El Kanka: “Soy de allí donde haya un plato de lentejas y una persona amable”
El Festival Eutopía tiene un easter egg oculto. Es una canción en una azotea. Una canción que habla de Andalucía y que se ha cantado y grabado esta semana en Córdoba. Lo ha hecho El Kanka, un auténtico francotirador de la música española. Un artista, compositor y cantante, que ha labrado su carrera disparando canciones a las cabezas y los corazones desde los márgenes, sin apoyo de multinacionales.
Sin renunciar a nada, Juan Gómez Canca (Málaga, 1982) se ha posicionado, junto a Juanito Makandé o El Canijo de Jerez, como uno de los nombres más potentes de esta nueva ola de músicos andaluces que triunfan exhibiendo sus raíces y entremezclándolas con otros sones, otros cantos, otras músicas. Y le ha ido bien. Un mes antes de que la pandemia nos encerrara a todos, El Kanka se había encerrado con 8.000 almas en el Wizink Center de Madrid para despedir la gira Donde caben dos, caben tres. Subrayo: Sin multinacionales y discográficas detrás.
Todo un logro. Uno más en una carrera hecha “a pico y pala”, según las palabras de este músico, un tipo que charla con la misma intensidad con la que vive, sin guardarse demasiado para luego. La grabadora se enciende en una terraza en el barrio de Santa Marina y se mantiene en rojo durante una hora, entre cañas, panchitos y una tapa de queso añejo, servida por una fan del cantante, para la que tampoco se ahorra una pizca de simpatía.
PREGUNTA. Una vez solventado lo del ministro, me gustaría saber cómo has vivido todo esto del confinamiento a nivel artístico y personal.
RESPUESTA. Pues sabes lo que pasa, yo he tenido un confinamiento complicaíllo. Te cuento un poco. Las primeras seis semanas estuve completamente solo en mi casa de Madrid. Lo cual fue una cosa muy rara. Me tiré un mes y pico sin tocar a un ser vivo. Porque yo no tengo ni animales ni plantas. O sea, que era cierto. Seis semanas estuve sin tocar a un ser vivo. Y luego, mi padre se puso enfermo en Málaga y ha estado tres meses en el hospital.
Entonces, me vi en la de ir o no ir. No sabíamos lo que iba a pasar con él. No sabía si iba a despedirme o a qué iba. Afortunadamente, está más vivo que nunca. Pero bueno, la cosa es que me fui a Málaga a ver a mi hermana y a ver al hospital a mi padre, que estuvo en la UCI un mes. Y bueno, pues estuve de apoyo moral y logístico. De modo que la desescalada me pilló en Málaga y la segunda parte del confinamiento ha sido una locura. Ha sido una cosa que no he asimilado todavía.
Me da la sensación que hasta la humanidad ha perdido un punto de humanidad
P. Vaya dualidad de confinamiento.
R. Sí, totalmente. La primera parte la pasé como todo el mundo. Solo y entreteniéndome como buenamente podía y cantándome una cancionista al día, que saqué una película que era El Kanka en casa y que era básicamente cantarme un tema todos los días y subirlo a redes. Y con eso estuve entretenido. Y el resto, viendo pelis, leyendo…
P. O sea que no entraste en la dinámica esta de volverte loco leyendo las noticias y haciéndote picadillo.
R. No que va.
P. He hablado con artistas que se bloquearon totalmente.
R. No, tío… Yo no veo la tele desde hace muchísimos años. Cuando quiero enterarme de algo voy y lo busco. Y es verdad que con las redes estás al día de todo. Lo cierto es que me estoy informando un poquito más ahora que en la época del confinamiento. Porque había tal incertidumbre, había tal ignorancia, tal desconocimiento y tantísimas noticias, que me parecía un error informarme. No paraba de recibir mensajes por Whatsapp de gente que decía: “El virus es mentira”. Y otros que decían: “Nos vamos a morir todos”. Y uno piensa: Vamos a esperar. Si no lo sabemos. Si las autoridades sanitarias del mundo no saben como funciona el bicho y lo están investigando. Kiyo, vamos a calmarnos.
Ahora me gusta estar informado. Y me encanta leer las teorías de las negacionistas y los testimonios de la gente que está en los hospitales. Me parece que son los dos extremos. Y ver todo un poco con mucho cuidado. Porque estamos en la era de la información y de la falsa información y la sobreinformación.
Nunca he pretendido hacer canción protesta. Lo mío es más canción empática
P. Si tuvieras que escribir una canción sobre el coronavirus empezarías por ahí…
R. Podría ser. Yo ya hice un tema inspirado en el confinamiento. Y le escribí a los amigos. Es una canción que se llama Sabéis quiénes sois y que habla de toda la gente a la que echaba de menos. Porque uno está acostumbrado a ver a sus colegas, a tomase una cañita con ellos y a darles un abrazo. Y de repente, ¡hostia, ya no! Ahora por videollamada. Pero sí, se podría hablar de la sobreinformación, de la mentira. Se podría hablar del miedo. Se podrían hablar de muchas cosas. El coronavirus en sí no inspira. No me daría para tema. Pero de todo lo que ha provocado y el cambio de perspectiva que ha significado sí que se puede sacar una canción.
