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El aeropuerto sin aviones pero con expropiaciones

Alfonso Alba

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En el siglo XIX los ingleses revolucionaron el sector del transporte al inventar el ferrocarril. La primera línea férrea unió Manchester y Liverpool. A primera vista, es extraño pensar que el primer tren de la historia de Inglaterra y por tanto del mundo tirado por una locomotora de vapor no lo hiciera de la capital, de Londres. Sin embargo, los ingleses, como los alemanes, siempre han sido muy pragmáticos y decidieron unir de una forma más rápida sus dos ciudades más industrializadas: Manchester (considerada como la primera ciudad industrial del mundo) y Liverpool (el primer puerto industrial del mundo). Poco a poco, los ingleses fueron ampliando su red de ferrocarril, pero siempre siempre el tren llegaba a donde había industrias, y no al revés.

En España, la primera línea de ferrocarril se construyó fue en Cuba, y una década después entre Barcelona y Mataró, en su cinturón industrial, en un lugar en el que tenía sentido. Sin embargo, en España siempre se pensó que la llegada del ferrocaril traería el progreso y no al revés, que la construcción del ferrocarril no era más que un síntoma del progreso. Así, siempre se pensó que allá donde llegaría el tren crecerían las industrias como setas.

Dos siglos después, España sigue padeciendo la misma enfermedad. El país pensó que allá donde llegase el AVE aterrizaría la prosperidad y la felicidad. ¿Les suena? Se construyeron estaciones fantasma en Puente Genil, muy en las afueras de Antequera, en Ciudad Real... En Córdoba, para qué negarlo, la llegada del AVE en 1992 fue una bendición para el turismo. Sí, pero es que Córdoba ya era una ciudad turística, ya tenía una Mezquita construida hace 1.200 años, las ruinas de Medina Azahara, un casco histórico Patrimonio de la Humanidad, un Puente Romano, unos patios... Es decir, era lógico que el AVE llegara a Córdoba, como llegó a Sevilla, lo ha hecho a Barcelona, etcétera.

Más dramático aún es lo que ha pasado con los aeropuertos. En Córdoba, el Ministerio de Fomento que entonces dirigía la socialista Magdalena Álvarez decidió tirar la casa por la venta y ampliar un aeropuerto construido en 1959 y que, por desdén, incompetencia, desgana u otras cosas, estaba rodeado de construcciones ilegales. Entonces, como había que tener un aeropuerto para que aterrizasen Airbus que seguramente iban a traer a la ciudad a millones de turistas se decidió tirar por la calle de en medio y ponerse a expropiar casas. Mientras, el PP pedía la construcción de un aeropuerto nuevo en otro sitio, pero Fomento, que llegó a pensárselo, lo descartó porque el proyecto se dilataría en el tiempo al menos durante diez años (había que hacer pruebas de vientos, estudios de impacto ambiental, etcétera).

Fomento apostó entonces, en 2007, por expropiar unas viviendas que nunca debieron construirse y pagarlas a precio de mercado. Ahora el Gobierno ha reconocido que costaron la barbaridad de 43,2 millones de euros. Es una barbaridad porque las obras han costado bastante menos (unos 24 millones de euros sin contar con el soterramiento de las líneas de alta tensión) que las expropiaciones y sobre todo porque queda la sensación actual de que ese dineral (como el gastado en el aeropuerto fantasma de Ciudad Real, que era el modelo que quería el PP) no ha servido para nada. Actualmente, Córdoba tiene un aeropuerto en el que no vuelva ninguna línea regular, ni hay previsión de que lo vaya a hacer en el corto plazo, por una cuestión obvia: no hace falta. A Córdoba ya llegaban los turistas a través del AVE. Los que lo hacían por avión se bajaban en Sevilla, Madrid o Málaga y arribaban en Córdoba a través de una estación de alta velocidad que te deja en el mismo centro de la ciudad: un lujo.

Una vez más, como en el siglo XIX, se pensó que primero había que poner las infraestructuras para que después llegaran las industrias, sin saber que siempre siempre siempre han sido las industrias las que han demandado las infraestructuras.

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