Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Los ricos
A grandes rasgos, la gente rica puede dividirse en dos tipos: a la que le gusta el dinero y a la que no le gusta. Aunque, para ser más precisos, lo más adecuado sería decir que hay ricos a los que les importa el dinero y ricos a los que no.
Me interesan estos segundos por su pureza de actos y condición.
Los ricos a los que les gusta el dinero se inventan guerras (grandes o pequeñas), pisotean derechos fundamentales, trajinan en algo tan sagrado como el fútbol, no se roban entre ellos (por un extraño sentido de la solidaridad, supongo) sino que roban a los que tienen menos, se corrompen, mienten, se cargan el estado de las cosas, son vanidosos, les gusta “hacer cosas buenas”, según ellos, mientras hacen cosas muy malas, no tienen educación ni urbanidad.
Y son feos; aunque intenten disimularlo (a base de dinero, claro está).
Los ricos a los que no les importa el dinero son gente maravillosa. Tienen un hermoso corazón heredado. Todo lo que hacen tiene un velo de belleza prístina y sencilla: si tienen una colección de coches de época, bien; si tienen acres sembrados de café, magnífico; si se inunda el cafetal, que nos pille bien vestidos. No llevan maletines de un sitio a otro, ni siquiera tienen tarjeta de crédito (y si la tienen, siempre la olvidan al salir). Y, sobre todo, no molestan.
Muchos de nosotros tenemos casi todas las características de este tipo de ricos. Si tuviéramos dinero clavaríamos la descripción.
Esta semana he recordado este diálogo de ricos. Está lleno de pureza:
La baronesa Karen Blixen observa cómo aterriza un biplano amarillo frente al porche de su granja en África. Lo pilota Denys Finch Hatton.
-¿De dónde lo has sacado?
-De Mombassa.
-¿Desde cuándo sabes volar?
-Desde ayer. Anda, sube.
Díganme si se puede ser más rico.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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