Las raíces de Córdoba

Córdoba es ciudad de tradición arqueológica secular, pero de iniciativas científicas recientes. Si escuchan de un arqueólogo la palabra “estratigrafía”, que viene siendo nuestra manera de intentar ser rigurosos, es que tiene su mente en un va y ven continuo, entre adiciones y sustracciones a la tierra o lo que tenga delante. Los cirujanos del pasado, quién se toma este oficio así, necesitan leer lo que no se ve, pero estuvo; y ver cómo está lo que está respecto de lo que falta y de lo que sigue. El hospital del Cardenal Salazar, por ejemplo, tiene encima una facultad con sucesivas reformas. Si nos ponemos, allí con los fantasmas de nuestra pequeña Alma Mater, somos capaces de aislar lo que queda del hospital respecto de lo que vino después y dar una imagen a cada tiempo del edificio: la suma de ellas es su historia.

La primera imagen científica de las raíces de Córdoba está en los perfiles estratigráficos que dejaron las obras de la Avenida de Corregidor y la apertura del puente nuevo. Allí, los sabios de la Real Academia, en una ciudad que empezaba a tener, de nuevo, universidad, consiguieron recuperar unas cerámicas y aplicar rigurosidad, por vez primera, a los cortados que había dejado la destrucción de la parte de colina que hoy le falta a la zona del teatro de la Axerquía. Una colina que perforó la nueva carretera. R. Castejón, J. Bernier, F.J Fortea, recuperaron unas informaciones que, años más tarde, publicaron dos insignes arqueólogos clásicos como son José María Luzón y Diego Ruiz Mata.

Nos decían en ese insigne libro que la vieja Córdoba se remontaba al año, chispa arriba chispa abajo, de 1500 a. C. Luego sabríamos por Juan Murillo que Córdoba era todavía más vieja, si que eres vieja Córdoba, alzando esa fecha hacia el 2500 a. C. Casas de cimientos de mampuesto y alzados de muros de tierra cruda conformaron poco a poco la primera aglomeración proto-urbana de Córdoba. Es decir, las numerosas aldeítas que, desde el 2500 a. C poblaban nuestra ciudad y que se fueron agrupando como gotas de mercurio hasta formar una ciudad mayor en el Parque Cruz Conde. Entre ella la más antigua documentada en las obras del Hospital de la Arruzafa.

Luzón y Ruiz Mata, en unos pocos perfiles, con las cuerdas y etiquetas de las excavaciones de antaño, nos dejaron una veintena de estratos que son las primeras veinte postales de Córdoba: de la varias veces secular y siempre gloriosa Córdoba de la cual, Corduba, la del Parque Cruz Conde, es su gran precedente.  A esa ciudad del año 1500 a.C y de chozas de plantas circulares subsiguió otra donde ya las casas pasaron a ser rectangulares: eso generó las primeras calles y el primer urbanismo. Las casas redondas no tienen potencia compositiva para generar una ciudad. Había unos estratos, del 16 al 12 con una altísima concentración de polvo de mineral. Córdoba había contactado con el mundo mediterráneo. Les vendía sus metales, adoptaba sus nuevas formas de construir, de consumir, de vender.

Surgió entonces la gran Corduba tartésica, una ciudad mayor, de más de 35 has, que allí duerme aún, entre el teatro de la Axerquía y la Facultad de Medicina, en buena parte, bajo los Colegios Mayores de la Universidad de Córdoba, Enfermería, Medicina, Hospital Provincial, Ciudad de los Niños, etc. La Universidad de Córdoba, nuestra Alma Mater Magna, es por tanto una de las mayores detentoras de las propiedades que custodian las raíces de Córdoba.

Después vino la teórica crisis del s. VI a. C y lo que llamamos, lo que mal llamamos Corduba ibérica o turdetana. Que pena vender Tarteso por tan poco. Por fin llegó Claudio Marcelo, que no pudo desmadejar esas raíces y tuvo que dejar Corduba allí. Son esos los últimos versos de este mal poeta, Corduba. Ya veremos quién hizo la casa de en frente que, si se llamó Corduba, fue por no cultivar la orfandad en sus nuevas raíces.

Corduba siempre más fuerte que los romanos; no en vano es de ella de quién aún perdura el nombre.