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Encuentros inesperados

Elena Pérez Nadales

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En el verano del año 2004, realicé un viaje de placer con mi hermana por Polonia. Hicimos pocos planes. Nos gusta la idea de perdernos por ciudades desconocidas. Pasamos sólo un par de días en Varsovia, el clima era ideal y recorrimos sin prisas las calles y cafeterías del centro histórico.

Una de las tardes, paseando por el Stare Miasto, el barrio más antiguo de Varsovia, mi hermana se detuvo a comprar rosquillas en uno de esos quioscos que se encuentran por las calles de la ciudad. Recuerdo claramente que me apoyé en la pared mientras la esperaba y al mirar a mi derecha me llamó la atención la entrada de la casa contigua, decorada con varias placas: “Muzeum Marii Skłodowskiej-Curie”.

Se trataba de la casa en la que nació María Sklodowska-Curie, el 07 de noviembre de 1867. Me pareció lindo aquel encuentro inesperado. Me resultaba emocionante la idea de visitar el lugar en el que nació una de las mujeres más importantes de la historia de la ciencia. Así que entré al pequeño museo y continué por allí mi paseo, esta vez por la cronología de su vida y de sus investigaciones, por sus fotografías, sus utensilios de laboratorio y sus apuntes.

Marie Curie fue una mujer extraordinaria para su época. En Polonia no se permitía a las mujeres ir a la universidad así que en el otoño de 1891 viajó a París. Y aunque en la década de los 1890, tampoco había demasiado apoyo a mujeres con aspiraciones científicas en Francia, Maria Sklodowska aprobó el exámen de ingreso y fue admitida en la Sorbona. En sus memorias, Marie Curie contaba que aquellos primeros meses fueron muy duros pero prevalecía su entusiasmo ante “un nuevo mundo abierto para mí, el mundo de la ciencia, que estaba al fin permitido conocer en toda libertad”. Marie conoció en la universidad a Pierre Curie con quien se casó y tuvo dos hijas. En esa época, la maternidad implicaba el fin de la carrera profesional de una mujer, sin embargo ella decidió continuar sus investigaciones delegando en una nodriza y en su suegro el cuidado de sus hijas.

Aquella tarde en el museo me encontré por primera vez con la impresionante foto de la V Conferencia Solvay, celebrada en Bruselas en octubre de 1927, donde los físicos más destacados del mundo se reunieron para discutir sobre la recientemente formulada teoría cuántica, entre ellos Albert Einstein, Niels Bohr, Werner Heisenberg y Erwin Schrödinger.

Participantes en la V Conferencia Solvay, 1927. Instituto Internacional de Física Solvay en Bruselas.

Marie Curie fue la única mujer presente en la reunión. En la foto aperece sentada en la primera fila, entre Max Planck, a su derecha y Henry Lorentz. También aparece en la foto, sentado al lado de Albert Einstein, el físico Paul Langevin, con quien la científica matuvo un romance (tras la muerte de su marido Pierre Curie en 1906) que se convirtió en un gran escándalo en Francia en 1911, hasta el punto de que hizo peligrar su segundo Nobel y Marie Curie escribió a la Academia Sueca antes de ser oficialmente galardonada recordándole que se trataba de evaluar su trabajo científico, no su vida privada.

A la salida del museo, compré una copia de aquella foto y la tuve colgada en casa muchos años. Me gustaba mirarla e imaginar cómo transcurría aquel momento en aquel congreso, cómo se relacionaban entre sí los asistentes, qué se estarían diciendo mientras el fotógrafo preparaba la cámara. Y esta tarde, mientras leía sobre la Conferencia Solvey y paseaba por mis recuerdos, me he encontrado con este vídeo, rodado por el físico y químico estadounidense Irving Langmuir (en la foto el primero por la izquierda, primera fila) durante el congreso.

Las imágenes recogen instantes curiosos de la reunión histórica, momentos distendidos de presentaciones, saludos, pitillos y visitas a la ciudad de Bruselas. Marie Curie aparece en dos ocasiones, girando sonriente en el minuto 2:00 y saliendo del edificio poco después. El ambiente que se percibe, más allá de los trajes y sombreros de la época, podría resultar familiar a cualquier científico o científica habituados a asistir a congresos. Con la peculiaridad, eso sí, de que diecisiete de los veintinueve asistentes a esta reunión eran o llegaron a ser ganadores de Premio Nobel.

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