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Patricia, nombre de Córdoba

Antonio Monterroso

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En Córdoba, las niñas también tendrían que llamarse Patricia, al menos en igual de devoto número que Fuensanta; si es que se tiene esta vena tan fecunda y atávica respecto del terruño. Y es que, Patricia, fue un día el único nombre de Córdoba. Quizás sea ésta una de las facetas de la gloriosa historia de esta ciudad que menos se conocen, o que más pasan  desapercibidas. Córdoba es mucho nombre.

Corduba, la primera Córdoba de los romanos, en teoría, toma su nombre de su sustrato turdetano anterior. La terminación uba, sigo a Enrique Melchor, aparece en otros nombres indígenas y pudo significar “ciudad”. El término Cord se ha relacionado con el nombre indígena del Guadalquivir (Certir o Certis) o con los Turdetanos (Tourdetanoi) de donde vendría Corduba entendida como “ciudad del río Certir” o “Ciudad de los Turdetanos”. Lo cierto es que Claudio Marcelo la llamó así. Y así fue después la magna Qurtuba. Y así es y sigue siendo Córdoba. La ciudad de su río y su tierra.

Hubo un día sin embargo en que todo eso se perdió. Roma, siglos después, decidió llamarla única, llana y simplemente Patricia. Colonia Patricia, sin el Corduba, como tan erróneamente se acostumbra. Una ciudad tan ligada a su nombre, que perdió su nombre.

Para algunos autores, eso sucede en los momentos posteriores a la destrucción, devastación y masacre de la ciudad por parte de César. En los momentos de su refundación por este mismo. En este caso, Patricia aludiría al patricio por excelencia, en estos años, el mismo César. Ciudad asimilada al patricio César, por tanto.

Para otros autores, entre los que me encuentro, este nombre es posterior y tiene que ver con los momentos de la “última fundación” romana de la ciudad, allá hacia 19 a. C. por obra de Augusto a través de su mandatario, Agripa, responsable final efectivo. En este caso Patricia aludiría a los Patres, es decir, al Senado. Córdoba, Ciudad de los Padres garantes de la Patria, más o menos.

Córdoba perdió su nombre Corduba y eso es completamente infrecuente, raro o cuanto menos, anómalo. Esa perdida, o se explica por abajo, por castigo, o se explica por arriba, por sublimación. Y ahí arriba vamos.

Después de la destrucción de la ciudad por parte de César, de la posible venida de colonos itálicos en su momento y de la segunda venida después hacia ese año 19 a. C., la ciudad tenía que ser llamada colonia; puesto que repoblaciones y asignaciones de tierras hubo. Las colonias romanas, por lo general, suelen tener el nombre de quién las promociona y después su nombre de pila, por el que se las suele reconocer. A veces, antes del nombre de pila, llevan otro epíteto ligado con su fundador. Colonia Augusta Emerita (Mérida). Colonia de Augusto para sus veteranos. Colonia Augusta Firma Astigi (Écija), colonia firme y recia de Augusto para los astigitanos. Colonia Iulia Romula Hispalis (Sevilla), colonia romúlea de César para los hispalenses, o del romuleo César. Como se ve, promotor y epíteto suelen ir ligados a veces resaltando un valor. Córdoba no es, nada más, y nada menos, que Patricia.

Si yo les cuento que tras las guerras civiles, en Roma había cierta política de amnistía y de semántica deliberada para cerrar heridas, donde incluso Augusto dejaba a los partidarios de Marco Antonio dedicar templos en su nombre, quizás se comprenda mejor por qué Córdoba sólo se llamó Patricia. Había que sanar la historia de una ciudad que fue Claudia, que pudo ser Pompeia, que pudo ser Iulia, que pudo ser Augusta y que, incluso, pudo ser Vipsania, por Agripa. Córdoba, para este entonces, no era ya una ciudad ligada ni a los hombres ni a sus familias.

En Córdoba, en su tierra, se jugó uno de los episodios más decisivos para la historia general de Roma como fue la batalla de Ategua, de Munda, la toma de la ciudad por César y la huida pompeyana. Córdoba es, por tanto, uno de esos escenarios históricos decisivos en esa nueva Patria refundada por Augusto, el encargado reanudar la historia de Roma, uniéndola y compactándola, entre vencedores y vencidos, tras el episodio final de la batalla de Actium. Hacía falta mucha semántica y política para ello. Hoy día tampoco llamamos ya a según qué cosas por su nombre, o dulcificamos su nombre, a ver si escampa allá por el noreste hispánico.

Tras tanta guerra, Córdoba ya no podía ser sólo Corduba. Esa Córdoba, como Accio, Tapso, Farsalo, etc, había sido un escenario mayor de la nueva historia de la Patria, de la nueva Patria en sí. Y eso es Patricia, la Ciudad Patria pertinente a los Patres, a los nuevos Patres de la nueva Roma; la de la Edad de Oro de Augusto.

Y para mí, de ahí la semántica de su nombre oficial romano, como ciudad histórica mayor. Corduba, en la calle, por supuesto que se siguió llamando siempre así: y así volvió a ser cuando esta propaganda oficial dejó de tener sentido, con los años.

En los tiempos que corren, no está mal recordar que nosotros, sufridores de la historia ajena como los que más, llevamos la universalidad ya desde nuestro nombre, en todos nuestros nombres urbanos, por mucho salmorejo que ingiramos.

Y, esto, no es un discurso ideológico, es un discurso histórico donde, los que más me alegra es tener una lección de historia universal en cada dehconchón, en cada tabehna, en las calleh.

Provinciano hoy, sí, pero de un Sur siempre universalmente irreductible.

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