Hacer y sentir: el espíritu indomable de Edurne Pasabán
Superación, perseverancia, resistencia, motivación... De todo ello habló en Córdoba una de las presencias imprescindibles en la historia del deporte español. Edurne Pasabán (Tolosa, 1973) es la primera mujer que consiguió conquistar la cima de los 14 picos de más de ocho mil metros de altitud -los conocidos como ochomiles- y una coleccionista de merecidos galardones entre los que figuran, entre otros, la Medalla de Oro al Mérito Deportivo y el Premio Reina Sofía a la Mejor Deportista del Año en 2011. Es, además, licenciada en Ingeniería Industrial por la Universidad del País Vasco, Máster en Gestión de Recursos Humanos por ESADE Business School y Profesora Asociada del Instituto de Empresa. La mezcla de esas dos facetas, tan distintas en apariencia, encierra sin embargo un tronco emocional común: la pasión.
La conferencia #AudacesDS, celebrada en Cosersa con motivo de la inauguración de DS Salón Córdoba y del lanzamiento del nuevo modelo DS7, presentó a una Edurne Pasabán en estado puro. La guipuzcoana expuso sus experiencias tanto en el mundo de la montaña como en el de la empresa, dos entornos que suelen estar marcados por la incertidumbre y que exigen, por igual, comportamientos de liderazgo que combinan firmeza y flexibilidad.
Edurne Pasabán, quien combina con precisión los códigos del deporte vinculándolos a la actividad empresarial, resaltó la capacidad de la motivación interna del competidor más allá del reconocimiento público inmediato. “El éxito de cualquier deportista se comprueba cuando al final ha conseguido algo y tiene un público que le puede aplaudir. Nosotros, en la cumbre de un ochomil, no tenemos a un comité de bienvenida ni escuchamos nada. El éxito lo lleva uno dentro, en la vivencia que tú puedes tener cuando llegas a la cumbre. Yo soy consciente en ese momento de la importancia de lo que se ha hecho, y de que cuando vuelves a tu país tienes ese reconocimiento popular. Eso es suficiente. Lo que yo siento cuando llego a la cumbre puede ser comparable a lo que siente un deportista cuando conquista una victoria, aunque no haya público aplaudiendo”, explicó la legendaria alpinista, que en un periodo de nueve años fijó un récord para la eternidad: el Everest, el 23 de mayo de 2001, fue su primer 'ochomil' coronado; el último fue el Shisha Pangma el 17 de mayo de 2010.
Para la tolosarra, el alpinismo es una escuela de vida con asignaturas propias. “Es un trabajo bastante en equipo, pero es verdad que luego somos nosotros los que damos la cara, y que allí no hay nadie más”, indica Pasabán, que valora “una parte buena y otra mala” en una especialidad deportiva que forja el carácter. Es preciso un fuerte componente vocacional. “Un atleta que está corriendo los diez mil metros o un futbolista que está jugando un partido delante de miles de personas, que son millones si cuentas la televisión, tiene una presión mediática encima que nosotros no tenemos en ese momento”, expresa la alpinista, quien considera que “eso da un poco de romanticismo a nuestro deporte”. “Íntimamente sabemos que hemos conseguido algo importante y esa sensación es muy plena. Luego, evidentemente, cuando vuelves tienes tu reconocimiento y voy a quejarme yo de eso, al contrario, porque el calor de la gente es vital para un deportista”, añade.
Sobre su experiencia en el alpinismo, con experiencias humanas al límite y vaivenes emocionales permanentes, Edurne Pasabán realiza un paralelismo con el escenario, a menudo hostil, de la sociedad actual. El equilibrio debe ser posible. “Yo lo traslado al mundo de las empresas. Les digo que las personas tenemos que hacer las cosas para nosotros mismos, no para que nos las reconozcan otros. Eso ayuda, pero al final el éxito es hacer lo que uno siente que tiene que hacer. Y eso se llama pasión”, dice convencida una deportista de espíritu indomable.
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