Coronavirus: La platanera, el ictus de Julio César y los médicos de Corduba.
Julio César pudo vivir y triunfar porque los médicos de Córdoba le salvaron la piel cierto día. “Esos ataques, se dice, le entraron por primera vez en Córdoba”. César, ese que, según Plutarco, era “de complexión flaca, de carnes blancas y delicadas, sujeto a dolores de cabeza y a un mal epiléptico”, estuvo dos veces en Córdoba. El día del ictus, debía andar por esa célebre casa tartésica del centro que frecuentaba. Así que, en algún ambulatorio del casco histórico, o en la Cruz Roja, le sujetarían el asunto, hasta que en los gloriosos Reina Sofía o el Provincial se lo arreglasen definitivamente. Ahora, a los médicos de Córdoba, les ha tocado lidiar con una de las peores, pero ya ven, que vienen curtidos de antaño.
La medicina, la actual, se sigue ocupando de ver qué tenía en realidad César, y qué sufrió en Córdoba; si epilepsia, en sentido genérico, o un ictus, en sentido restringido. Así lo trataron recientemente Francesco M. Galassi y Hutan Ashrafian en un artículo publicado en la revista Neurological Sciences que, quizás es, es la versión más definitiva del asunto. Como Alejandro Magno, también “epiléptico”, César vendía sus ataques como rasgos de su grandeza divina, aunque más de un sarao romano tuviese que perderse.
No sabemos si cuando el ictus y sus efectos, como consecuencia, “escapar” de la “divinidad” lo hace lógico, César sembró una espléndida platanera en una celebérrima casa de Córdoba. Esta vez, nos lo transmite, como nadie, Marcial; aquél de Bilbilis (Calatayud) que a unos cuantos nos enseñó el camino de vuelta. Dice Marcial:
Hay una casa conocidísima en tierras de Tartesos, allá por donde la rica Córdoba se goza con el plácido Betis / donde los dorados vellones amarillean por el metal autóctono / y una fina capa de oro puro reviste a los rebaños hespéricos. / En medio de la mansión, dando sombra a toda la casa, / está el plátano de César con su tupido ramaje, / el que plantó la diestra feliz de su huésped invicto / y por cuya mano comenzó a crecer el plantón. / Parece como si la enramada tuviera conciencia de su plantador y dueño: / así está de lozano y quiere llegar con sus ramas a las altas estrellas…(Trad. Ed. Gredos)
Normalmente este epigrama se relaciona con las guerras civiles, sobre todo por su final, cuando Marcial dice: Te es lícito esperar honores eternos para tu fronda: / no te plantaron las manos de Pompeyo. En realidad, no sabemos cuándo ocurrió. Si a César le dio el ictus, lo que parece probable en los tiempos bélicos, pues antes no parece haber testimonio de que lo tuviera, ese plátano es tanto su renacimiento vital, como su victoria sobre los hijos de Pompeyo. En cualquier caso, es mérito que pudiera plantarse de sus salvadores médicos de Córdoba. Aunque la tradición de Córdoba, no sé por qué, la sitúa en el Alcázar, esa casa, era “casa conocidísima”, casa celebérrima y por lo tanto, quizás no queda otra, Casa Annaea, seguramente: nadie en Córdoba había más célebre, para Marcial. Por ellos le debió llegar la leyenda al de Bilbilis a Roma.
De la Córdoba romana conocemos el nombre de un médico: Telemacus. Otrora esclavo de origen griego, consiguió un día su libertad. Y quizás, para reivindicarlo, pudo construirse, según Ángel Ventura, el túmulo funerario conservado en lo sótanos de la Diputación de Córdoba. Telemacus curaba mineros, esos que extraían el áureo mineral en la Córdoba del norte. Como él, otros tantos tuvieron que luchar, ya en la Antigüedad, ante una situación tan deplorable como nos puede recordar la actual. Dicen que Augusto puso remedio, y las condiciones de los sanitarios mejoraron. Vidas paralelas. Sobre la situación y condiciones de los médicos en la Antigüedad ninguna lectura mejor que el trabajo Medicus Colonorum del Prof. Juan Francisco Rodríguez Neila que les dejó aquí.
Para vosotros, médicos de Córdoba, los vellones áureos de nuestro metal serrano autóctono; ese que nos dio para potencia. Para vosotros, médicos de Córdoba, la capa de oro de nuestros rebaños, de nuestro ser y nivel natural, de nuestra dorada historia, que vosotros continuáis; esa que nos sigue haciendo locuaces. Para vosotros, médicos de Córdoba las estrellas tocadas por ese Plátano invicto, plantado por la mano de quien acabaría siendo cielo; ese que merecéis que se vuelva a plantar en vuestro honor en los cordobeses jardines de Reina Sofía. Os merecéis una victoriosa platanera. Vosotros, que hacéis gloriosa a nuestra Casa Córdoba.
Para nosotros, la misma frondosa tutela que disteis, nada menos, que a César.
Este es mi aplauso de las 8.
@AntMonterrosoCh
P.S. Andalucía, lo estás haciendo cumbre: que los virtuosos del norte no te enreen con el clima, la pobreza o la suerte.
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