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Romana ermita de la Virgen de Guía en Villanueva del Duque

Antonio Monterroso

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En Villanueva del Duque hay un cementerio colgado de una dehesa infinita en la que sólo queda esperar para oír. Un cementerio hecho camino que penetra hasta donde no queda lugar. Yo voy a allí desde que no tengo memoria. A velar el (mi) Checa y el Navas de mi madre y años que pasarán. Villanueva es estropajo, agua y flores allá por noviembre. Caminata desde Fuente La Lancha, lomo y lechón por agosto. Y la Arcadia y la Amelia todo el año. Arcadia y Amelia no son, ni la mítica región helénica, ni la ciudad umbra con ascendente nominal etrusco: son mis tías, que son super clásicas y custodian aquello. Y es que, en Villanueva, donde todo era siempre blanco manso como no hay otro, ahora también hay romanos. Romanos donde menos te los esperas. Allá sí, allá en el camposanto y en la ermita de la Virgen de Guía en Villanueva del Duque. Yo creo que de tanto ir mis tías al cementerio han acabado brotando. Y de tanto ir también yo, ni los he visto.

Hemos aparcado el coche siempre en el mismo sitio. Hemos hecho siempre el mismo ritual. Y siempre al salir, hemos ido a la ermita que está al lado del cementerio. Hace dos años, más o menos por estas fechas, tuvimos que ir al cementerio y no por gusto lógicamente. De ese cementerio no se sale sin toparte con el olivo centenario que hay frente a la puerta. Si lo esquivas te busca. Le habían germinado entonces unos capiteles romanos y unas basas en las esquinas, bajo las cruces de hierro que llevaban allí toda la vida. Es lo que tiene el poder de las cruces, que nunca ves los capiteles. Mis tías.

Las basas son de granito de Los Pedroches. No se le ocurre a un romano ponerlas de otra cosa. Los capiteles en cambio son de mármol blanco, de uno que, en principio, no hay por allí. Será de Mijas, será de Córdoba, será de Almadén de la Plata. O será de Los Pedroches, como se ponga. Esos capiteles y basas esquineros en su olivar vertebrado dan para unas columnas de unos cinco metros y medio de altura. O sea, de un templito. No de arquitectura menor. Y es que, a los romanos, bien que les gustaba santificar los cruces de los caminos; allí donde solían disponer santuarios a los Lares, o a Hércules, entre otros, protectores de la viabilidad, el tránsito y el comercio.

Este año, allá por las flores de Noviembre, esos capiteles comenzaron a hablar. Guía que es siempre esa Virgen. Y es que ya llevaba yo varios años escuchando demasiada dehesa. Estaba don Francisco, el párroco sempiterno de Villanueva, en la ermita allí en el ambiente del día de los Santos. Los pueblos se concurren siempre que algo se vela, ya sean difuntos, vísperas o ferias. Don Francisco es fuente arqueológica indispensable. Los alemanes del Corpus de Inscripciones romanas más grande del mundo bien que lo sabían y por eso han podido recuperar tanto epitafio en la provincia de Córdoba, y muchos en Los Pedroches; no en vano, los que leían y guardaban latín en los pueblos, eran los curas. Los que tienen o saben de las reliquias también. Don Francisco es menudo y ya tambaleante, pero impone. No se detiene en cortejos. Me vio mirando una piedra allá en su dominio (todo un tesoro: un modesto fragmento de columna metido en un banco de piedra en la entrada de la ermita) y, apretando las riendas de su menudez, se me acercó ¿Que mira Ud. que yo no vea en ese banco? Pues una columna romana don Francisco... Y ya me enteré yo que no sólo habían sido mis tías las encargadas de romanizar aquello. Había sido don Francisco el que, arreglando y arreglando, había dado con las briznas de lo que debió ser un santuario de época romana. Le di de pleno saetazo en su otra vocación y poco más y estamos allí todavía. Don Francisco que lo romano conservó. Bien que recordaré ese rato hasta que lo acabé apeando cerca de su casa. En Villanueva la gente desde siempre se apea, no se baja. Yo me apeo aquí. Gracias don Francisco. Tampoco yo nunca conseguí bajar a mi abuelo.

Hay columnas, hay entablamentos y hay varias inscripciones. Más no sé cuántos sillares de granito que se habrán utilizado en las guías constructivas de la ermita. Columnas como decía que dan para santuario, es decir, para altar o modesto templo, y para nada más allá en la siberiana dehesa.

La Virgen de Guía es una virgen protectora e itinerante como los Lares. Es patrona de Villanueva del Duque, como lo es de Alcaracejos, Hinojosa del Duque, Dos Torres y Fuente la Lancha. Todos ellos la tienen toda y siempre un poquito. Su santuario, sin embargo, está en ese cruce de caminos geográficamente destacado que atraviesa y penetra en los Pedroches más occidentales; desde Alcaracejos a Hinojosa y desde Villanueva hasta Villaralto y El Viso. En uno de esos altozanos, a modo de hitos en el camino y cercano a cursos de agua, que a los romanos les gustaba santificar.

No lejos de allí, y de ahí la importancia, nos falta por localizar una ciudad romana, que conocemos por varias inscripciones y algún texto: Baedro. Ciudad de la Beturia Túrdula hermana de Sísapo, Solia y Mellaria, que administraba esta parte de los Pedroches en la Antigüedad. Entre Hinojosa, Fuente La Lancha y Villanueva anda el asunto…a ver si algún día la dehesa nos vuelve a hablar.

De esa Baedro era subsidiario este santuario romano del camposanto de Villanueva del Duque. Un santuario, guía para la orientación en los caminos de los antiguos. Los santuarios son fundamentalmente referencia geográfica, máxime en un páramo geográfico como este, y por eso tenían clientela. Un santuario al que, quizás perdida su memoria,  ha venido a asentarse para continuarlo, siglos después, el mismo daimon bueno pero en cristiano. Nuestra señora de Guía, heredera en este caso, de los Lares Compitales (protectores de los cruces) o Lares Viales (protectores de los viajeros y los propios caminos) de los romanos. Nuestra señora de Guía, también Lar del Lugar; de ese lugar que tu más proteges, allí donde tienes asiento, justo al lado de la tierra de los ancestros de los villaduqueños. Guía y madre.

@AntMonterrosoCh

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