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CARNAVAL DE CÓRDOBA
Siempre una canción más de Carnaval

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Rafael Ávalos

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Quizá la expresión no sea la más indicada. Podría herir sensibilidades. Sobre todo las de quien tiene la piel fina o ve más allá de lo que hay. El caso es que la del jueves fue una noche de cuchillos largos en el Gran Teatro. La segunda en apenas unos días. El principal espacio escénico de Córdoba acogió la tercera y última de las semifinales del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas. Y después, fallo del jurado. Pero eso era lo de menos cuando la fiesta comenzó -o continuó, tras el miércoles-.

La función fue la más diversa en modalidades de las tres de la fase. Porque estuvieron representadas todas. Hasta ahí, muy bien. Además, el nivel general fue notable. Hasta ahí, bien también. Sin embargo, se repitió la sucesión de hechos de la primera sesión de semifinales. El auditorio presentó en torno a tres cuartos de entrada al inicio. Con el paso de las horas la afluencia de público decreció. Y lo que es peor, otra vez se dieron momentos en que el teatro estuvo semivacío. Con ambiente bastante frío.

El principio vino de la mano de una chirigota. Sobre el escenario, ‘Los mamones’, unos bebés que eran un incordio para sus padres, pero muy graciosos. El grupo acertó de pleno con su tipo, genialmente defendido en su popurrí. Los niños sostenidos por sus madres tiraron lo que se llama cupletina. La segunda versó sobre el alcalde de Madrid y la peculiaridad de un posible cunnilingus a su novia con su dentado y sobre los gritos de unos padres que… No eran por el fornicio, es que “en directo” se cayó la palmera.

La grata alegría del coro

Como es habitual, después fue turno para una comparsa. Las tablas las ocuparon ‘Los despojaos’, hombres que todo lo perdieron. Desde Sevilla, el grupo sonó muy bien en el conjunto vocal. En su primer pasodoble quisieron cantar su “copla más cordobesa”, un homenaje a la ciudad vecina, y que debería ser hermana, que les acogió a razón de la fiesta de Don Carnal. El segundo estuvo dirigido a la figura de la madre, un tema ya recurrente en el Concurso. 

El aforo del Gran Teatro todavía era bueno. También la calidez del público. Salieron ‘Los 14.000’, la chirigota del Moraga. Ellos eran carteros y su nombre está relacionado con los códigos postales de Córdoba. Hablaron de una mudanza con sus parejas a un piso de 40 metros cuadrados. Tan poco espacio tenían que para hacer sus guarreridas casi mejor que volvían al coche. Fue en el primer cuplé, y en el segundo enlazaron con la historia de un caro garaje en Ciudad Jardín, donde aparcar es una aventura.

Muy divertida la chirigota, como tremendamente disfrutable fue la actuación del único coro del certamen. De la mano de Pepín Carrillo regresó la modalidad al Concurso con ‘Coro Carnaval’. Este tipo de agrupaciones se hacen necesarias, por el aire nuevo que aportan. La propuesta estuvo marcada por su contenido optimista y vitalista. Fue un canto a la esperanza, aun cuando su primer tango versó sobre el sufrimiento de una madre cualquiera por las dificultades para progresar de sus hijos.

Un cuarteto de sabor añejo

La tanda la completó el amplio grupo a carnavaleros esenciales en la capital “cuando la fiesta estaba naciendo”. Después, ni chirigota ni comparsa. ‘Un cuarteto de regalo’, con veteranos como Antonio Cobos Comisario o Rafalín Castilla a escena. Comenzaron su pase con una crítica a la prensa de la ciudad. Buscaron información sobre preliminares y no la encontraron. El problema es que de semifinales tampoco podrán tener mucho. Nos les faltó razón. Les sobró, de hecho.

Ese asunto bien valdría una pensada a quienes corresponda en los medios. Su estilo, por cierto, fue de cuarteto antiguo. Todo bien rimado y bien cantado. Sin alardes, con mensajes ácidos y con intención de hacer reír. Era la pretensión también, como es lo normal, de la chirigota ‘De cordobés a cordobés’. De Pozoblanco, la agrupación volvía al certamen. Su tipo, unos cordobeses de Argentina en la Córdoba de acá. Vestidos de corto pero de albiceleste. Entretuvieron al personal, ya mucho menos.

Porque ésta es otra. El cuarteto se dio de bruces con un auditorio semivacío. Después mejoró muy levemente hasta la actuación del último conjunto. Sobre el repertorio de la chirigota vallesana, en su primer cuplé contaron que no querían tener más hijos y se hicieron el corte mágico ahí. Pero sus mujeres estaban embarazadas, o todo parecía indicarlo. “En vez de decirle vasectomía, le diré va a ser to tuya”. Más animado estuvo el patio de butacas con la llegada de la comparsa de Javi Lonene.

Javi Lonene por mucho tiempo, por favor

En esta edición, el grupo ligado a Almodóvar del Río desde hace unos años, presentó ‘La última canción’. Tuvo el sello de su autor, como siempre. Música cuidada, un gran surtido de voces y letras trabajadas. Con aroma romántico. Eran creadores culturales, artistas, cantautores. Su primer pasodoble sirvió para resumir la historia de Lonene en el Concurso. A veces piensa en dejarlo, pero sigue enamorado de la fiesta. El segundo aproximó de nuevo, porque es tema muy abordado, a la masacre israelí en Palestina. 

Por cierto, magnífico al punteo Nico Díaz, que ya sabe lo que es ganar la Púa de oro. Y también la compañía heroica -y hasta aquí se debe escribir, pues es personalísimo- de Marcos Maza con sus acordes. La noche tocaba a su fin tras la comparsa y el teatro quedó definitivamente semivacío. Qué pena. Ante esa situación, buena cara. La que pusieron con su divertido pase los chirigoteros de la Peña Los Indecisos, comandados como siempre por Antonio Navajas Pelos.

Con José Manuel Jiménez Quillo de vuelta, el grupo reunió esta vez a ‘Los sigilosos’. Eran ninjas sicarios. Un poco torpes en las lides de su oficio, la verdad. No rompieron su agradecida tradición de incluir el humor incluso en sus pasodobles. Que para algo era una chirigota. En su primer cuplé recordaron que la princesa Leonor juró bandera y tal, pero sobre todo recomendaron que si tiene licencia de armas y va a una montería con el abuelo, mejor que no se sitúe cerca de él. Bien tirado, nunca mejor dicho.

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