P. Para ti, desde luego, fue un cambio de perspectiva. Tú venías de reventar el Wizink en el fin de gira.
R. Sí, fue el último. El 1 de febrero.
P. ¿Qué cambio, no?
R. Increíble. Era una gira que se llamó “Donde caben dos caben tres”.
P. Ahora mismo seis máximo.
R. (Risas) Donde caben dos no cabe ni uno… Pues en aquella época nosotros nos habíamos propuesto hacer precisamente giras de grandes aforos. A ver, mi proyecto es muy artesano. Ha crecido a pico y pala desde abajo. Y aquella gira partía de una pregunta: ¿soporta el proyecto una gira como la de los músicos de verdad? (Se ríe) Y nos metimos a hacer aforos súper tochos. En Sevilla vendimos 5 o 6.000 entradas. En Madrid fueron 8.000. Una barbaridad para un proyecto como el mío. Porque Manuel Carrasco se limpia el culo con 8.000 personas, pero para nosotros es una cosa increíble. Y además, nosotros seguíamos. Teníamos otra gira que era muy parecida, con toda la banda, de festivales. Porque en 2019 no habíamos hecho festivales y en 2020 nos íbamos a quitar esa espinita y teníamos como 40 o 50 bolos. Y, pues nada, pasó esto y se fue todo al carajo como bien sabes.
Mi proyecto es muy artesano. Ha crecido a pico y pala desde abajo
P. Bueno, quitando los festivales, no te ha ido mal este verano.
R. Pues es increíble. Esto es todo gracias a María, mi manager, esa señorita que hay por ahí y que es una curranta. Porque yo venía de una gira muy buena y ya estaba un poco más posicionado. Y también es verdad que me lo he currado en el confinamiento con lo de las canciones. Entonces, tío, he sido de esos artistas que ha tenido la suerte de poder hacer gira este verano. Y en número de conciertos, como las de antes. Una locura. Y los conciertos… Nosotros hemos sido muy porculeros con todo el tema de los protocolos. Y han sido en sitios supergrandes, al aire libre el 99%, y todo aforado y con mascarilla. El ejemplo más tocho es que toqué en el Camp Nou. Camp Nou, en un córner para 800 personas. En el Camp Nou caben 100.000, pues para 800, todos separados y con mascarilla. Y también en el auditorio Julio Iglesias de Benidorm, donde caben 5.000 o 6.000 personas, y había 400. Uno por aquí y otro por allí.
P. Raro.
R. Estéticamente es muy raro. Los bolos a guitarra y voz, porque obviamente no se pueden mantener los cachés viajando doce personas. Nos hemos adaptado. Hemos viajado María, Javi el técnico de sonido, y yo. Se han cerrado los bolos prácticamente de la noche a la mañana, como quien dice, y hemos podido hacer esta gira con el sentimiento continuo de que nos fueran a cancelar. De hecho, han caído como tres o cuatro bolos. He tenido suerte, hay artistas a los que se le han caído más. Y ha habido incertidumbre, pero los conciertos han sido muy bonitos. Yo, particularmente cuando llevaba dos canciones ya se me había olvidado el rollo. Y la gente tenía muchas ganas también.
P. Eso te iba a preguntar. Por tus sensaciones cantando durante estos momentos.
R. Ha sido una cosa increíble. De ganas de ponerme a llorar. Había estado cinco meses sin tocar. Y a mí me gusta tocar. A todos los músicos nos gusta. El escenario es raro el músico al que no le gusta. Y se echaba de menos. Y hay otra cosa, y es lo que son esos conciertos para la gente a la que le gusta de verdad la música en directo. Porque en el público de antes, digamos, había de todo. Estaba el que iba a ligar, el que iba porque le gustaba a su novia, el que ha coincidido con un colega, el que iba a emborracharse y que la música esté de fondo… Hay mucha gente distinta que iba a los conciertos, pero el que le gusta la música de verdad, que ha penado cinco meses sin ir a un concierto, porque eso es lo que le da a esa persona la vida, porque está trabajando en un curro que no le gusta, y el fin de semana dice: “Me voy a ir a ver a Drexler, porque este hombre me sana la vida”. A esa persona le han jodido la vida quitándole la música en directo. Y ese es el público que está viniendo ahora. Porque es comprensible. La gente tiene miedo. Es mucho más incómodo. Yo he tenido mucha tralla y no he tenido tiempo, pero yo he estado en un concierto de público, de Pedro El Chillón.
Soy senequista y nietzcheano. Una balanza rara que no sabes por dónde va a caer
Me suena el móvil. Me insiste en que lo coja. Le explico que es mi madre, pero que no corre prisa. Me dice: “Vale, pero llámala luego, que no me entere yo que no la llamas”. Se ríe muy alto y recupera el hilo.
