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G - men (contra el imperio del crimen)

Redacción Cordópolis

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Tras aprobarse el PGOU de 1986, que representaba la planificación democrática del urbanismo en la ciudad, el entonces gobierno del PCE empezó a buscar una forma de gestión del mismo que fuera ágil. Finalmente, se decidió por la fórmula jurídica de Gerencia Municipal de Urbanismo, con personalidad jurídica plena. En aquellos años, finales de los ochenta y primeros de los noventa, la Gerencia no reunía todas las competencias municipales en urbanismo (por ejemplo, licencias) y era acusada de paralizar el desarrollo de la ciudad por los poderes fácticos. No obstante, dessarrollaron importantes proyectos como el Plan Parcial Renfe, el Plan Especial del Río o el Plan especial de protección del Conjunto Histórico, entre otros, y permitieron barrios modernos, con miles de viviendas (Poniente, Arroyo del Moro, El Arenal,...) que para nada se parecían al urbanismo especulativo de los sesenta.

Y, no sé por qué, esos inicios me recuerdan los de los “G-men” que nos cuenta William Keighley, un artesano del cine negro, en la película del mismo nombre de 1935. Estos “hombres G” no son sino el origen del FBI, “hombres del gobierno” que, al principio sin armas, pretendían hacer cumplir la ley en todos los EEUU de América. Eran gentes de formación jurídica que luchaban “contra el imperio del crimen” (subtítulo de la película en España), contra grandes gángster que amasaban fortunas con la ley seca, el juego y otros negocios turbios. Los “G-men” cordobeses, con su director González Madorrán al frente, y bajo las instrucciones políticas del machadiano Manuel Pérez, consiguieron que, por primera vez, el suelo tuviera un control y beneficio público, al margen de quien fuera su propietario. Lograron que la ciudad creciera de forma ordenada, con la única excepción de los procesos parcelatorios, para los que faltaba legislación adecuada.

Y en eso llegó el PP, con Edgar Hoover Martín al frente, que representaba los intereses de aquellos que querían que el nuevo PGOU que se diseñara para el inicio del siglo XXI recuperara el protagonismo del beneficio privado sobre el social. Y lo peor, fue que también los líderes de PSOE (Costecero Mellado) y de IUCA (la faraona Aguilar) acabaron coincidiendo que el PGOU había que hacerlo de acuerdo a los grandes propietarios y promotores de suelo, asegurándoles el beneficio suficiente para que, con lo sobrante, se pudiera construir lo público. De esta forma, Hoover Martín decidió hacer una gerencia más potente, con la integración de servicios como el de proyectos o de licencias, y, tras la elaboración y aprobación del PGOU de 2001, el cogobierno de izquierda hizo de la Gerencia un ayuntamiento bis, que creció de forma desaforada e innecesaria.

En un primer momento, con “costecero” Mellado, la Gerencia luchó contra los parceladores ilegales, pero cedió a los acuerdos con los grandes empresarios urbanísticos. Se llegó al absurdo de que, a la vez que se aprobaba el PGOU, ya había en marcha modificaciones del mismo, como la de la Ciudad Jardín de Levante, o el propio Palacio del Sur. Luego, con la faraona Aguilar, florecieron las naves de Colecor y se empezó a poner excusas para construir cualquier cosa en suelo no urbanizable. Por ejemplo, nadie, con sentido común, puede entender por qué Ciudad Mercedes se tuvo que levantar en ese tipo de suelo y no en industrial. En este tiempo, los propios G-men, con honrosas excepciones, dejaron de luchar contra el “crimen urbanístico” ante la falta de interés de sus dirigentes políticos. La gerencia, con la participación activa de algunos de sus G-men, aceptaron promover la locura del ladrillo a cambio de una situación laboral envidiable.

Y en esto llegó de nuevo el PP y mandó desmantelar el organismo, acusándolo de ser una carga inasumible para el ayuntamiento. Lo cierto es que la mayoría de los “gangster” del suelo y la construcción ya no se dedicaban a su labor original, sino que estaban siendo perseguidos por bancos, deudores o hacienda, y eran apartados del negocio especulativo por vías judiciales indirectas, rememorando lo sucedido a Al Capone. En esta situación, y en contra del criterio de Hoover Martín, Hannibal Torrico y Bellido de Locksley contrataron a un nuevo y bien pagado director de los G-men, con el objetivo de ir liquidando el organismo. Al parecer, ya no es necesario mantener el orden urbanístico en la ciudad, sino favorecer a todo aquel iluminado que quiera poner un chiringuito. Para eso, cuantos menos testigos mejor. Y es que, una cosa es racionalizar el gasto en la Gerencia, en lo que estoy plenamente de acuerdo, ante la falta de ingresos y de actividad urbanística, y otra cosa, es tener al personal en situación de espera permanente y con los brazos cruzados. Al final, nos puede suceder como al FBI, que, en vez de perseguir el crimen, aprendamos a vivir de él,

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