la Ribera y hasta los tejados de Córdoba. La altura que han alcanzado los árboles del río, después de beberse literalmente varias riadas consecutivas, es monumental. Alguno, incluso, se asoma por encima del propio Puente de Miraflores. Y todos, absolutamente todos, impiden la visión del río desde el paseo bajo del barrio. En la otra orilla, otra inmensidad vegetal escala por el famoso murallón de Córdoba, provocando serios problemas en su estructura. Según Pedro García del Barrio, acreditadísimo arquitecto, sus raíces introducen humedad en los cimientos del murallón, provocando serios riesgos de desplome a medio plazo.
Hace una semana, el alcalde, José Antonio Nieto, comparó el bosque de galería urbana del río en Córdoba con una selva. Hombre, yo, amante de la exageración, he titulado por ahí. Está claro que no es una selva, pero la falta de cuidados del bosque de galería del Guadalquivir hace que se le parezca bastante.
No estoy planteando una tala salvaje y sistemática de todo lo que tenga tronco en el Guadalquivir, no. Estoy planteando otra cosa más simple: que se cuide la ribera urbana del río y que no se desmadre, como ha pasado. No seamos conservacionistas hasta el extremo. El río siempre estuvo vivo y el hombre siempre le metió mano. Tanta mano le ha metido que en Córdoba ha construido siete puentes, taludes y azudes, que se le controla el cauce casi al milímetro (recuerden la efectividad de los ingenieros de la Confederación durante la riada) y hasta se ha cambiado su cauce en Sevilla. Sí, lo que cruzan cuando van a Triana es un canal, una exclusa, el cauce antiguo del Guadalquivir.
Tan difícil es, por tanto, cuidar un poco la arboleda del río en Córdoba. Su desmadre, su enorme porte, ha estado a punto de convertirse en combustible para un incendio de incalculables consecuencias. No quiero ni imaginarme si el incendio del pasado 7 de agosto en uno de los pilares centrales del Puente del Arenal hubiese tenido lugar en la inmensidad del bosque de ribera del Guadalquivir.
Este mes tiene que arrancar un proyecto de limpieza de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, consensuado con la plataforma Por un río vivo de Córdoba. De momento, redundo, existe el consenso. Esperemos que tampoco se desmadre la cosa.
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