Bueno, eso que te contaba. La gente que está viniendo a los conciertos son gente necesitada de música en directo. Entonces, imagínate el ambiente que hay. Yo he visto a mucha peña llorar, mucha peña llorar, en los conciertos de este verano. Aplausos eternos. En plan, yo salgo como yo soy, como un idiota, y la gente aplaudía sin parar. Y yo ahí en el escenario… La gente está sensible, yo también. Todos estamos sensibles porque todos hemos vivido una época muy extraña y muy dura. Entonces había muchas ganas y hay mucha sensibilidad a flor de piel. Así que la energía en los conciertos ha sido brutal.
P. Se ha generado una especie de comunión, ¿no?
R. Efectivamente. Yo he dado algunos de los mejores conciertos de mi vida en esta situación tan extraña.
P. Desde fuera me da la sensación de que eres un poco adicto. No hace tanto estabas diciendo que necesitabas parar.
R. Pero no esperaba parar cinco meses, macho.
P. Este año se supone que ibas a parar para grabar el disco, y al final te has hecho una gira de un concierto cada tres días.
R. A ver, sí que soy adicto. Y debería encontrar el equilibrio.
Ni me han hecho tantas ofertas que no pueda rechazar, ni tampoco me arrepiento de haberlas rechazado
P. Eso no es algo nuevo.
R. Sí, lo llevo diciendo muchos años. Pero, joder, lo que pasa es que este verano hemos querido venirnos arriba por razones obvias. Es que no sabíamos si íbamos a volver a tocar. De hecho, a día de hoy, no lo sabemos. Yo no sé si voy a dar el concierto de la semana que viene. No sé si voy a dar el concierto de noviembre. No lo sé. Y nosotros no tenemos discográfica ni nada. Somos más independientes que una liebre. Queríamos facturar para tener un colchón. Porque queremos grabar un disco, queremos hacer promoción, queremos vivir y comer, toda esa manía que tenemos… Así que hemos apretado por eso. Y mira, eso también te lo digo, yo no pararía un año para grabar un disco. Yo grabo en dos meses. No soy complicado para eso. Y me gusta mucho tocar. Yo no tengo ganas de tomarme un año sabático. No pararía cinco meses por gusto. Lo que sí me gustaría es, en vez de tocar 35 bolos en tres meses, hacerlo de otra manera. Espero hacerlo así cuando el río vuelva su cauce. Es que me gusta mucho tocar.
P. Y componer.
R. Componer más todavía. Son las dos cosas que más me gustan. La composición más todavía que el escenario.
P. Entiendo que si necesitas solo un par de meses para grabar un disco es porque estás todo el día componiendo.
R. Claro, yo no cuento lo de componer. Yo compongo porque me sale, porque me gusta el proceso, porque me gusta decir algo… Compongo porque me fascina. Es raro que pasen dos o tres meses sin que me haga una o dos cancioncillas nuevas. Y cuando no estoy componiendo en sí, tengo un montón de ideas musicales y de letras. Pero claro, no considero eso trabajo. Simplemente, cuando María me dice “Oye tío hay que hacer un disco”, pues vemos qué canciones tengo. No es que me tenga que poner a componer ahí. No entiendo ese concepto de que haya que componer para grabar un disco. Pero soy bastante prolífico y no hay problema. Cuando llega la hora de grabar discos normalmente hay un baulito con canciones.
Muy pocos ciudadanos que tengan sensibilidad e inteligencia se creen lo que dicen los políticos
P. Tienes cajoncito.
R. Hay cajoncito, sí.
P. Es curioso porque tengo entendido que estudiaste economía y filosofía, ¿no?
R. Sí, señor. Está usted bien informado.
P. Y al final la economía y la filosofía te las ha dado la guitarra.
R. Manda huevos, es verdad. De economía no aprendí absolutamente nada. Soy un desastre absoluto para los números. Pero filosofía sí que creo que al final te enseña a pensar. Tú ves las reflexiones de los grandes pensadores de la historia, las cosas que se pensaban antes y cómo han ido evolucionando el pensamiento, y te da un punto reflexivo y de inconformismo. Porque al final lo que hacían los filósofos era dudar. Y eso creo que a la hora de escribir letras, por lo menos letras como las mías, que creo que estarán más acertadas o menos, pero dicen cosas.
P. No es reguetón.
R. No es reguetón, no. Que al final el reguetón, pues pal que le guste, no. A mí particularmente no me gusta, pero sí que es verdad que no brilla por ser letras con mucho contenido. La letra es un vehículo para lo que de verdad importa.
Me da miedo el futuro. Creo que me quiero morir joven. No quiero verlo
P. El baile, el roce…
R. Efectivamente.
P. Las letras son más económicas, también.
R. Sí, son más económicas. Las producciones no tanto (Risas) En fin, que para la gente que intentamos decir cosas, la filosofía aporta ese puntillo de intentar darle una vuelta a las cosas que creo que me ha venido guay.
