Superbacterias en nuestros hospitales
El jueves pasado la Junta de Andalucía confirmó que existen siete pacientes afectados por un brote de la superbacteria Klebsiella pneumoniae en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, tres de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y otros cuatro aislados en planta.
Klebsiella pneumoniae es un microorganismo muy adaptado al medio ambiente hospitalario. Existe un caso de un brote de esta bacteria en un Centro Clínico de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EEUU que pudo ser controlado. La Dirección del centro consiguió detener el brote en estrecha colaboración con un equipo de científicos mediante un trabajo detectivesco que aplicó la genética molecular para el seguimiento de la infección y que les permitió conocer exactamente cuáles estaban siendo las vías de transmisión de la bacteria y qué se estaba haciendo mal en el hospital para favorecer la epidemia.
Encontraron a la bacteria no sólo en pacientes afectados sino también en pacientes que no mostraban síntomas así como en material y equipo hospitalario que había sido desinfectado conforme a los protocolos establecidos. En varias ocasiones durante la epidemia, tomaron muestras de todos los pacientes del hospital informándoles del brote y de las medidas.
Todos los pacientes que portaban la bacteria fueron aislados y se asignó material hospitalario de un solo uso (goteros, inhaladores) para estos pacientes. Se extremaron las medidas de control de higiene del personal hospitalario, incluso con la contratación de personal externo que vigilaba el correcto lavado de manos, uso de guantes y batas. Y hasta se cambiaron tuberías y grifos en los que se encontró a la bacteria. Por supuesto, esto fue posible gracias a la alta financiación que recibió el centro para realizar el estudio científico y efectuar los cambios necesarios en la práctica hospitalaria. Pero lograron controlar el brote y deshacerse de la infección. Por ello le queda a una la duda de que realmente se estén destinando todos los recursos necesarios para el control de estos brotes en nuestros hospitales.
Las infecciones por superbacterias están creciendo en todo el mundo. El Centro Europeo de Control de las Enfermedades (ECDC) ha confirmado que España se encuentra ya en el nivel epidemiólogico 3, es decir, se dan brotes de infecciones que afectan a más de un hospital en la misma región o lo que es lo mismo, se producen contagios entre hospitales. En el nivel de riesgo más alto (nivel 5) se encuentran tres países, Grecia, Malta e Italia, con brotes continuados que afectan a la mayoría de hospitales del país. El ECDC estima que las bacterias resistentes a antibióticos causan unas 25.000 muertes al año en Europa y generan unos costes sanitarios de 1.500 millones de euros.
¿Por qué estamos viéndonos afectados por este tipo de bacterias a escala tan grande? El origen de estas superbacterias no es ningún misterio. Una superbacteria es básicamente una bacteria que resiste a uno o más antibióticos. Y cualquier bacteria puede convertirse en una superbacteria. Bacterias como E. coli o Klebsiella penumoniae forman parte habitualmente de la flora microbiana humana y animal, sin causar daño alguno. Sin embargo, ante una situación de estrés o presión, como la exposición prolongada a los antibióticos que empleamos para destruirlas, las bacterias hacen lo que todos quisiéramos hacer ante una situación de ataque similar: cambiar, mutar, buscar una estrategia (genética) para sobrevivir.
Nuestra sociedad lleva años llenando el medio ambiente de antibióticos. Los pacientes piden a sus médicos de cabecera antibióticos ante el menor indicio de dolor de garganta. Y la aplicación industrial se ha incrementado exponencialmente en nombre de la limpieza y la salud. Los productores de frutas rocían antibióticos sobre sus huertos, las empresas añaden componentes antibacterianos a los productos de higiene y limpieza y los agricultores añaden antibióticos a la alimentación del ganado. Un informe de la FDA (Food and Drug Administration: Agencia de Alimentos y Medicamentos) de EEUU de 2010 reveló que el 52 por ciento de las pechugas de pollo analizadas estaban contaminadas con cepas de la bacteria E. coli resistentes a antibióticos.
Y el problema no se reduce al mal uso de los antibióticos en ganadería y agricultura. También se ha sugerido que el mal uso que se hace en agricultura de los fungicidas, usados contra los hongos, está llevando a la aparición de hongos resistentes que luego llegan a nuestros hospitales. Un estudio del año 2004 describía por ejemplo el uso de fungicidas en el compost comercial que usamos para jardines domésticos y plantas de interior.
Los antibióticos y fungicidas son imprescindibles, lo cuestionable es el uso que hacemos de ellos. La investigación científica para el desarrollo de nuevos antibióticos o nuevas estrategias para luchar contra estos microrganismos resistentes es vital. Desde luego, no todo está perdido. Hay avances científicos realmente interesantes de los que podemos hablar, quizá, en un futuro post.
Bien, pues esta es la idea: más de 25.000 muertes anuales por superbacterias en Europa y somos nosotros quienes hemos creado estos monstruos con nuestro sistema de consumo. Es nuestro descuido lo que les permite evolucionar.
Ahora tienes dos opciones. Vuelve hoy o mañana a tu supermercado habitual y compra tu carne de pollo, ternera o cerdo, tus verduras y frutas, tus cremas, jabones y detergentes sin preguntarte de dónde vienen ni cómo han sido producidas, sin plantearte si en el proceso de producción se ha dado prioridad al bienestar animal y al respeto al medio ambiente. Vuelve a casa con ellas y dáselas de comer a tus hijos o úsalas con tu familia.
O bien asume tu responsabilidad en todo esto y toma el camino que estamos escogiendo un número creciente de personas en nuestra sociedad. El camino al fin y al cabo que siguen las bacterias de nuestro organismo y nuestro medio ambiente ante el ataque al que les ha sometido el ser humano: mutar, evolucionar, buscar una estrategia de cambio para resistir.
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