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Herculano, la desconocida

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Fidel Del Campo

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Herculano es la hermana menor del infinito legado arqueológico que nos ha dejado el Vesubio con sus mortíferas erupciones y son muchos los que se pierden este fantástico yacimiento, situado frente el mar, justo entre Nápoles y las superfamosas ruinas de Pompeya. Herculano era la ciudad pija del entorno. Acabó comida por la lava el mismo día de Pompeya (24 de agosto del 79 D.C, dicen los expertos) y es con ésta fuente inagotable de sorpresas. Herculano también ha ido saliendo a la luz a golpe de campaña arqueológica. Esta web oficial ofrece datos, horarios, accesos y demás de estos sitios. Y aquí puedes hacer una visita virtual.

Sobre la capa que la cubre ha ido creciendo la actual ciudad, Ercolano, por lo que, de momento, veo difícil que el yacimiento se amplíe. Pero lo que ya se ve cumple sobradamente con las expectativas. Este yacimiento goza, de hecho, de un mejor mantenimiento que su hermana mayor y no sufre aún de cierres como está trágicamente pasando en Pompeya, afectada por la continuada invasión turística. La ventaja de estas ruinas es que son mucho más tranquilas y más concentradas. Solo eché en falta, y es por decir algo, un buen teatro tan conservado como los dos de Pompeya. Existir existe, a unos 300 metros del yacimiento y era impresionante pero ha sido tan expoliado que apenas quedan restos.

Una ciudad metida en un parque. Las ruinas están perfectamente delimitadas por un gran parque vallado, entre el mar y la ciudad moderna. Un modesto centro de visitantes sirve de bienvenida al complejo que aparece hundido a unos cinco metros de profundidad sobre el actual nivel del suelo. No es mala cosa porque así se puede ver el conglomerado de casas, calles y templos desde arriba. Luego no hay más que bajar por una pasarela, así se llega a la ciudad desde la que fuera su zona portuaria. En este punto se conservan almacenes y una terraza monumental. El mar llegaba entonces casi a las puertas de la ciudad.

Haciendo de peatón romano. Solo faltaría ponerse una toga. En cuestión de minutos comienzas a pisar calles imperiales romanas perfectamente conservadas, adoquines, pasos de cebra elevados, aceras...y a un lado y otro de cada calle, viviendas, comercios y templos van sucediéndose en un colosal viaje en el tiempo. En Herculano vivían familias bien, artesanos y gente rica que encontraba aquí reposo y buen clima. Entre las mansiones, la Casa de los Papiros, que contaba con una lustrosa biblioteca.

Termas. Dicen que es una de las mejor conservadas del Imperio y os digo que son mejores que las que pueden verse en Pompeya. Se conservan los vestuarios, las salas de aguas, los patios… Y en unos metros llegarás al Gimnasio. Bañarse y hacer deporte eran servicios públicos gratuitos y si no eras esclavo tenías mucho tiempo libre para hacer uso de estas instalaciones municipales. El gimnasio de Herculano impresiona por su tamaño, especialmente el enorme patio columnado que servía de espacio de entrenamiento para los más cachitas del Imperio.

Las VPO y las tabernas. Si asombra el equipamiento de ocio más lo hace el residencial. No solo verás grandes casas de ricachones. También se conservan edificios de apartamentos de varias plantas, con balcones incluídos y pequeños comercios, incluidas tabernas, con sus barras de mármol y casas de comida rápida...

Un templo entero y pintado. Olvídate de la imágen clásica de los templos de la Antigüedad de mármol blanco inmaculado. Es falsa. Ya los griegos pintaban sus templos. El Partenón era un templo cubierto de Tintalux y en Herculano se puede constatar que los romanos siguieron esta manía. En una esquina y con buena altura se alza el templo/sede de los sacerdotes augustales. Adoraban al Emperador, divinizado. La sala, intacta, conserva suelos, mosaicos, frescos de dioses y columnas repintadas sin pudor con lo más chillón del catálogo de pinturas. No he visto un lugar sagrado romano tan conservado, ni creo que lo haya.

Ir en tren a una ciudad romana. Sería un sacrilegio ir a Herculano desde Nápoles en coche o autobús. El circunvesubiano (me encanta el nombre) es un genial tren de cercanías con aire destartalado pero super eficiente que recorre toda la comarca y une Nápoles con los principales sitios arqueológicos. Para en Ercolano, desde la estación a las ruinas hay diez minutos a pie. El recorrido del tren sigue hasta Pompeya y acaba en la preciosa ciudad balneario de Sorrento, en la costa Amalfitana. Y encima de todas las cosas, Nápoles. Ya dedicaremos espacio a esta ciudad, corazón de la asombrosa Campania, absolutamente maravillosa. Historia pura de Europa, concentrada en un mantenido caos...

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