P. Además eres bastante senequista en todo esto de llenar de vida los años.
R. Un poquito, sí. Soy senequista y nietzscheano. Una balanza rara que no sabes por dónde va a caer.
P. Recuerdas el momento exacto en el que pensaste: “Me voy a poder dedicar a esto”.
R. (Se lo piensa) No tío. No lo tengo claro ni ahora. Es una profesión tan inestable como que dependes de que la gente te quiera escuchar. Eso no es poco. Yo hago las canciones pensando en mí. Buscando que guste. Pero sería un idiota si pretendiera saber lo que le gusta a la gente para ir a por eso. Yo no lo sé. Yo hago lo que a mí me gustaría escuchar. Y eso tiene que conectar luego con la gente, porque si me gusta nada más que a mí, me voy al carajo. Entonces, realmente, a día de hoy no las tengo todas conmigo de que me vaya a dedicar a la música para siempre. Bueno, tengo un quórum, tengo como cajoncitos. Pero es una cosa que nunca se sabe. Porque además mi carrera ha ido despacio, entre comillas, y ha habido un momento en el que he pensado: “Mira, esto parece que va guay”. O “parece que viene gente al concierto”. Y ahora saco un disco y pienso “la gente sigue viniendo e incluso vienen un poquito más”. Es decir, ha sido todo de pequeños pasitos. No ha habido un antes y un después.
P. Ha sido un continuum.
R. Bueno, hubo una cosa estética, superficial si lo quieres llamar así. Yo cuando llegué a Madrid ya estaba dando conciertos, pero estaba trabajando de profesor de guitarra. También estudiaba música y hacía un montón de cosas. Y llega un momento en el que conozco a María. Yo cuando la conozco ya estaba grabando el primer disco, y en ese momento, ya me di cuenta de algunas cosas. Ella montó una gira y yo recuerdo que pensé: “Yo creo que ya no me va a dar la vida para estar con las clases de guitarra y andar todos los fines de semana de gira y conciertos, y encima haciendo promo y lo que no se ve”. Así que pensé: “Me voy a dejar las clases, porque me va a dar un jari”. Y recuerdo que fui a ver a mi jefa y le dije que acababa de sacar un disco y que la cosa se estaba poniendo seria.
Y además, hubo unos meses en los que me sentía que estaba estafando a los niños. En el sentido de que estaba dedicando tanto a lo otro que sentía que estaba llegando a clase con la inercia. Y ahí no me sentí bien y lo dejé. Y aquella fue la decisión de dejarlo todo y apostarlo todo a la música. Pero ya llevaba mucho tiempo dando conciertos. Y yo lo dejé con la boca chica. Pensando: “lo mismo el año que viene tengo que volver, porque esto es muy difícil”.
Es más importante manejar bien las redes (...) que hacer una jornada de promo
P. Me imagino que te habrán hecho alguna oferta de esas que no se suelen rechazar, pero que tú has rechazado.
R. Bueno...
P. Igual ahora con la incertidumbre de los últimos meses has pensado: tendría que haber cambiado la independencia por un puñaíto de dólares.
R. Por una bolsita de oro (Risas)... No tío. La verdad es que no. Ni me han hecho tantas ofertas que no pueda rechazar, ni tampoco me arrepiento de haberlas rechazado. Y no hay tampoco un por qué. Digamos que María y yo somos muy nuestros. A mí me gusta grabar las cosas a mi manera, hacer los discos sin que nadie me diga nada; y a ella le pasa igual con la parte estratégica. Entonces, ha sido una cosa de cabezonería de los dos. Y, eso sí te lo digo, yo creo que las ofertas que me han hecho han llegado, entrecomillas, tarde. Yo no soy un tipo “antidiscográficas”. Tengo buena relación con peña de prácticamente todas las discográficas.
Pero sí que es verdad que cuando realmente yo estaba que no llegaba a fin de mes, nadie me hizo una oferta que mereciera la pena. Y ahora, incluso aunque la oferta esté guay, nosotros nos lo pensamos mucho. Porque a nosotros nos va muy bien. Hacemos lo que queremos, vamos patrás y palante y encima podemos invertir en los discos. No estamos pasando penurias, y ahora mismo lo necesitamos menos. Y, por eso, aunque algunas ofertas hayan sido interesantes, hemos decidido, con mucho criterio, seguir de momento por este camino.
P. Ayuda que tu ambición sea querer seguir grabando discos y no querer tener un jet privado.
R. Exactamente. Eso hace mucho.
Estamos en la era de la información y de la falsa información y la sobreinformación
P. Esta independencia de la que hablamos, supongo que te ha permitido ser libre, siempre que ser libre sea, al mismo tiempo, ser esclavo de esta rutina de grabar, tocar, grabar y tocar...
R. Mmmmm (Se queda pensativo) La libertad me parece un concepto muy complejo.
P. Por eso te lo pregunto.
R. Es que no es lo mismo ser esclavo de una estrategia que te has marcado tú, que serlo de una estrategia que te han marcado otros. Eso para empezar. Y yo, en mi parte concreta, no estoy diciendo que ahora vaya a firmar con una discográfica y va a venir un agente que me va a decir las canciones que yo tenga que meter en el disco. No es así. Habrá algunas discográficas que lo harán y otras que no. Pero ya te digo que, para mí la libertad es hacer un disco con las canciones que yo quiera y grabadas a mi manera. Eso es la libertad.
