Mi fuerza motriz
He aprendido de Erich Fromm que “Mi principal tarea en la vida es darme nacimiento a mí mismo, llegar a ser lo que potencialmente soy”. Y, sobre todo, que “El producto más importante de este esfuerzo es mi propia personalidad”.
Por tanto y sin dudarlo, para ser feliz debo reforzar, con carácter previo y permanente, la valoración y el aprecio que me tengo por las cualidades y circunstancias que me reconozco.
Ya que este reconocimiento reforzado de mis propios valores como persona es lo que significa precisamente mi autoestima.
Una percepción evaluativa de mí mismo que implica necesariamente que siento que soy valioso, pero también que soy eficaz.
Unos factores, valioso y eficaz, que han de ser progresivamente contrastados y avalados por mis experiencias objetivas, nunca subjetivas, ya que éstas me conducen inexorablemente a una imagen distorsionada del “mí mismo”.
Por tanto, en un paso más, defino mi autoestima como: El conjunto de creencias (limitantes o desarrollantes) y valores (virtuosos o viciosos) que tengo acerca de quién soy, de mis capacidades, habilidades, recursos y potencialidades pasadas, presentes y futuras, que me han conducido hasta donde estoy y que me llevarán hasta donde crea que puedo llegar.
En definitiva, mi autoestima es una herramienta imprescindible para un equilibrado desarrollo físico y emocional.
Una herramienta directamente relacionada con mi autoimagen y mi autoconcepto, como los conocimientos y los sentimientos que tengo sobre mí.
Pero que, mucho más allá de ser solamente una idea o un sentimiento, debo reconocerla siempre como la fuerza motriz generadora de motivación que inspira mis conductas.
Y como toda fuerza, asumir, entrenar y perfeccionar.
Por ello, mi programa de trabajo para procurar su aumento hasta unos niveles sanos y razonables debe pasar ineludiblemente por los siguientes escalones:
a) Conocer cómo he llegado a ser como soy. Auto-investigarme objetivamente.
b) Descubrir qué impide, intercepta o molesta mi crecimiento como ser humano.
c) Estar dispuesto a cambiar todo aquello que me perjudica y limita, aún con cierto esfuerzo y sufrimiento.
d) Sacar fuera de mí, creencias como que todo tiene límites y barreras y que es imposible cambiar.
e) Localizar todas mis estrategias o pensamientos inoperantes y sustituirlos por otros que me inviten y motiven a crecer.
f) Identificar mis valores. Aquello por lo que estoy dispuesto a esforzarme y cambiar para conseguirlo y aquello por lo que no estoy dispuesto a seguir trabajando y tolerando.
Un entrenamiento que debe venir precedido del equilibro previo de ciertos aspectos de mi vida que forman parte del modo en el que hasta el presente he venido pensando o actuando:
En este sentido debo equilibrar:
1. MI CUERPO: Mi ambiente y mis conductas.
2. MI MENTE: Mis pensamientos, emociones y creencias.
3. MI ESPIRITU: Mi identidad y espiritualidad (trascendencia).
Ya que del equilibrio que establezca en su conjunto dependerán mis respuestas a las siguientes preguntas: ¿Cómo construyo la autoimagen en la que se basa mi autoestima? ¿Estoy satisfecho con mi imagen? ¿Me valoro realmente?
Mi autoestima la configuro por dos factores fundamentales, uno interno y otro externo.
El endógeno (interno) está compuesto por mis creencias, valores, identidad y espiritualidad, que son los elementos desencadenantes de mis capacidades y actitudes.
El exógeno (externo) viene dado por el ambiente en el que me desenvuelvo y el feedback (respuestas) que recibo.
Y tiene dos componentes que resultan indispensables para su desarrollo: Mi eficacia personal y el respeto a mí mismo.
Por mi eficacia personal o excelencia, creo en mí mismo y confío en mí mismo, pues se basa en tres cualidades humanas fundamentales: la sinceridad, el valor y la prudencia.
Por su parte, el respeto a mí mismo es la reafirmación de mi valía personal. La satisfacción serena en mi adecuada forma de eficacia personal.
Si soy eficaz y me respeto a mí mismo, me doy permiso para actuar en el desarrollo de mi correcta valoración y autoestima, reconociéndome el derecho a vivir plenamente y a ser feliz.
¿Cuál es tu fuerza motriz?
A FLOR DE PIEL… AGRADECIMIENTOS SINCEROS
Durante esta semana, he sentido nuevamente la sincera necesidad de ser valorado por lo que realmente soy y por lo que hago en esencia, intentando esquivar la burda e incómoda estrategia de tener que venderme a mí mismo como un simple producto más o menos eficaz en relación a unos resultados matemáticamente medibles o estratégicamente exigibles.
¿Por qué nos resulta tan difícil reconocer los valores de nuestros semejantes de forma directa y sincera, sin necesidad de presiones calculadas ni maquillajes interesados?... Posiblemente por no poder, ni querer, superar un profundo sentimiento de inseguridad frente a los demás y sus talentos y, lo que es aún peor, ser incapaces de mostrar nuestra admiración y agradecimiento a quienes siempre han estado emocionalmente ahí, enfrentándonos con valentía a las simples estrategias y a los resultados relativos.
NOTA: El autor de este post lo es también de la foto que lo ilustra.
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