Eso no significa que luego yo hable con María o con algunos de mis músicos y les pregunte y le pida consejo. Porque yo me dejo aconsejar. De hecho ha pasado. Ha habido canciones que yo no las he querido meter en los discos, ella me ha convencido y luego me he alegrado de que me convenciera. Pero la decisión la tengo yo. Y no me siento en absoluto presionado, limitado ni nada. Yo voy creando mis pelis y es infinito en el sentido d que no tengo nada a lo que atenerme ni ninguna puerta cerrada en ese sentido. Por eso sí creo que, a nivel artístico, tengo una libertad que yo preservo como si fuera de diamante.
P. Digamos que, si tu libertad es cantar, tocar y componer, eres un esclavo de tu libertad.
R. Efectivamente. Muy bonito.
Nos estamos desconectando de lo que nos define como especie
P. Pero habrás sacrificado cosas, también.
R. Sí. Yo creo que también es una cosa... Ahora mismo no se puede hablar porque ha sido un año raro. Como te he dicho, el año pasado fue bastante más tranquilito. Pero, cuando llegas a cierto punto, te lo planteas. No es lo mismo cuando tienes 20 años y estás luchando para que la gente te conozca, sin tener ni un disco ni nada, que ahora que voy a cumplir 38, he hecho muchas cosas, y tengo un suelo en el que pisar. Entonces, yo creo que esta profesión se puede llevar sin tener que sacrificar tantas cosas. Pero sí, obviamente he tenido que sacrificar muchas cosas. Pero es que, ¿quién no sacrifica cosas?
P. Dímelo a mí.
R. Te he dicho antes que no aprendí nada en económicas y te he engañado. Hay una cosa que me encanta que es el coste de oportunidad. El coste de oportunidad es aquello en lo que tú dejas de invertir cuando inviertes en una cosa. Tú dices: Quiero montar una tienda de colchones. ¿En qué invierto, en publicidad o en que los colchones sean de puta madre? Tú decides invertir en una cosa y dejas de invertir en otra. Y tienes que intentar siempre que tu coste de oportunidad sea bajo. Es decir, que al final todo se optimice. Entonces, todas las decisiones que uno toma en la vida, tienen un coste de oportunidad. Hay que intentar que sea bajo. Tú puedes dedicarlo todo a tu familia, a tu pareja, a tu trabajo o al alcohol. Y lo cierto es que el trabajo para mí sí ha sido un poco absorbente, pero porque no solamente es trabajo. Pero en la balanza yo he intentado que haya un poquito e todo. Y bueno, sí, me he enamorado, me he tomado mis cervecitas...
P. Enamorarse y desenamorarse.
R. Estoy pensando en eso ahora mismo. Quizá con algunas de mis parejas me ha costado que la cosa evolucionara favorablemente cuando estoy siempre dando conciertos. Eso me gustaría, con el paso del tiempo, ir solventándolo. Pero luego hay una parte a la que no quiero renunciar que es la de la composición. Yo al final tengo la mente puesta en un sitio y eso para mí es vivir. Eso no lo hago por dinero y por nada. Es una forma de conectar conmigo mismo y a la vez de conectar con los demás. Es una cosa un poco rara. Pero para mí es absolutamente fundamental, parte de mi vida y algo inamovible, que si un día estoy componiendo no me llamen. Y eso lo sacrifico con gusto.
P. Sarna con gusto no pica.
R. Sí, justo. Estoy aquí dándole vueltas y lo has clavao.
P. Yo no. El acervo popular. Los que nos preceden.
R. El refranero es que está lleno de maravillas.
P. Tú nunca te has mordido la lengua, bien sea de forma irónica o por la vía directa. No sé si consideras que tu poesía tenga un punto político.
R. No soy tan político. Le veo un matiz más humano. No sé. Me da pudor lo de político. Yo creo que al final todos estamos en sociedad y el ser humano es social por antonomasia. Y todos hacemos reflexiones. A todos nos da rabia cosas, a todos nos preocupan las cosas. Yo creo que lo hago desde un punto de vista bastante irónico o burlón, sarcástico, como lo quieras llamar.
He dado algunos de los mejores conciertos de mi vida en esta situación tan extraña
P. Quevediano.
R. Un poquito quevediano, es verdad, que además soy fanático. Pero al final todo son ideas que tengo con un amigo de cañas. Yo nunca he pretendido hacer canción social o canción protesta. Lo mío es más canción empática, humana. Me veo más así. Igual hay algunas ideas o frases concretas que las puedes aplicar a algo más político. Es que lo de la política es algo que me deprime profundamente. Me deprime que la política nació como una forma de organizarnos todos y poner un poco de orden al hecho de que somos seres sociales. Y tú ves eso y ves en lo que se ha convertido... Porque se ha convertido en unas luchas de poderes y en el “y tú más”. Y creo que muy pocos ciudadanos que tengan sensibilidad e inteligencia se creen lo que dicen los políticos. Y me da mucha pena. Me pasa a mí también. Yo los escucho con desconfianza. Y es una pena que se hayan convertido en eso. Pero es lo que hay.
P. Esa desconfianza al mismo tiempo da un poco de miedito. La historia nos ha dicho que suele desembocar en procesos mucho peores.
R. Obvio.
P. Si miras al futuro, ¿qué es lo que ves?
R. Pfff... No lo sé, tío, la verdad. Quiero ser optimista, pero creo que no lo soy. La sensación mía ya te la he dicho antes. Creo que la clase política ha perdido un punto de humanidad. Pero es que me da la sensación que hasta la humanidad ha perdido un punto de humanidad. A veces, cuando veo como evolucionamos, que estamos evolucionando tecnológicamente muy rápido, quizá demasiado. Porque no nos da tiempo, a nivel ético e intelectual, a seguir el avance tecnológico.
P. Lo cual beneficia bastante a quién crea esos avances.
R. Sí. Y yo soy cero conspiranóico.
P. Bueno, hablo de aprovechar la oportunidad, no tanto de crearla.
R. Sí. La inercia sí que la veo. Estamos en la época de las enfermedades mentales, de la depresión, de la ansiedad. Y creo que tiene sentido. Porque nos estamos desconectando de lo que nos define como especie. Estamos todo el día viviendo a través de una pantalla, y eso no es la vida. Es una vida falsa, cogida con pinzas, escasa. Y está pasando eso. Estamos perdiendo habilidades. Estamos perdiendo conexión. Entonces, me da miedo el futuro. Creo que me quiero morir joven. No quiero verlo, tío.
P. Te saco todos estos asuntos porque creo que tu cancionero es, como has dicho, un reflejo de lo que vivimos. Basta con coger tus dos primeros discos: Lo mal que estoy y lo poco que me quejo y Más triste es robar. Son dos títulos que si los publicas ahora la gente se sigue viendo reflejado en ellos.
R. Sí, pero es por lo que te decía: yo escribo desde mí mismo. Mis miedos, mis reflexiones, mis penas y alegrías.
P. Sí, pero puedes escribir desde ti mismo y hacer 40 canciones de amor. O de desamor, que son las buenas.
R. Sí, es verdad. Y que no nos las quiten. Pero es verdad que a mí me gusta escribir de otras cosas. Y hay una cosa, que es que veo que todos somos muy parecidos. Porque yo hablo de muchas cosas, y mucha gente me escribe y me dice que se siente muy identificado. Lo cual me parece muy curioso. Porque yo escribo de mí. Sí que intento plantearlo desde un punto que parezca entendible, pero es cierto que me viene gente que me dice: “Tío, parece que estás hablando de mí”.
Todas las decisiones que uno toma en la vida tienen un coste de oportunidad
P. Seguro que eso también te ha ocurrido a ti con otros.
R. Obvio. Y cuando escuchas las canciones de otros puedes pensar: “Seguro que tenía esa pretensión”. En mi caso, ya te digo que no la tiene.
P. Hay una película que tiene el mejor título de la historia. Se llama Todas las canciones hablan de mí.
R. Ah sí, joder, es buenísimo.
P. Hablando de títulos y canciones. ¿Has salido ya en Los 40 Principales?
R. No. Ni jamás saldré.
P. Es que creo que has salido en Los 40 Principales Colombia pero no en España.
R. No, pero no es totalmente cierto. Lo que ocurrió es que salí en el programa, pero para entrevistarme. Yo creo que no sueno en el carrusel de canciones de Los 40 de allí tampoco. Creo, eh. Igual sí. Porque allí son un poco más abiertos que aquí en ese sentido. En Los 40 puede sonar un grupo colombiano que hace swing fusión. Aquí está mucho más acotado y yo no cuento ni tengo relación, vaya.
P. Pero eso no era así cuando tú y yo crecimos.
R. No señor.
P. No recuerdo donde vi una estadística que mostraba como el número de canciones que suenan en la lista de Los 40 a lo largo de un año ha ido descendiendo de manera brutal. De forma que a lo mejor en un año cualquiera en los 90 se colaban como 500 canciones en la lista. Y hoy como mucho son 100 las que suenan durante todo un año.
R. Guau, fíjate. También escucha menos gente la radio. Supongo que eso tendrá algo que ver. Pero tienes razón en que antes no era así. Pero bueno, yo a día de hoy no cuento. Es más, yo no sueno apenas. Y en Canal Fiesta me han puesto alguna vez muy concreta. Pero bueno, me refiero a sonar, sonar. Entrevistas y todo eso sí. Pero bueno, tampoco suena Extremoduro. Drexler tampoco suena. Y venden una gira entera en un día. O El Barrio, que tampoco suena en la radio y ahí está el tío. O sea que yo no me niego a sonar en la radio. Pero hay gente que suena mucho en la radio y hay carreras que luego se van a pique.
P. De todos modos, ahora es más importante sonar en otros sitios. Por ejemplo, las redes sociales. Me imagino que tu relación con las redes puede ser también un poco absorbente.
R. Sí tío. Nosotros a día de hoy tenemos contratado un community manager, que es mi primo, para no tener que estar yo publicando en las tres redes sociales que nosotros manejamos ahora mismo, que son Twitter, Instagram y Facebook. Pero bueno, publicamos todos los días. Las redes han sido nuestra herramienta más importante. Yo creo que, a día de hoy, es más importante manejar bien las redes y aportar material a Youtube e Instagram que hacer una jornada de promo, con entrevistas a la antigua usanza. No sé. Yo musicalmente como proyecto he crecido con las redes como herramienta. Y al principio las llevaba yo. Y uno va aprendiendo cosas, va viendo que eso funciona, que la gente se engancha un poco a la peli y, a raíz de ahí, se entera de que tienes conciertos o de que has sacado un tema. De lo que quieras que se entere.
Y luego hay una cosa bonita. Que ya el artista no es esa especie de figura inalcanzable, intocable, que no se sabía muy bien donde estaba o qué comía. Ahora mismo es al revés. Estamos ahí y la gente ya sabe de qué pie cojeo. Y está guay. En mi caso, lo noto bastante. Hombre, yo no soy una figura de estas... Que no soy un Alejandro Sanz.
https://youtu.be/6QPe_g4uWOU
P. ¿Cuántos seguidores tienes en Instagram?
R. Doscientos y pico mil. Está bien. Pero me refiero a que mi proyecto sigue siendo un proyecto alternativo. Y yo creo que es también por mi carácter. Y luego está otra cosa, que la gente cuando se me acercan por la calle es fenomenal. Porque no vienen en plan: “Dios mío, está el Kanka aquí y lo quiero tocar”. Es todo más en plan: “Qué guay el último disco, ¿nos hacemos una fotito?”. Y creo que tiene que ver con eso. Que estamos más cercanos ahora con las redes, porque no solo me ven cantando, sino que me ven haciendo muchas otras cosas. Y bueno, tienes razón en que es algo absorbente, pero ahora mismo creo que tengo el equilibrio. Lo intento llevar de tal forma que no sea un esclavo y de manera que puedo estar aquí contigo tomándome una cerveza sin pensar que tengo que publicar. Yo particularmente lo llevo bien.
Es una pena cuando se intenta tapar de donde viene uno. Es falta de riqueza
P. Y también te revelas contra la tiranía del single ¿no? Por lo que veo, quieres seguir grabando LPs.
R. Sí, pero te digo una cosa: si María me dice que hay que sacar single, saco single. A mí eso me da igual. Yo nunca he concebido el disco como una obra completa. Para mí los discos son colecciones de canciones.
P. Me sorprende. Porque tienen mucha coherencia.
R. Claro, pero porque están compuestos en una misma época.
P. Pero se te quedarán fuera muchas canciones.
R. No tantas, porque como grabo tantos discos.
P. Bueno, tantos no. Bueno, el ritmo sale a uno cada dos años.
R. En verdad sí, pero porque todos son de canciones nuevas. El primero que saqué fue casi un greatest hits. En plan, de las 30 o 40 canciones que tengo voy a elegir las diez más guay. Pero, a partir de ahí, al año siguiente saqué Juan Gómez, al año siguiente Pan y Rubí, o sea, que no se quedó ninguna fuera. Y luego a los dos años saqué El arte de saltar. Y ahí tampoco rescaté canciones antiguas. Porque a mí me gusta cantar lo nuevo. Es con lo que me siento más identificado. Al final, yo tengo casi 50 canciones fuera.
P. ¿Qué es ser un cantautor en el siglo XXI?
R. Joder, es que la palabra cantautor tiene lo suyo. Es un poco confusa.
P. Huele a naftalina.
R. Huele a naftalina en el inconsciente colectivo, kiyo, eso hay que quitarlo. Mira, por donde va mi reflexión: un cantautor es alguien que canta sus canciones. Pero hay muchas versiones y ni está estudiado ni ná. Porque además no se entiende igual en Colombia que aquí. Yo creo que tiene que haber algo más que una persona que cante sus canciones. Porque imagínate que David Bustamante escribe un reguetón y lo canta. Yo no sé si eso es un cantautor. No lo sé. Pero a lo mejor, Manuel Carrasco sí. Porque compone el 90% o el 100% de lo que hace, y que sí que creo que tiene una intención lírica... Que no son canciones para que la gente baile. O Alejandro Sanz, yo creo que sí es un cantautor. O Juan Luis Guerra, también. O Robe Iniesta.
P. Es que está la imagen de que el cantautor tiene que estar pegado a la guitarra. Pero, por ejemplo, ahí está Aute, que rompió con ese esquema cuando sacó Slowly, que es un disco de cantautor con sintetizadores.
R. Exacto. Por ejemplo, no sé si Rosalía sería una cantautora. No sé.
P. Yo me mojo y te digo que no. En Los Ángeles canta canciones antiguas que no son suyas y El Mal Querer es un disco que compone a medias con Tangana y El Guincho.
R. Yo no lo sé. Yo intento compararlo con el cine de autor o la cocina de autor. Al final tiene que ser una obra que salga de una persona, que tenga un universo propio. Eso no quiere decir que si yo hago una canción de otra persona ya dejo de ser un cantautor. Pero si el grueso de mi repertorio lo escribo y lo canto, y tiene un contenido y una mínima intención lírica, creo que con estos elementos podemos discernir lo que es un cantautor. Yo creo que lo que pasa es que en este país, todo esto se asocia a un tipo de cantautor muy concreto. Se asocia a Aute, a Silvio Rodríguez o, en la época más moderna, a Ismael Serrano. Ismael Serrano sería el cantautor tipo. Es un tipo que canta canciones con intención lírica, pero que son tranquilitas, en general, como con esa estética, que incluye canción protesta y tal. Pero creo que es un error que cometemos aquí.
P. Sí, porque eso no vale, por ejemplo, para El Canijo de Jerez ni para Juanito Makandé.
R. Que también es un cantautor, obvio. Por eso te digo, que después hay muchas teorías. Hay quien dice cantautor sí o cantautor no, porque uno lleve banda. Yo más o menos lo entiendo así.
Yo me siento muy orgulloso de donde soy y creo que se me nota y lo reivindico
P. Es que el cantautor tipo en el imaginario global, digamos Bob Dylan, gira con una banda del demonio. Y es súper eléctrico.
R. De hecho, le rompió el culo a todo el mundo cuando pasó del folk acústico al rock.
P. Casi lo matan.
R. (Risas) Este ha hecho muchas cosas que casi lo matan, qué personaje.
P. Ahora que hablamos de folk, hablemos de folclore. ¿Tú te sientes andalucista?
R. Yo creo que sí. Yo creo que sí. Mira, yo no soy fundamentalista en nada. Me gusta pensar que soy una persona abierta y que me pueden convencer de lo contrario de cada cosa que pienso. Y además he vivido nueve años en Madrid, dos años en Barcelona, le he dado la vuelta al mundo, como quien dice; he estado en Latinoamérica, meses. Me tratan bien donde voy y yo me siento que soy de allí donde haya un plato de lentejas y una persona amable. Pero al final, donde uno ha sido niño, es donde tiene la raíz fuerte. Y yo he estado en Málaga viviendo hasta los 23 años. Y encima, yo creo que tenemos una tierra muy particular. No me digas que no. A muchos niveles. Para empezar Andalucía está todavía muy estigmatizada, y tenemos que aguantar que la gente te diga que no sabes hablar. Porque, mira que no hay riqueza de acentos en España, para que justamente el andaluz, qué casualidad, parezca que tal... O que te digan que estamos todo el día echándonos la siesta. Pues todavía pasa a día de hoy. Y a mí me han tratado muy bien, pero he escuchado cosas.
Entonces, me parece que hay que reivindicar que Andalucía es una tierra de gente trabajadora, como en tos laos, y que, a diferencia de otros, tiene un crisol de culturas muy fuerte y una historia muy grande. Mira Cádiz, la peshá de años que tiene. Y la tradición cultural. Que no es solo el flamenco. En Málaga han salido ahora Pablo Alborán, Pablo López o Dani Rovira. Pero también Picasso. Pero también Chiquito de la Calzada. O sea, entiéndeme: aquí pasa también algo. Pasan cosas muy particulares en Andalucía. Cosas de las que me siento muy orgulloso. Y el carácter de aquí es muy particular y yo lo sé valorar. Yo me siento muy orgulloso de donde soy y creo que se me nota y lo reivindico desde que me levanto hasta que me acuesto.
P. ¿Y te sientes profeta en tu tierra?
R. La verdad es que sí. Y además siempre lo he sentido. Para empezar, yo me fui de Málaga por amor. Es cierto que yo me planteaba y pensaba: “A lo mejor Madrid”... Pero es que Madrid no tiene comparación con nada. Madrid es una puta paranoia.
P. Bueno, yo siempre digo lo mismo: igual que se va un cantante a hacer carrera a Madrid, se va un ingeniero o un científico o un arquitecto.
R. Claro. En cualquier caso, seguro que hay motivos para irse a Madrid, y desde Andalucía más porque tenemos más paro. Pero yo no me fui por eso. Y, es más, pienso que se puede hacer una carrera desde aquí. De hecho, mira mis compadres, Los Antílopez, que son de Isla Cristina. Ellos estuvieron en Madrid y ahora se han vuelto. Yo al final me fui por lo que me fui, pero aunque me hubiera ido por la música, cuando yo tocaba en Málaga, ya tenía mi publiquillo pequeñito. Y siempre que he vuelto me han respondido. Y no solo Málaga, sino Sevilla, Córdoba... Y bueno, me parece lógico. No es que yo haga música de raíces andaluzas, pero creo que se me nota. Para empezar se me nota en el acento y en la forma de vivir o de sentir las cosas. Así que no me extraña que mi música aquí se entienda y, si te pones a analizar canción por canción, seguro que hay un montón de elementos.
P. Y qué suerte que se te note.
R. Sí. Es una pena cuando se intenta tapar de donde viene uno. Es falta de riqueza. Mola aprender allí donde uno va. Pero ¿cómo te vas a dejar esa mochila llena de cosas buenas de lo que has sido durante el camino?
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